Bodegas de las de antes en Soria

A.P.Latorre
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Visitamos uno de los cerca de cien lagares antiguos, reconvertidos en merenderos y almacenes de vino para catar con la familia. pero esta tradición se está perdiendo

Bodegas de las de antes en Soria - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez

Las bodegas subterráneas son un elemento esencial en los pueblos de la Ribera del Duero, como Castillejo de Robledo, en Soria, donde hay más de un centenar. Sigifredo Pascual, Sigis, recuerda la época de los años 70, en la que no había bares y los jóvenes se reunían allí a todas horas. Por ejemplo, los domingos se acudía a merendar, después al baile (hubo dos salones que «estaban llenos siempre») y luego de vuelta a la bodega. 

«Para Santiago, el día de la Virgen y el día de Santo Domingo esto por la tarde se ponía todo como si fuese San Juan, todo lleno de luminarias para asar las chuletas. Ahora también, pero ya menos... Estaban llenas. Y en alguna hasta dos familias», comenta mientras nos acercamos a las dos bodegas que tiene la familia, una por su parte y otra por la de su mujer. Ambos pasan allí muchos ratos y también cuando les visitan sus hijos, que viven en Burgos y Barcelona, «aunque son poco de bodegas» pero «les encanta venir a comer chuletas asadas a la parrilla con sarmiento» de las viñas, lo que le aporta un sabor irresistible y tradicional. «Esto era un lagar en pequeño y aquí iba la viga que hacía de palanca para prensar la uva. Hay algunas que tienen diferente arquitectura», apunta mostrando la original colocación de las piedras hacia abajo en la entrada a la ‘cueva del vino’. También las raíces húmedas de un enebro.

En la bodega de la familia de su mujer, Emilia, que construyó su suegro, Pedro Alcalde, cada día al salir del trabajo, hay un amplio merendero en la parte de arriba y una amplia bodega en la de abajo.  Se nota el fresco según descendemos a una zona en la que se han elaborado cientos y cientos de litros de vino. «Aquí había una cuba de 40 cántaros, lo que son 16 litros; y aquí había un cubete. Más al fondo, contemplamos una cuba de 40 cántaros y otra de la misma capacidad. «Lo hizo todo él, picando y sacando con la carretilla afuera, cada día después de trabajar», apunta haciendo referencia a que cada familia tenía la suya. En el merendero han ido guardando muchos recuerdos a lo largo de los años, al ser un lugar en el que se juntan para pasar buenos ratos. Sigis, uno de los socios de la Bodega Castillejo de Robledo y viticultor de toda la vida, ahora que está jubilado tiene sus seis hectáreas y fincas arrendadas. En el merendero guarda el casco del primero vino de crianza que se sacó, un Silentium en 1999.

cubas. Junto a la que nos ha mostrado y las sabinas que ha plantado está la bodega de su familia, que es más antigua que la otra. Su abuelo la compró al tío Juanote y sus padres, Gumersindo Pascual y Trinidad Gil, la conservaron.También allí, muchos recuerdos, los vasitos de aguardiente, trofeos de tanguilla y rana, jarras y vasijas de barro... y las parrillas, que no pueden faltar en todas las bodegas de la zona.

Accedemos a la bodega en cueva, que «era lagareta». «¡Cuidado con las cabezas!», nos avisa abriendo paso. «De aquí para atrás iba la pila donde se echaba la uva, por el portazón, que ahora es una ventana», detalla. Hasta los años 80-90 se usaban como lagares y ya en 1997 se hizo la bodega grande con un grupo de viticultores y que es encuentra al lado. «Por la tarde entra el sol directamente y se ve todo muy bien», añade mientras alumbra con una linterna para que no tropecemos en la oscuridad. «Es totalmente diferente a la otra, más larga y profunda» y todavía tiene huellas de cuando se bajaban las cubas repletas de vino para conservarlo bien fresquito.

«Mi padre tenía aquí una cuba de 40 y teníamos también un cubillo. El vino aquí duraba todo el año, de una cosecha hasta otra», recuerda mostrando un tino en el que entran 120 cántaras y que les hizo un artesano de Roa de Duero. Y así lo comprobamos en la inscripción. Sigis se metía de pequeño a limpiarla. Al lado, una de 90 cántaras. Nos cuenta alguna anécdota de fiestas cuando el vino se salió y se llenó el suelo... «Mientras yo esté por aquí lo iré manteniendo todo, para los hijos». Y, precisamente, en unos días se juntarán allí mismo con ellos.

Allí tiene vino, «un poco de cada», pero el que más le gusta es el rosado. Bueno, si es fiesta y toma carne se decanta por el crianza. «Siempre me ha gustado el vino, sin excederme, pero aquí es tradición de siempre», explica. En las tinajas se guardaba el vino y si se hacía vinagre se usaba para hacer pimientos y tomates. Hablar del vino le hace recordar cuando el pueblo tenía 3.500 habitantes y la escuela estaba llena, allá por los años 50. «Qué se le va a hacer...Eran otros tiempos», apunta con resignación.BIC.

«En verano viene bastante más gente» e incluso alguna persona ha trabajado allí durante el confinamiento. Pero el viticultor cree que la tradición se está perdiendo «porque ahora ya las bodegas son menos frecuentadas y los jóvenes toman menos vino, aunque más calimotxo». La tradición corre peligro, pero cada pueblo y cada vecino debe preservarla. Atauta es ejemplo de ello, la zona del Plantío declarada BIC con categoría de conjunto etnológico. Pero muchas se están perdiendo, como consecuencia de la despoblación. 

estudios. Hay numerosos trabajos de investigación sobre las bodegas subterráneas y algunos advierten de que van camino a la desaparición. Un estudio de la Universidad de Valladolid advierte de que en la provincia vallisoletana la mitad de las bodegas se encuentran en mal estado, irregular o en ruinas por la dejadez de los propietarios. Constatan que muchos de ellos se desentienden y en muchas ocasiones las bodegas terminan hundiéndose por dentro y quedan inutilizadas. Otras, comenta el mismo estudio, «se usan como merenderos donde los vecinos se juntan para comer o cenar» y «se mantienen en buen estado», mientras que otras permanecen cerradas sin más. En otros casos, son sedes de peñas. Se mantienen más bodegas en la zona de Ribera del Duero, por la «cultura del vino» e incluso en muchos casos se siguen usando para la elaboración de vinos. 

Excavadas en la roca de la ladera a pico y pala, las bodegas almacenan todavía hoy en su interior la riqueza de muchas familias desde hace siglos. «Algunos que vienen dicen que esto para refugio está muy bien y, con vino, mejor», bromea Sigis.