Los afectados por la riada en Santa María urgen soluciones

Ana Pilar Latorre
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13 viviendas fueron desalojadas por la riada que se produjo el pasado septiembre en Santa María de Huerta. Desde entonces los vecinos afectados no han podido volver a sus casas ante el riesgo de derrumbe. Exigen una actuación rápida en los barrancos

Las inundaciones de Mallorca han hecho recordar a los vecinos de la calle San Bernado de Santa María de Huerta la rieda que entró a sus casas el nueve de septiembre y tienen miedo de que la lluvia pueda causar desgracias personales. Aquel día la crecida y desbordamiento de uno de los barrancos que pasa por el pueblo para desembocar en el río Jalón se llevó por delante un muro y se desvió, pero si no hubiera sido así los que se encontraban en sus casas y en el bar -eran fiestas y había campeonato de mus- hubieran corrido un gran riesgo. La situación es más grave de lo que parece, porque una decena de viviendas construidas sobre el barranco fueron desalojadas por daños en los cimientos. Cinco horas después del aguacero muchos vecinos, la mayoría en edad avanzada, tuvieron que dejar sus casas y buscar un lugar en el que alojarse, algunos con sus familiares. 

Hay muchos casos pero, por ejemplo, Antonio Aguilar y Rosa María Llorente se alojaron en una casa familiar que lleva 20 años sin habitarse, pero sin las comodidades de la suya; y en unos días tendrán que mudarse a otra casa con calefacción. Jesús Montón vive ahora con su hija Laura y su hermana Ángeles se apaña con una habitación en la parte de la vivienda que no corre peligro de derrumbe. Celsa Mateo y Pascual Penacho también se han trasladado a vivir con su hija Mª Ángeles. Entran a sus casas para lo justo, a coger ropa y otros enseres que van necesitando, pero ya no pueden hacer allí su vida, en su barrio... Y pasan el día mirando al cielo... Hay situaciones personales muy difíciles y mucho miedo, pero también rabia e indignación, porque después de un mes del suceso no hay soluciones concretas.

En el pueblo hay todavía restos de barro y cebada que arrastró el agua desde los campos de labor. Frente al monasterio cisterciense, en la carnicería nos recibe Laura Montón, quien recuerda que el agua entró al establecimiento al romper el cristal y alcanzó el metro de altura, a pesar de haber colocado compuertas y trancos en cuanto vieron las que se les venía encima. Muchos vecinos del pueblo ayudaron a achicar y limpiar tanto su tienda como las viviendas. El establecimiento estuvo cerrado cuatro días y después pudo abrir «a medio gas». Perdió género y se estropearon las neveras, pero hoy da las gracias por poder tenerlo abierto de nuevo.

desánimo. En el patio trasero, su padre y su tía, Jesús y Ángeles, muestran sus casas y la orden de desalojo, que les aconseja no hacer vida allí por los daños en la cimentación. «No es normal que a día de hoy estemos así, un mes después. Queremos soluciones y que más que fechas que sean hechos.Que se pongan en nuestra situación», denuncia la joven, apuntando a que el problema viene de lejos.  Su padre asegura que «no se puede estar mirando al cielo todo el día. No me puedo ir a ningún sitio y dejar a mi hermana así». Ha habido dos avisos y este fue el tercero, comentan, por lo que ya se deberían haber tomado medidas para evitar daños personales como en Mallorca. Critican a las autoridades por no actuar en los barrancos de la localidad, porque creen que «solución sí que hay», y hacen referencia a la parcelaria que se realizó y a la ausencia de ribazos. «Tienen que hacer caso a los que vivimos aquí. No ha pasado nada porque Dios no ha querido», denuncia Laura Montón. 

Su padre nos muestra el recorrido que realizó el agua ese día, desde la parte superior del pueblo y la pared de una de las casas que rompió el torrente hasta la desembocadura del barranco junto al monasterio y que pasa bajo las viviendas, y todo lo que arrastró, como piedras y ramas de gran tamaño, y que deterioró los cimientos. Él cree que la solución podría estar en un sifón y en el refuerzo de los muros.

Ana Isabel Aguilar lamenta que sus padres hayan sido desalojados de su vivienda, adaptada para personas mayores y donde su padre, que está muy delicado de salud y que fue panadero, tiene un taller para trabajar la madera. Ese día tuvieron que sacar a la calle todos los muebles -de sabina y aprovechados de la casa de San Pascual Bailón- porque el agua lo arrasó todo. Allí comprobamos los desperfectos causados por el agua, pero como en las otras viviendas el daño está en el subsuelo, en los cimientos.

Ella cree que es urgente realizar un estudio de orografía y geografía en la zona, no sólo en Santa María, sino también en la zona superior. Antes había bancales, pero ahora el agua arrasa todo en diez minutos. En el lugar, nos hace un mapa y nos explica los riesgos de la confluencia de tres barrancos hacia el río Jalón, al tiempo que indica que el Ayuntamiento hace lo que puede pero que es una zona en la que intervienen las diputaciones de Soria y Aragón, la Junta, la CHE.... «Se solapan intereses y se eximen responsabilidades, no hay soluciones. Somos un pueblo pequeño pero que sobrevive, con gente joven que tiene inquietudes», denuncia. «No podemos estar callados ante esto», añade. 

Por su parte, MªÁngeles Aguilar explica que en su familia tienen problemas de salud graves y que sus padres también han tenido que dejar su hogar y trasladarse a su casa. «Mi madre me manda a por cosas pero no sé donde las tiene. Dice que si viene ella ya no se va. Su barrio les da la vida y aquí tienen de todo», indica desmoralizada y apuntando que debe haber soluciones ya. 

los apoyos. Los vecinos no han recibido ayuda psicológica, comentan, a pesar de que «en cinco horas te dicen que tienes que salir de casa». Los efectivos de Diputación y Junta y los vecinos les ayudaron mucho a limpiar y «el seguro, al ser desastre natural, pasa al Estado y los peritos evalúan lo que se ha perdido, pero no es real. Dan un tanto por ciento de las pérdidas y al año que viene se declaran como si fueran beneficios». La Junta ofrece ayudas, aunque solo a empadronados, aunque todavía no han recibido nada a pesar de que tienen que buscarse otra vivienda por un tiempo indefinido. El Ayuntamiento, apunta, ha ayudado en todo lo que ha estado en sus manos. Pero más que mesas de trabajo quieren hechos.