Arte para el diálogo

Nuria Zaragoza
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El Gobierno propuso una escultura de homenaje a los 82.000 ferroviarias represaliados. Dos sorianos, Ricardo González y Miguel Ángel Sánchez, le dieron forma

Arte para el diálogo - Foto: Eugenio Gutiérrez MartÁ­nez

Un conjunto de vías de tren rescatadas del olvido y unidas en un núcleo que apunta al cielo. Símbolo de comunión, de unidad, de fuerza, de resistencia. También de adversidad, de infortunio, de dureza férrea. De amnesia recuperada. De memoria histórica... Quizá de eternidad. 

El ministro de Fomento, José Luis Ábalos, fue el encargado de inaugurar esta obra frente a la estación de Atocha. Las manos de dos sorianos, Ricardo González y Miguel Ángel Sánchez, las encargadas de construir este homenaje a los 82.000 trabajadores y sindicalistas del mundo ferroviario que entre 1936 y 1977 sufrieron la represión de la dictadura. Por encargo de Renfe y Adif, era un «acto pendiente» ante quienes fueron vengados por «pensar distinto», dijo el ministro.

Y a pensar invita precisamente la obra de arte abstracto propuesta por los sorianos. Porque esos tres metros de viejas vías encorvadas terminan en un nudo que traspasa el infinito, y toca la emoción. Y hace pensar. Recordar... Así se vivió el día de la inauguración, el pasado 22 de noviembre, cuando el centenar de personas que acudió al acto se conmovió al descubrir la pieza.

Arte para el diálogoArte para el diálogo - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez.el origen. El proyecto llegó a estos dos sorianos a través de Miguel Ángel, quien mantiene contacto con el Museo del Ferrocarril de Madrid ya que en  abril expondrá parte de su obra en el andén central, en un vagón habilitado para exposiciones de arte contemporáneo. Dentro del plan del Gobierno en materia de Memoria Histórica tenían pendiente un homenaje a los ferroviarios represaliados, y desde el Ejecutivo recurrieron a la Fundación de Ferrocarriles Españoles para pedir opinión. Desde allí recomendaron a Miguel Ángel y, tras conocer su trabajo, le encargaron la obra, «una escultura de gran formato para homenajear a esos 82.000 represaliados», recuerda. 

Él había trabajado ya obras de grandes dimensiones pero no tenía «gran experiencia», así que decidió solicitar el apoyo de Ricardo González, a quien había conocido meses atrás, en verano,  a través del II Simposium Internacional de Escultura de Soria que González coordina y donde Sánchez participó. «Conociendo su sabiduría, su experiencia, su profesionalidad… le dije que si me podía ayudar. Me hubiera atrevido solo pero estar con Ricardo era ya una garantía de éxito», justifica Sánchez. 

Entre los dos diseñaron el boceto y definieron el proyecto. Disponían de poco tiempo pero tenían claros algunos aspectos, como el material a emplear:debía ser ferroviario y querían que fueran vías del Cañuelo para que la obra tuviera «alma soriana». Adif y Renfe autorizaron el uso de  parte del material en desuso que se amontona desde hace años en la estación soriana pero, cuando fueron a recopilarlo, se encontraron con la oposición del personal de la estación (de uno de sus técnicos). Prefieren eludir la polémica, pero no esconden su malestar -e incluso tristeza- ya que «hubiera sido bonito que Soria estuviera en la fachada principal de Atocha con una presencia, y con alma. Es una pena», coinciden ambos. El material llegó finalmente desde Madrid y apenas tuvieron tres días para ejecutar la pieza. El tiempo corría en contra y por eso fue «fundamental», agradecen, la colaboración de dos firmas sorianas, Tamesa (Soria) y Forjas de Castilla (Almazán). Las dificultades de trasladar una obra tan pesada, los daños sufridos en la escultura durante el viaje... ocasionaron los últimos  contratiempos, que se lograron salvar con éxito «en tiempo récord». «El tiempo era insuficiente... pero nos lanzamos. Fue terrible pero al final todo se hizo y llegó todo a tiempo y fue perfecto», felicita González. 

El resultado mereció la pena, coinciden los dos, quienes recuerdan el momento de la presentación como «absolutamente emocionante». Por las sensaciones recibidas. Porque logró traspasar los corazones... Es lo interesante y, al mismo tiempo, lo desconcertante del arte abstracto. Que «tiene muchas lecturas»posibles y «depende de la sensibilidad y la cultura de cada persona», asume González. Las sensaciones recogidas entre el público evidencian que, «de alguna manera, acertamos con lo que pensábamos transmitir», añade el escultor soriano, quien lleva toda la vida dedicado al arte desde dos facetas que ha logrado compaginar, comodirector de la Escuela Escuela Superior de Diseño de La Rioja y como escultor. «Nunca he dejado la escultura, jamás. Desde que me fui de Soria a los 18 años monté taller en Barcelona y nunca lo he dejado. Estoy contentísimo de haber podido compaginarlo con la dirección, hay poca gente que lo haya podido hacer», destaca. 

El lugar elegido por el Ministerio para albergar la escultura no ha podido ser más oportuno, convienen ambos. Porque el contexto también ayuda -y mucho- a entender la obra escultórica. 

Desde un primer momento se pensó en la estación de Atocha, pero el destino inicialmente planteado era otra a la ubicación final. «En un principio iba a ir en el jardín botánico que hay dentro de la estación», recuerda González. Su peso daba problemas y «decidieron ponerla en la fachada principal». Y fue un acierto, coinciden. Tiene «fuerza y entidad» para ese enclave. Y es una «satisfacción» que esté ahí, «en la fachada de un barrio como Atocha, con el Museo Reina Sofía de fondo…», apunta Sánchez, para quien la escultura es mucho más que un oficio o una afición. Es una forma de expresarse, de permanecer en el tiempo, de ser recordado... Y, también, «terapéutica», apunta con una sonrisa. «Porque lo que gastas en materiales no lo gastas en médicos», justifica.  

Su idilio con el arte comenzó también temprano. Estudió en la Escuela de Arte de Soria pero la familia le invitó a formarse en «algo con lo que se pudiera ganar la vida». Eran otros tiempos... Optó por Derecho y trabajó en una multinacional en Zaragoza, aprobó una oposición en la Diputación de Soria, fundó la Escuela de Turismo Alfonso X de Soria... pero la escultura estaba en su mente, en sus manos, y en su corazón, y se reencontró con ella tras restaurar un palacete en Molinos de Duero. «Ahí me daba muchísimo tiempo para trabajar y retomé la afición de nuevo, hasta hoy», destaca. Ahora compagina su trabajo de funcionario en la Diputación con la escultura donde, como Ricardo, hace tanto obras por encargo como trabajos libres. 

equipo. La escultura para Atocha les unió como ‘matrimonio’ artístico y ahora trabajan ya en nuevos proyectos juntos. Reconocen que no es sencillo unir ideas, conceptos, formas de trabajar... de dos artistas que se identifican como «divergentes». No obstante, han conseguido confluir con equilibrio, destreza, sabiduría y aprendizaje. «Yo estoy encantado, estoy aprendiendo mucho. El ser divergente no es malo. De hecho, cuando llegas a un consenso, el resultado es sumamente original», apunta Miguel Ángel sobre su compañero de equipo. «Ha sido muy estimulante», añade al respecto Ricardo. «Yo me he entendido perfectamente con él. Tenemos conceptos divergentes pero, al final, hablando, convergemos. Es algo curiosísimo», apunta. Ayuda, y mucho, ser «una bellísima persona», saber «escuchar», estar dispuesto a compartir, aprender... crecer. 

Es pronto para poder desvelar los que serán sus próximos trabajos conjuntos ya que, de momento, los han presentado y aún deben ser aprobados, pero nos desvelan ya algunas ideas. Entre otras, un proyecto sobre violencia de género a nivel provincial. La idea es que varios pueblos puedan unir sus fondos en esta materia y dedicarlos a un proyecto escultórico provincial con presencia en uno o varios pueblos cabecera de comarca. 

Otra iniciativa que puede resultar muy «interesante»y un gran atractivo a nivel turístico es un proyecto que han planteado para los Parques Naturales de la provincia. En síntesis, se trata de hacer un parque escultórico en lugares como la Laguna Negra, la Fuentona... utilizando el land art, una corriente ya muy extendida en otros países y que propone hacer arte utilizando la propia naturaleza. «Es algo más conceptual, más contemporáneo, más vanguardista, con otra filosofía. Algo potente», presenta González, que reconoce que, aunque trabaja lo clásico, donde se siente realmente «cómodo» es el abstracto. «Es donde tengo que pensar, no solo saber hacer. Saber crear», justifica. También Miguel Ángel comparte esta idea y considera básico que el proyecto «ilusione» y  que la «libertad al artista» tenga su espacio. 

Tienen muchos retos entre manos, pero los dos miran con especial ilusión al proyecto que han presentado al Gobierno de Zambia, «una obra majestuosa» para «ensalzar su patrimonio cultural a través de sus monumentos megalíticos, las raíces, folclore…», con la posibilidad también de hacer un simposium internacional allí», explica Miguel Ángel. 

Reconocen que en Soria queda trabajo por hacer y sería un reclamo contar con un parque escultórico como el que ya ha comenzado a elaborar el Ayuntamiento a través del simposium. Sea como sea, su obra perdurará en el tiempo. Y la podrán ver los nietos de Miguel Ángel, como él sueña. «Tus amigos y los hijos de tus amigos, cuando nosotros desaparezcamos, te seguirán recordando; y tus detractores, seguirán sufriendo», concluye Ricardo con una sonrisa.