Diez kilos de más en dos décadas

SPC
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Más de 2.000 millones de personas de países occidentales son obesas, una cifra que en los últimos 20 años ha crecido exponencialmente y que evidencia un problema de salud mundial

Diez kilos de más en dos décadas

Los nuevos datos sobre obesidad en el mundo, y en particular en los países desarrollados, no dejan lugar a dudas. En solo dos décadas, el peso medio de las personas en países como Estados Unidos o Europa, sobre todo en el Reino Unido, ha aumentado 10 kilogramos, lo que significa una importante «inversión» desde el punto de vista empresarial, puesto que «para mantener la temperatura corporal y moverse hace falta comer un 15 por ciento más de calorías», según destaca el director de Políticas de la Federación Mundial de Obesidad, Tim Lobstein, agrupación que aglutina a más de medio centenar de asociaciones dedicadas al estudio y tratamiento de este problema.

De hecho, esta organización pone el acento en que cada vez hay más adultos que sufren sobrepeso y obesidad y que ya alcanza a unos 2.000 millones de personas, una cifra que aumenta a un ritmo sin precedentes y que ya evidencia una crisis de salud pública de dimensiones globales.

«La obesidad afecta a millones de personas, incluso más que los que carecen de alimentos. Puede que sea el principal problema de salud pública, pero recibe muy poca atención y fondos», asegura Lobstein.

Las últimas estimaciones de la ONU hablan de 672 millones de adultos obesos en 2016, un 13 por ciento de la población mundial que, como en otras personas con sobrepeso, tiene una acumulación anormal de grasa.

El exceso de masa corporal supone unos cuatro millones de muertes anuales, mientras que solo la obesidad cuesta el 2,8 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB) mundial, según la comisión especializada de The Lancet, que alerta de que la malnutrición en todas sus formas es la mayor causa de enfermedades y muertes prematuras en el mundo.

Tanto el sobrepeso como la obesidad son considerados factores de riesgo para numerosas enfermedades crónicas, como las cardiovasculares, la diabetes o el cáncer.

Su prevalencia ha crecido de manera acelerada en el último decenio, tendencia de la que tampoco se salvan los países de ingresos bajos y medios, incluso en África y Asia, con las tasas más bajas de obesidad.

Lobstein destacó que el incremento es mayor en lugares como las pequeñas islas del Pacífico y el Caribe, o algunos países del Golfo, «posiblemente porque están importando muchos alimentos y  resulta muy difícil impedir la entrada de comida basura».

La transición a una alimentación poco saludable, influida por el desarrollo económico, la urbanización, el sedentarismo y el acceso a productos baratos de mala calidad, ocurre también en países como los que tradicionalmente han seguido la dieta mediterránea.

«Si ves lo que los niños comen en los hogares pobres de Italia, verás que pican mucho entre comidas y seguramente delante de la televisión», advierte el responsable de la federación, que critica «el interés de la industria alimentaria por mantener la obesidad», especialmente la de los más pequeños.

«Lo importante es no centrarse en los individuos, sino en las políticas y en los ambientes en los que hacemos nuestras elecciones», afirma Lobstein, que urge a encarecer y restringir la promoción de los productos no saludables, abaratando aquellos que sí lo son.

Y manda un mensaje a la industria alimentaria: «Tiene que empezar a hacer los cambios que la sociedad necesita, dejar de pelear cada medida de salud pública mientras sigue promoviendo productos de alto contenido en sal, grasas o azúcares».

Distintos especialistas participantes en el simposio coincidieron en que no se trata de confiar en el sistema, sino en lograr una buena gobernanza en la que los mercados se adapten a las leyes y la sociedad civil participe activamente.