Jesús Quijano

UN MINUTO MIO

Jesús Quijano

Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Valladolid


El presidente de las Cortes

03/10/2022

Lamentaba yo el otro día que el ambiente del Parlamento regional se hubiera caldeado tanto y que en el transcurso de las sesiones plenarias se hubiesen escuchado insultos y expresiones inadecuadas, vinieran de quien vinieran. Apelaba, en nombre de la memoria que guardo de esa institución, por el largo tiempo que en ella participé y por el aprecio personal que conservo hacia la inmensa mayoría de los integrantes con quienes coincidí, al deseable esfuerzo común por reconducir el clima virulento que se había percibido. Siempre pensando que la cordialidad es compatible con la defensa, tan vehemente como se quiera, de las ideas y convicciones de cada uno. Orientaba luego la reflexión hacia quienes tienen mayor responsabilidad en virtud de la posición que ostentan, sin que ello suponga rebajar el alcance general del pedido.

Unos días después escuché que el Presidente de las Cortes había participado en ampliar la difusión (retuitear parece que se dice ahora) de mensajes (tuits, en la jerga) con evidente contenido de desmerecimiento hacia un integrante de la Cámara y con evidente finalidad de desconsideración de dicha persona. Me resistí a creerlo, hasta que percibí un grado suficiente de confirmación. Y me quedé anonadado.

Ya sé que está a la orden del día esta práctica de tuitear y retuitear con fines ofensivos hacia persona concreta. Como es de suponer, no me llena de satisfacción saber que esa práctica también se cultiva entre parlamentarios, miembros de una misma Cámara representativa. Pero me evito el esfuerzo de juzgar los motivos por los que se hace, si el contenido de los mensajes tiene ápice de veracidad o no, si el desmerecido en ellos es uno u otro. Con ser todo ello poco edificante, lo que me dejó anonadado es lo otro, o sea, saber que quien tiene la obligación de preservar la más exquisita neutralidad activa y ostensible, la más estricta equidistancia, incluso de aquellos con quienes comparta proyecto político, el más elevado decoro por razones elementales de respeto a la institución que preside, también está en el trajín, en el mismo barro que invocaba el tremendo estribillo del tango del cambalache.

Y anonadado sigo, esperando algún gesto, por mínimo que fuera, de dignidad, antes de que quede dilapidado cualquier atisbo de prestigio institucional.

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