Capacitados para trabajar

Nuria Zaragoza
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A Olga Hernández le sorprendió la discapacidad hace dos años tras una operación de brazo. Tras un largo periplo, tiene un trabajo que complementa su prejubilación del 50% y le ha devuelto su autonomía

Capacitados para trabajar - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez.

«Señores de la Academia, ustedes han distinguido a un actor con discapacidad, no saben lo que han hecho. Ahora solo se me ocurren tres palabras: inclusión, diversidad y visibilidad, ¡qué emoción! ¡Muchísimas gracias!». Jesús Vidal, de 43 años, recogía hace unos días con estas palabras el Goya al mejor actor revelación por su trabajo en la película Campeones, de Javier Fesser. Era uno de los momentos más memorables de la noche del cine español.  

El discurso de Vidal ponía el foco nacional en la integración de un colectivo al que la sociedad no se lo pone fácil. En Soria, se estima que hay cerca de 8.000 personas con alguna discapacidad reconocida, según los datos del INE. De estas, unas 2.000 están en edad de trabajar (ya que la inmensa mayoría son mayores de 64 años). Sin embargo, apenas 900 lo hacen. Los prejuicios que todavía existen, el desconocimiento, la escasez de empresas inclusivas, de formación, de información, de eliminación de barreras (y no solo físicas)... juega en su contra. 

Olga Hernández Fernández da fe de ello. Tiene 49 años y los últimos han sido una «auténtica pesadilla» para ella. Ha pasado de ser una persona «totalmente normal» con su «trabajo, sueldo, y una vida totalmente autónoma e independiente», a ser una persona con una discapacidad reconocida del 50% ya que sus brazos no le responden a la hora de coger pesos. Pero sus barreras físicas no han venido solas... 

«Siempre he trabajado en hostelería y desde hace unos años tenía muchos problemas de tendinitis en los dos brazos, con muchos dolores. Me operaron el brazo derecho pero se quedó peor de lo que estaba, y ya no se arriesgaron a operarme el izquierdo. Pasé de no ir nunca al médico a estar año y medio de baja, y no poder hacer nada», rememora sobre el origen de su discapacidad física. Tras un largo periplo médico y administrativo en el que recuerda con especial dureza el paso por la inspección médica (que le «obligó» a volver a trabajar hasta en dos ocasiones a pesar de que «era incapaz, estaba machada»), logró una «prejubilación del 50%». 

Veinticinco años cotizados le dieron derecho a una pensión que «no llegaba a los 500 euros». «Tengo un hijo menor (de 17 años) aún en casa, una hipoteca, los gastos básicos de la vivienda... era imposible con 460 euros», rememora sobre la «época más dura» de su vida. Quería trabajar para completar la pensión pero sus condiciones físicas complicaban siempre la búsqueda ya que«no podía trabajar ni en hostelería, ni en limpieza, ni en tiendas... que es lo que me salía, porque no puedo coger ni poco ni mucho peso, es imposible». Tocó techo, pero logró salir de ese agujero económico y psicológico gracias a la ayuda de su familia. «Durante más de un año no llegaba a 800 euros y luego se me quedaron 460. Era muy complicado. Si no llega a ser por mi hijo mayor (que ya no vive en casa) y por mi madre... Tengo unos hijos increíbles. Si no fuera por ellos yo no habría podido salir adelante», reconoce. Ellos le dieron la estabilidad económica que necesitaba para seguir adelante y ella puso el ánimo y la ilusión para «no dejar de luchar». Y, al final y con un poco de ayuda, ahora mira la vida con otra sonrisa. 

Su ángel de la guarda ha venido de la mano de Fadiso (Federación de Asociaciones de Discapacidad en Soria) y a través de la Fundación La Caixa y su programa ‘Incorpora’, dedicado específicamente a la integración laboral de personas vulnerables y, entre ellas, de personas con discapacidad física. En Soria, la Fundación Cepaim y Cocemfe (la Confederación Española de Personas con Discapacidad Física y Orgánica) Soria-Fadiso colaboran con este programa de Fundación La Caixa.

«Era un caso complicado porque no podía hacer nada con los brazos», recuerda la técnico de Cocemfe Soria Fadiso, Silvia Stoduto Charle, quien ha guiado el itinerario de Olga. Tras valorar muchas alternativas y «ser muy pesada con ellas», apunta la beneficiaria del programa entre risas, llegó una opción laboral del Grupo Lince, «una de las empresas que más comprometidas están y que, más allá de trabajar por la integración, mira mucho también la necesidad del usuario», apunta Stoduto. La oferta de trabajo era de conserje en la residencia de estudiantes Duques de Soria. Olga vive en Almazán, pero no ha sido ningún problema para ella, quien se ha buscado alternativas para no fallar a su puesto de trabajo. Utiliza el transporte público y llega «dos horas de entrar a trabajar». Y se está sacando ya el carné de conducir. 

«Llevo siete meses y estoy feliz», subraya la beneficiaria del programa ‘Incorpora’, que reconoce que sin esta mediación hubiera sido «mucho más complicado» encontrar un trabajo. Allí asume las labores de «control de acceso de los residentes, abrir y cerrar estancias, atender el teléfono...», un puesto «perfecto» para ella.  

Su nómina le aporta el complemento económico que necesitaba pero, más allá del aspecto monetario, le da «independencia, libertad...  ahora soy totalmente autónoma de nuevo», añade. Su vida ha «cambiado totalmente» pero en el camino ha aprendido también a valorar muchas cosas y a superarse día a día. De hecho, indica, se está sacando ahora el carnet de conducir para tener aún más independencia, ya que vive en Almazán y debe desplazarse para ocupar su puesto de trabajo. 

«Tiene muchas ganas y es una luchadora», le felicita la técnico de Fadiso, quien insiste en lanzar ese mensaje positivo a todas aquellas personas que cuentan con alguna discapacidad física o psicológica y están en ese camino de búsqueda de empleo. «Cuesta mucho salir adelante, pero se puede. Y es importante no quedarte en casa llorando. Hay que salir a la calle, buscar, preguntar...», recalca Silvia Stoduto, que reconoce sin tapujos que todavía quedan muchos pasos por dar tanto a nivel social como institucional como empresarial en el camino de la integración de las personas con capacidades especiales. 

falta información. «Realmente hay muy poca información para la gente que necesita integración laboral. No hay ni una guía, ni un organismo, ni una oficina que se encargue de asesorar y ayudar a estas personas y que les explica los beneficios que existen, las ayudas a las que pueden optar, los servicios que hay... Se tienen que buscar la vida solos», recrimina Stoduto sobre la falta de seguimiento institucional al respecto. Sin respaldo público, son las entidades como Fadiso y la Fundación La Caixa las que tratan de suplir y colaborar en estas situaciones. «Nosotros damos servicio gratuito» indica, instando a la gente que lo necesite a utilizarlo. 

Y en el otro lado de esta balanza, el de las empresas, reconoce que «todavía hay muy pocas empresas sensibilizadas» y «todavía te dicen que contratan a alguien discapacitado, pero que no se no te mucho», recrimina. «Es cierto que hay puestos difíciles porque físicamente exigen un esfuerzo, pero hay otros para los que son perfectos. Y quizá solo necesita que haya un taburete al lado para sentarse en caso de necesidad, o un descanso cada cierto tiempo...», añade. En este sentido, destaca  Stoduto, el beneficio que pueden aportar estos trabajadores va mucho más allá de los beneficios fiscales. Generan imagen positiva a nivel empresarial y, además, es gente acostumbrada a vivir con un sacrificio, por lo que generalmente tienen reforzado su espíritu de autosuperación, de motivación, de compromiso.

«Cuando no tienes estos problemas no te das realmente cuenta de las barreras que existen. Pero cuando te toca... te das cuenta de que hay muy pocos sitios donde te echen una mano. En Almazán, de hecho, era casi imposible con mi problema encontrar un trabajo. Ahora estoy feliz y espero que dure mucho», confía Olga.