Ignacio Fernández

Ignacio Fernández

Periodista


Parlar

22/10/2020

No es la primera vez que lo digo en este rinconcito del periódico ni será la última: el parlamentarismo adolece de una crisis de credibilidad severa. La sesión de ayer en el Congreso con motivo de la moción de censura de VOX al Gobierno lo pone de manifiesto de modo superlativo. Sus señorías maltrataban la oratoria en un ejercicio vacuo de especulación partidaria mientras saltaba la noticia: España alcanza el millón de contagiados por coronavirus. Una alegoría.

Los precedentes tampoco fueron muy prometedores: una sesión previa en el Senado en la que se engancharon una ministra y una senadora para acabar hablando de la libertad de coyunda. Y cada miércoles, un arcaico intercambio de sartenazos en las sesiones de control forzando un formato previsto para que la oposición controle al gobierno pero convertido en una bronca arrabalera que sonroja sólo con escucharlo. Recuerden, para rematar el escandallo de antecedentes, en qué ha quedado la cacareada comisión de reconstrucción. Quería alumbrar pactos parejos a los de La Moncloa y ha quedado en un excelente episodio de tiempo perdido.

Los parlamentos autonómicos están replicando el modelo y se han convertido -le ocurre al nuestro con frecuencia- en un escenario de apaleamiento del contrario sin más utilidad. Instituciones que deberían ser de control están descontroladas. Espacios para parlamentar tendrían que ofrecer puntos de encuentro y diálogo, no de bronca continuada. Y sus quehaceres tendrían que ser susceptibles de escrutinio mensurable y objetivable. Ahora no lo son.

Nada produce más desazón entre los ciudadanos que observar estos debates estériles y mal encarados. Una sensación de pérdida de tiempo de la que son responsables sus señorías y quienes los emplazan. Un mal uso del noble arte de la palabra y del dinero público con el que se les paga. Una pena.