Regalo anticipado por el Día de los Abuelos

A.I.P.
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Chechu (85 años) conoce a sus nietas mellizas nueve meses después de su nacimiento

Regalo anticipado por el Día de los Abuelos

La quinta ola ha dirigido el foco informativo a los jóvenes, diana del SARS-CoV-2 que ha elevado la incidencia de la COVID-19 a niveles máximos. Entre pico y pico de la curva pandémica, se escuchan indulgentes comentarios, con más o menos razón, tales como que la COVID-19 ha robado año y medio de diversión a los veinteañeros. Quedan en un recuerdo, casi lejano, aquellos meses en los que los mayores de las residencias no podían recibir visitas y su único contacto con sus familiares era a través de las pantallas de smarphones y tablets. Poco a poco en los centros de la tercera edad se ha recuperado cierta normalidad, pero de la nueva, porque nada es como fue. Este lunes 26 de julio es el Día de los Abuelos y Lázaro José Andrés Ruiz, Chechu como lo conoce todo el mundo, recibió por anticipado el mejor de los regalos. Conoció a Lidia y Zoe, sus nietas mellizas de nueve meses, a las que solo había visto en fotos y por videollamada. Chechu vive desde hace tres años en la residencia de Nuestra Señora de las Mercedes de El Royo (Clece Mayores) y la COVID-19 ha retrasado este encuentro. Ruth y Gloria, madre y tía de las pequeñas, residen en Oviedo y Logroño, respectivamente, de forma que las restricciones de movilidad de meses pasados, así como la espera para contar con la pauta completa de la vacuna frente al coronavirus, ha dilatado este entrañable reencuentro, que se repetirá en el mes de agosto. Con suerte, más pronto que tarde, también volverá a ver a su hijo José Carlos, que vive en Irlanda y no ha podido viajar a España desde hace casi dos años.  

a buen recaudo. En el cajón que cubre la tapa del asiento de su andador, Chechu (85 años) guarda lo que para él es más valioso: las cartas de sus hijas, que relee una y otra vez, y las fotos de sus únicas nietas, a las que mira con ternura a la vez que contrae sus dedos. Repite que fueron las manos, el tacto de Zoe y Lidia lo que más le gustó de la añorada visita. No recuerda los nombres de las niñas, pero su sonrisa y sus gestos delatan que su memoria háptica permanece intacta.  

Mientras posa para El Día de Soria, la directora de la residencia, Sara García Renedo, contacta por videollamada con Ruth y Gloria, que se encuentran en Oviedo con las bebés. A Chechu se le ilumina la cara al verlas. Cree que es una fotografía y acaricia las pequeñas manos de sus nietas. Nos mira, sonríe, cierra los ojos, y rememora entre susurros el contacto con Zoe y Lidia.  

«Cuando estuvimos la semana pasada el encuentro fue muy emocionante. Fue una sorpresa, no le quisimos decir que íbamos de visita. Cuando vio el carrito de las niñas empezó a llorar. Primero el pusimos a Zoe y después, a Lidia. Fue muy bonito. Es lo que más ilusión puede hacerle en este momento, estar con las niñas […] Nacieron el 1 de octubre y a los 15 días se las presentamos por videollamada, pero no es lo mismo», relata su hija Ruth, que reconoce que cuenta los días para las vacaciones de agosto que han reservado en El Royo.  

fortaleza. Asegura Ruth que su padre «tiene una salud de hierro» que le ha permitido superar lo peor de la posguerra, una trombosis, un cáncer de colon y también la COVID-19, ya que se contagió en la primera ola. «Y ha sido y es muy buena persona. Salvó cinco vidas en accidente de tráfico», destaca.  

La familia de Chechu no tiene vínculo con la provincia de Soria, es oriunda de Logroño y está vinculada a Assa, en La Rioja Alavesa, donde tuvieron bodegas de champiñón, finca que aún conservan. Distintas circunstancias llevaron a los hijos de Chechu a buscar una residencia para él, ya que su madre continúa residiendo con Gloria en Logroño. Chechu añora a su mujer. Menciona en un par de ocasiones que no sabe por qué su esposa no acompañó a sus hijas y nietas en el encuentro de la semana pasada en la residencia de El Royo.

«Buscábamos un pueblo pequeño, en el que pudiera salir con tranquilidad, como ha estado haciendo hasta que comenzó la pandemia. Y en La Rioja no encontramos lo que queríamos. El Royo es muy bonito y la residencia nos gustó. De pequeños estuvimos muchas veces por esa zona, cuando íbamos a los campamentos», puntualiza Ruth.  

La quinta ola ha desdibujado el final de esta agotadora pandemia. Podría aprovecharse el momento  para un resquicio de reflexión social que ponga en la balanza el valor de los días perdidos, de los instantes irrecuperables. Para jóvenes, no tan jóvenes y mayores. Para todos.