Iván Juarez

CARTA DEL DIRECTOR

Iván Juarez


La extraña pareja

30/11/2019

El desenlace no está claro todavía puesto que la Alcaldía de El Burgo de Osma se presenta como una presa sin un dueño claro que vendría a condicionar, si nos atenemos al ultimátum de la PPSO, 100.000 euros mediante, la estabilidad de la Diputación. Algún episodio más se ha de escribir en este sentido dentro de un reparto que está marcando la presente legislatura. Demasiados frentes abiertos en una institución, como la provincial, hecha a retazos de última hora, con pilares poco sólidos y demasiados intereses cruzados tras el paso por las urnas el pasado 28-A. Las posteriores negociaciones a los comicios locales que trajeron sorpresivos pactos contranatura como el de PP y PSOE en El Burgo, que se mantiene contra viento y marea, y el afán de la PPSO por recuperar el bastón de mando ha aportado un plus de interinidad a ambas administraciones. Mientras, el acuerdo entre PP y Plataforma del Pueblo Soriano selló unas relaciones interesadas destinadas a durar menos que un caramelo en la puerta de un colegio, principalmente por la poca o ninguna sintonía de algunos de sus protagonistas. El precio a la estabilidad (dudoso movimiento alejado de toda ética ya que reduce la vigencia de un pacto de gobernabilidad a una cuestión económica, una mercantilización monetaria de algo tan sagrado como el voto ciudadano) dejaba a las claras la poca confianza entre los aliados y estas diferencias no han tardado en manifestarse porque la PPSO quiere cobrarse su pieza más preciada. Afloran los conflictos que siempre han estado latentes porque Antonio Pardo, el más votado en El Burgo, reclama el sillón de la Alcaldía. En estas andan unos y otros, tratando de hacer valer, y cuanto antes mejor, ese punto sexto del pacto que viene a decir textualmente que «desde el PP se llevarán a cabo las gestiones necesarias tendentes a intentar revertir la situación acaecida en El Burgo de Osma». La impaciencia se ha apoderado de la PPSO que a la primera de cambio ha puesto el pacto sobre la mesa tras el último desencuentro que supuso no comparecer con el PP en las Generales y, en consecuencia, proponiendo hasta tres candidatos al Senado para robar votos a sus socios en Diputación. Poco ha durado un idilio cogido con pinzas y destinado a no durar por la incompatibilidad entre los líderes provinciales de uno y otro partido.
En El Burgo de Osma además han pinchado en hueso. Lo que parecía un mero trámite, revertir la situación política, se ha complicado porque los protagonistas de la alternancia política en la villa episcopal no están dispuestos a ser convidados de piedra y han venido a decir esta boca es mía. Cobo y Martín Navas, y viceversa, hoy héroes políticos de nuestro tiempo, parecen dispuestos a hacer valer su particular acuerdo frente a las presiones de los suyos. Hacerse con El Burgo de Osma era una cuestión estratégica para el PSOE a la hora de seguir creciendo en la provincia, como también suponía una buena oportunidad para el PP dar la puntilla definitiva a la PPSO y condenar a la irrelevancia a una formación que ha venido fagocitando en los últimos tiempos a la formación presidida por Yolanda de Gregorio. La mediación decisiva de Madrid para sellar el pacto de Diputación cambió las cosas, dio un protagonismo a la Plataforma del Pueblo Soriano que no les habían concedido las urnas, e hizo de El Burgo una pieza clave por su relevancia a la hora de afianzar otros objetivos. Convertido en un medio para otros fines más que un fin en sí mismo, una «moneda de cambio» que navas ha preferido no asumir con su salida de Diputación y abandonando la Ejecutiva Provincial socialista.
La crisis se ha acrecentado y tiene muchas más aristas, incluso de las que han trascendido, pero en este periodo, en medio de las turbulencias, para sorpresa de propios extraños el tándem Miguel Cobo y Martín Navas se ha hecho fuerte. La sombra de un enemigo común teje alianzas insospechadas. Cobo y Navas se mantienen firmes, el último dando un portazo más o menos sonoro que ha obligado a Luis Rey a reconocer contactos con la PPSO. Si no, no se explicaría la salida del ya exdiputado). Ambos se han convertido en ejemplo de resistencia frente a las injerencias externas y han arrastrado a una población, la burgense, dolida porque vengan de fuera a decidir su futuro político. Y también porque han visto cómo tras ese acuerdo impensable hace meses por la Alcaldía, Cobo no ha dejado de trabajar en lo que realmente importa: desde su llegada ha recuperado para la causa a 150 vecinos que han llevado el censo hasta superar los 5.000 habitantes. Una cosa es clara, el cargo y el poder hace crecer a quien lo ostenta, incluso a aquellos destinados a ejercer un papel secundario y que parecen fácilmente moldeables. Así, Martín Navas y Cobo, de los que pisan el terreno (el actual alcalde tras la barra de un bar), recibieron el lunes en una operación casi sincronizada el apoyo de su militancia y a partir de ahí construyeron su ejercicio de resiliencia. Una extraña pareja porque, en tiempos donde se asume con total naturalidad que vengan desde Madrid a poner orden en el territorio, se han rebelado poniendo por delante su pacto y de paso la estabilidad de la villa. El primer paso ya lo han hecho y es convencer a los suyos. Difícilmente la Alcaldía retorne a Pardo y ahora PSOE y PP se encuentran sin nada que ofrecer a la PPSO para los primeros asaltar Diputación y los segundos conservarla. Una vez más son esas pequeñas traiciones, las improvisaciones fuera de guion, las reacciones inesperadas las que desnivelan la balanza, y el papel de Cobo y Martín Navas es para ‘oscarizarlo’ porque bien vale una Alcaldía.