De ruta por Soria con el caballero encantado

Fernando González Córdoba
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«Esta curiosa novela se desarrolla, prácticamente en su totalidad, por la provincia de Soria; pero ni nuestra capital ni ninguna de las localidades por donde pasa el protagonista recuerdan al autor»

De ruta por Soria con el caballero encantado

Es este un año en el que reseñar señaladas efemérides literarias y ello  no está exento de algunas torpezas que pudieran cometerse. Me refiero al hecho de que, por fijar excesivamente nuestra mirada en alguna de esas fechas, dejemos pasar como si tal cosa otras que gozan de no menos merecimientos para ser recordadas. Porque si bien el próximo 22 de diciembre se conmemora el 150º aniversario de la muerte de Gustavo Adolfo Bécquer, poeta sevillano tan vinculado con Soria y, por tanto, merecidamente reconocido y recordado en nuestra provincia, no debemos olvidar que el día cuatro de enero de 1920 fallecía en Madrid Benito Pérez Galdós que había nacido en las Palmas de Gran Canaria, casi setenta y siete años antes. Es decir, aún estamos en año galdosiano y no quiero dejarlo pasar sin que quede este puñado de palabras, torpemente pergeñadas, a modo de recuerdo y homenaje a uno de los más grandes de la literatura española. A juicio de muchos críticos literarios y celebridades de nuestras letras, don Benito fue el más grande de los novelistas españoles tan solo superado, en la honrosa escala, por la figura gigante de Miguel de Cervantes. 

En cuanto a su vasta producción novelística, mucho se ha dicho y quizá poco haya que añadir. En cualquier caso, autores más doctos que quien esto escribe serían los adecuados para descubrirnos nuevos aspectos del canario. El gran escritor realista es el autor de los Episodios Nacionales, magnífico compendio de la historia de la España del siglo XIX. Título inolvidable es, por supuesto, Fortunata y Jacinta, reflejo de la vida y costumbres del Madrid de la época y puede decirse, por extensión, que de España toda. Y otros muy entrañables como Marianela, Tormento, Misericordia, Tristana… y tantos y tantos otros que ratos tan agradables nos han proporcionado a sus muchos lectores.

Hace unas semanas, me congratulaba en estas mismas páginas de la recuperación, bajo el auspicio del Ayuntamiento de Soria, del poemario Soria pura de Ángela Figuera Aymerich. Hoy mis palabras son todo lo contrario. Me parece tremendamente injusto el olvido total y absoluto que hay en Soria, capital y provincia, del autor de El caballero encantado. Nada se ha dicho en este centenario de su muerte, ni se dijo antes, ni nada hay que aluda a la relación del novelista madrileño de adopción con nuestra provincia. Insisto, con nuestra provincia. Porque, ciertamente, cabría plantearse una ruta galdosiana, de la mano de su Caballero Encantado, a través de la provincia de Soria.  

De ruta por Soria con el caballero encantadoDe ruta por Soria con el caballero encantadoEsta curiosa novela se desarrolla, prácticamente en su totalidad, por la provincia de Soria; pero ni nuestra capital ni ninguna de las localidades por las que va pasando el protagonista recuerdan, de una forma u otra, ni al personaje ni al autor. El mismo título de la novela ya sería motivo para rotular alguna de las vías públicas de nuestra ciudad. O hacer lo mismo incluso con alguno de los peculiares personajes que en la obra aparecen, como Crispulín de Chaorna que se define a sí mismo diciendo: «Yo ando en el canticio y recitorio desde que la gota serena me quitó la presencia de las cosas», o dicho de otra forma, desde que perdió la vista. Don Carlos de Tarsis y Suárez de Almondar o Gil, que tanto el luengo apelativo como el breve corresponden al mismo personaje, como saben quienes han leído la novela, entra en la provincia de Soria de la mano de la Madre, a través de San Leonardo. 

Y a partir de ese momento, se inicia un periplo por muchísimas localidades y parajes de la provincia; en unos recala un tiempo y otros los cita de paso simplemente, pero en cualquier caso, nos va dejando los hitos de una ruta por cada uno de esos lugares. Ágreda es, por ejemplo, una de esas localidades en las que sí que se asienta durante un tiempo el personaje, puesto que en sus proximidades encuentra trabajo en una cantera para «la extracción de piedra en la falda de un monte, de los que sirven de estribo y contrafuerte al excelso Moncayo» escribe don Benito. De la Villa de las Tres Culturas, Pérez Galdós nos da, incluso, la etimología: «La ibérica Ilurci, que los romanos llamaron Graecuris, nombre que, pasando como canto rodado por bocas de godos, árabes y cristianos, vino a ser Ágreda». El protagonista tiene que realizar un duro trabajo al que no estaba acostumbrado en la cantera, pero «La Dehesa era la gran atracción de Gil los domingos por la tarde». De algún modo podría recordarse al Caballero Encantado en el precioso parque agredeño. 

De Matalebreras es el personaje femenino de la novela, Cintia (Pascuala), un poco al estilo de la Dulcinea (Aldonza Lorenzo) cervantina. Pues bien, Cintia tiene primos en Suellacabras, lo que nos llevaría a poner otro de esos hitos en nuestra ruta. Pero pasa también por Añavieja, Aldealpozo (Galdós escribe en la novela Aldea del Pozo) Renieblas, Buitrago, Numancia y Garray, Golmayo, Carbonera, Villaciervos, Villaciervitos, Calatañazor, Torreblacos… Por supuesto que Almazán, El Burgo de Osma, Medinaceli… e incluso alguna localidad hoy abandonada, como es el caso de Boñices. En fin, como digo, un largo repertorio de los pueblos de la provincia de Soria.

Benito Pérez Galdós se fija en Soria para rendirle esta especie de homenaje haciendo protagonista, de una de sus más originales novelas, a nuestra provincia.  Algún tipo de reconocimiento se merece en Soria el autor de Lo prohibido; al fin y al cabo, de bien nacidos es ser agradecidos. Con el beneficio añadido, insisto, de que promocionar una ruta literaria de estas características, de la mano de uno de los más insignes novelistas españoles sería un nuevo atractivo, literario en este caso, para dar a conocer nuestra provincia y su estrecha relación con la literatura. Dicen que algo tendrá el agua cuando la bendicen y parafraseo yo diciendo que algo tendrá Soria cuando tantos escritores ajenos a esta provincia pusieron, sin embargo, su mirada literaria y poética en ella. Y no hablo solamente de autores españoles porque ahí tenemos el caso de Peter Handke y su Ensayo sobre el jukebox o el verso que, al parecer, dejó escrito Ezra Pound en su paso por Medinaceli y que figura en un monolito, a él dedicado,  en aquella villa: «Aún cantan los gallos en Medinaceli». Por cierto que el poeta estadounidense, si durmió en la villa medinense fue porque realizaba la ruta del Cid y es que las rutas históricas y literarias gozan de enorme atractivo. Si el autor que nos lleva de la mano es nada más y nada menos que don Benito Pérez Galdós, el atractivo, al igual que la Bolsa, sube muchos enteros.

La figura de Benito Pérez Galdós debe ser rescatada del olvido en nuestra provincia. El autor canario merece un justo reconocimiento en Soria.