Loli Escribano

SIN RED

Loli Escribano

Periodista


Grillos en los oídos

16/05/2022

Hacía tiempo que no me tocaba una. Me refiero a una madre sin educación maternal. Esta vez fue una madre, pero también me han tocado padres. Me tocó una de esas (en otras ocasiones han sido uno de esos) que se encuentran en un establecimiento público y son incapaces de atajar el comportamiento insoportable de sus pequeños. El niño en cuestión, una pobre criatura de cuatro años, no paró de dar el coñazo a las y los clientes mientras su madre era atendida amablemente por los dueños del local. Imposible concentrarme en las 'Peregrinas', que me tienen enganchada, durante la media hora (que se me hizo media vida) aguantando la verborrea imparable e increíble de un chiquitín de tan corta edad. Verborrea dirigida a un par de almas cándidas que soportaron que el nene, auto convertido en mago, las transformara con su varita invisible en un montón de objetos y personas variadísimas. Creatividad y locuacidad no le faltaban, la verdad. Mientras tanto, la madre presumía precisamente de esa locuacidad de la carne de su carne. Tan intenso era el niño con su voz chillona a caballo entre la etapa bebé y la etapa infancia que surgió la pregunta de un cliente, «¿siempre es así?». Y la respuesta maternal, henchida de orgullo, «sí, en el cole cuando falta echan de menos su alegría». ¿Su alegría? Era como tener un grillo metido en cada oído. Todos y todas nos mirábamos con esa complicidad en la pupila en la que se leía: ¿no le va a decir que deje de molestar? Ese comportamiento molesto, cargante e insoportable infantil es responsabilidad de los progenitores, única y exclusivamente. El niño se comporta como lo que es, un niño. Es un viejo debate, pero cuando nos toca la experiencia, es imposible no reflexionar sobre la necesidad de educar a los padres para que puedan educar a sus hijos. Ya sabemos la manida frase de que los bebés no vienen con un manual de instrucciones bajo el brazo, pero hay cuatro normas de socialización, de obligado cumplimiento, que debemos tener integradas tanto si somos padres como si no lo somos. La primera: no molestarás a desconocidos en espacios públicos. Tengas la edad que tengas.
Educación y convivencia van de la mano. Eso es la educación, las normas que nos permiten sobrevivir en sociedad. Hay más comportamientos que no soporto. No aguanto a la gente que escupe en la calle, a las personas que no dan los buenos días o las buenas tardes cuando entran en un espacio, a las personas que interrumpen las conversaciones y a las que se entrometen en las conversaciones ajenas, a los que no son capaces de guardar el móvil mientras toman un café, una caña o comen contigo. Tampoco soporto cuando en un viaje de trayecto largo en bus el viajero que está delante de ti reclina el asiento sin advertir y te deja atrapado. Tengo más que enumeraré cuando los grillos dejen de atormentarme.

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