Conjuraderos contra las tormentas en Soria

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Un estudio pretende analizar la extinta práctica de conjurar lastormentas desde algunas cruces ubicadas en las llanuras del sur de la provincia y sus similitudes con los peirones aragoneses

Conjuraderos contra las tormentas en Soria - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez

La funcionalidad de las cruces presentes en el campo soriano depende de la tradición que se cierne en torno a ellas y de su particular ubicación. Bien es sabido que en la provincia se trataba de combatir  a las tormentas con remedios como un particular tañido de las campanas o los rituales en torno a las torres y los atrios de los templos religiosos. Pero también en las llanuras de la comarca de Almazán y Berlanga existen, seguramente por influencia aragonesa, un tipo de cruces que servían para deshacer los nublados. Los llamados conjuraderos son cruces situadas habitualmente en lugares visibles a las afueras de los pueblos desde donde se trataba de conculcar las tormentas a través de un ritual específico. 

Pedro Javier Cruz Sánchez es arqueólogo, antropólogo e historiador y ha analizado los paisajes sagrados de León o Zaragoza y asegura que los peirones aragoneses y los renubeiros leoneses guardan similitudes con las cruces de los conjuraderos sorianos. Apunta el experto que estos lugares suelen cumplir una doble función: como conjuraderos y como cruceros para la bendición de campos, una práctica muy extendida en Soria. «De hecho, se complementan, por eso coinciden en las mismas cruces estos rituales tan diferentes, como una especie de secuencia de acciones rituales para evitar que el único medio de supervivencia desapareciese», destaca. Los sorianos datan de entre los siglos XVI y XVIII y las cruces no guardan una morfología propia «porque se aprovechan las cruces existentes». Las hay de piedra con mayor o menor trabajo decorativo, como el caso de Morón de Almazán y Caltojar y hay otras muy sencillas de madera como en la zona de Berlanga y Tardelcuende. El estudio de la toponimia en esta zona conduce a considerar que en Soria se llevaron también a cabo estas prácticas de conjurar las tormentas guiadas por párrocos y otros ‘especialistas’ que combatían con rezos e imágenes sagradas las adversidades a las que se enfrentaba el trabajador del campo. Para clarificarlo, Pedro Javier Cruz pretende llevar a cabo un estudio en profundidad junto con la arqueóloga e historiadora soriana Marisol Encinas. Ambos preparan un proyecto, para el que buscan el respaldo financiero de las instituciones, centrado en el sureste de la provincia, mediante el que extraer una catalogación morfológica, estudiar los patrones y la localización de todos los conjuraderos. «Nos interesa ver las transferencias con Aragón. [...] Será un arduo trabajo para poder discernir entre las que pueden ser conjuraderos y las que no», comenta Cruz. 

En este sentido, a partir de un estudio preliminar de la toponimia, el objetivo es desarrollar un trabajo de campo a través de encuestas orales y complementario a la consulta documental: «es una práctica popular pero la Iglesia tenía que tener cierto control sobre ello». En definitiva, se trata de un trabajo sistemático de «un aspecto muy particular de la provincia de Soria aunque no único pero que tiene muchas lecturas transversales». Además del fin puramente científico, estos investigadores proponen que se otorgue a la zona de un valor posterior como reclamo turístico mediante rutas que unan las cruces..

TRADICIÓN. «Lo que diferencia a estas cruces de otras es la tradición de conjurar tormentas». Los rituales eran diversos y existe mucha literatura sobre ello. «Sí que se conocen, por ejemplo, ciertos rituales muy particulares en San Marcos: comitivas de procesiones y velas. Con la cera que caía se hacían unas crucecitas de madera y se pegaban en las cruces para proteger los campos». «Ejemplos materiales hay muchos». Menciona Cruz el entorno de Tardelcuende, las canteras Cascajosa y Osonilla, la tierra de Berlanga, Morales, Recuerda, Coscurita, Perdices, Nepas, los altos de Lubia...como poblaciones donde se encuentran muestras significativas de lo que se presume que han sido conjuraderos para espantar las tormentas. El problema, apunta este experto, y por lo que urge hacer este estudio, es que «las tradiciones se van perdiendo porque la gente mayor de los pueblos va desapareciendo, entonces es casi más un trabajo de patrimonio inmaterial». 

Algunos de los lugareños, incluso octogenarios, con los que El Día de Soria ha hablado en Morón de Almazán, Caltojar y Tardelcuende, hacen referencia a la bendición de campos o recuerdan cómo se lanzaba cohetes antigranizo, pero nada dicen conocer sobre conjurar nublados. Ello hace pensar que esta tradición en tierras sorianas podría haberse perdido hace ya algunas generaciones.