Un año de secano

M.H. (SPC)
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La mayor parte de los cultivos españoles dependen de la lluvia y los herbáceos son mayoría, pero su ciclo anual es más trabajoso y complejo de lo que parece al ver los campos de cereal desde el coche

Un año de secano

En La Rioja, aparentemente plagada de viñedos, en 2020 hubo más hectáreas de cereal que las dedicadas a la viticultura (unas 57.000 por 52.000). En Castilla-La Mancha, el mayor productor mundial de uva, la diferencia proporcional mucho mayor: 1.278.000 hectáreas de trigos y cebadas por bastante menos de 500.000 de viñas. Al acercarse a otras comunidades eminentemente cerealistas, como Castilla y León, las cifras lo dicen todo: más de dos millones de hectáreas de cereal, siendo el barbecho la superficie que más se le acerca con algo más de 600.000 (sin contar pastizales y superficie forestal, que tampoco superan esa cifra, en cualquier caso). Todo esto según datos de la Encuesta sobre Superficies y Cultivos de España (ESYRCE) 2020, publicada por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.

Es decir, España es un país de secano, ya que el cereal, en una proporción apabullante, se siembra de esta manera. Los regadíos son buenos y van aumentando y modernizándose poco a poco, pero hay que asumir que en este país toca depender del cielo para asegurar la cosecha en la mayoría de las ocasiones. Cultivos industriales como el girasol o la colza, o leguminosas como la veza, suelen ser los compañeros de paisaje de trigos, cebadas, avenas y centenos, y se emplean para alternar y que la tierra no se agote.

Solo las dos castillas aglutinan más de la mitad de superficie de cereal del país y al circular por las carreteras de esa España interior, inmersos en un océano de espigas ondeando al viento, se puede crear la impresión errónea de que este tipo de cultivo es sencillo y no exige demasiado trabajo, que consiste en tirar la semilla a la tierra, aplicar algún que otro producto y esperar al verano para cosechar. Pero nada más lejos de la realidad.

El año agrícola para un labrador de este tipo comienza al final del verano, después de la cosecha (salvo que el cultivo sea de girasol, en cuyo caso se retrasa el ciclo siguiente). Suponiendo que sea trigo lo que se va a sembrar, toca elegir el método. Técnicos de ASAJA explican que, incluso antes de sembrar, hay agricultores que esparcen abono y lo tapan pasando la grada, un apero de laboreo en superficie. De cualquier modo, la siembra puede ser de tres tipos: directa, de mínimo laboreo o tradicional.

En el primer caso, previamente se suele emplear el glifosato, un herbicida de amplio espectro que elimina toda la vegetación que ha podido brotar tras la cosecha para que la semilla no tenga competencia al germinar y comenzar su crecimiento. El grano, como la propia palabra indica, se siembra directamente, sin utilizar previamente el arado para mover la tierra. Este tipo de cultivo es fácilmente identificable en sus primeros estadios porque en la parcela se ve el brote del cereal entre las cañas secas del rastrojo del año anterior.

Si la elección es el mínimo laboreo, según explican desde ASAJA, el terreno se pasa una o dos veces con la grada o la reja, que profundizan poco, antes de tirar la semilla. En la siembra tradicional se suele pasar el arado de vertedera, que sí ahonda en la tierra, después una grada y finalmente se siembra. Todo esto no se hace seguido, sino que después de cada laboreo se deja descansar al terreno. Y en cualquiera de los tres métodos es imprescindible que la tierra tenga cierta humedad (aunque no demasiada) para que los tractores y los aperos puedan realizar bien su trabajo.

Una vez realizada la siembra, en el caso del cereal se suele pasar el rodillo. La principal ventaja de esta práctica es que alisa la tierra y facilita la labor de la cosechadora, evitando que piedras o grandes tabones de tierra estropeen el peine. Y después del rodillo, lo habitual es esparcir el herbicida de invierno, que cumple dos funciones: matar las malas hierbas existentes e impedir que germinen las semillas de otras que brotarían en un futuro. Este tipo de herbicida tiene un problema, aclaran los técnicos de ASAJA, y es que perjudica a otros cultivos como la veza si se plantan en la campaña siguiente, por lo que hay que planificar con cuidado.

En este momento el cereal ha nacido pero aún no ha encañado, es decir, todavía tiene el aspecto de hierba y no ha echado la caña de la que luego surgirá la espiga. Y hay que fertilizar para que esa espiga se forme fuerte y con semilla abundante y pesada. En el caso de haber utilizado abono de sementera, el que se esparce justo antes de sembrar, en este momento del ciclo lo normal será tirar solo nitrato. Pero en caso contrario existen abonos de una sola aplicación que, además del nitrógeno, aportan a la tierra otros elementos necesarios para el correcto crecimiento de la planta: azufre, potasio…

A partir de ese momento hay que estar muy atento a la posible aparición de hongos, que podrían echar a perder la cosecha completa. Según aclaran desde ASAJA, la práctica de quemar rastrojos, hoy en día apenas permitida o directamente prohibida, según regiones, ayudaba mucho a controlar a estos microorganismos, pues mataba todos los que quedaban en las cañas secas, además de suponer también un control para ciertos insectos como el pulgón. Los finales de invierno y comienzos de primavera lluviosos favorecen la multiplicación de los hongos (hay diferentes especies), que primero se manifiestan a través de pequeños puntos amarillentos en la hoja del cereal; si la parcela comienza a amarillear a simple vista, desde la distancia, es posible que sea tarde ya para aplicar cualquier tratamiento.

La lluvia vuelve a ser protagonista. Necesaria para poder laborear y sembrar, en esta etapa también es imprescindible para que la espiga se forme y dé semilla abundante, pero si cae demasiada agua favorecerá el desarrollo de lo hongos.

En este punto, la mayor parte del trabajo está ya hecho. Toca mirar al cielo y esperar que no se produzca ninguna helada tardía en mal momento para que las espigas crezcan sanas; y confiar en que antes de la cosecha no caiga pedrisco ni precipitaciones violentas que puedan echar a perder el grano o tumbar las cañas impidiendo o dificultando la recolección.

 

Rotación

Completado el ciclo, es momento de decidir qué especie se sembrará al año siguiente. La alternancia de cultivos va a ser incentivada con la nueva PAC por los beneficios que aporta al terreno en términos de enriquecimiento del suelo, aparte de las ventajas para fauna esteparia, que sabe aprovechar este tipo de paisaje en mosaico. En el caso de las zonas cerealistas de secano, trigo, cebada, girasol y veza suelen ser lo más utilizado, aunque la colza está ganado terreno en los últimos años (concretamente triplicó la superficie ocupada entre 2011 y 2017, según el Ministerio de Agricultura).

La veza, una leguminosa forrajera que habitualmente se siega en verde (salvo que se deje para obtener semilla), no es especialmente rentable, explican desde ASAJA, pero tiene una ventaja indiscutible que comparte con todas las demás legumbres: capta nitrógeno del aire y, a través de sus raíces, lo fija en el suelo. Es decir, abona gratis. En la parcela donde se ha sembrado veza es común obtener una tonelada más de trigo por hectárea al año siguiente que si se hubiera sembrado, por ejemplo, cebada. Además presenta otra interesante ventaja para los suelos y la fauna, que es que se puede cultivar sin fitosanitarios. Aunque algunos agricultores utilizan herbicida para gramíneas o algo de abono, no es estrictamente necesario.

El girasol también aporta beneficios. El principal es que se limpia mucho la tierra de malas hierbas. Al sembrarse tarde, avanzada ya la primavera o incluso casi en verano, según la latitud, hay tiempo para laborear mucho la parcela e impedir el crecimiento y la producción de nuevas semillas de las hierbas adventicias. Además tampoco se suelen emplear químicos, más que nada porque no generan un aumento en la producción que merezca la pena y no resulta rentable para el agricultor, aseguran desde ASAJA, aunque hay quien sí los utiliza. Además también suele haber mejores cosechas de cereal al año siguiente.

En cuanto a otros cultivos, como la avena, es muy minoritaria. Al no ser un componente de piensos industriales para el ganado, que es principal destino del cereal español, apenas se cultiva. La cosmética, ciertos productos alimentarios y el sustento de caballos por parte de particulares (en este caso la crisis de 2008 hizo menguar su producción, ya que muchos dueños de estos animales tuvieron que deshacerse de ellos) son sus principales usos. El centeno es propio de terrenos pobres, muchas veces de media montaña, y tampoco tiene una gran peso, salvo en determinadas comarcas. En 2020 se cultivó siete veces más cebada que avena en España, según la ESYRCE, y dieciocho más que centeno.

Esto es una idea somera de lo que implica el cultivo de cereal en secano, el más extendido de España. En cada comunidad autónoma, provincia e incluso comarca la realidad puede ser diferente dependiendo del clima, la altitud, la latitud, el tipo de terreno o los usos tradicionales, entre otros factores. Los pasos del ciclo, en general, serán más tempranos cuanto más al sur esté la parcela.

 

Los girasoles y la subvención

Desde ASAJA lamentan el desconocimiento de la población acerca de lo que supone su trabajo, y quieren exponer uno de tantos casos de falta de información. A partir de finales del verano, antes o después según zonas, el girasol madura. Las tortas cogen un color oscuro, casi negro, las hojas se secan y la planta, en general, pierde porte, lo que aclara la parcela dando a veces impresión de que la siembra ha sido deficiente. Mucha gente, denuncian desde ASAJA, suelta la típica frase: «Este ha tirado cuatro pipas por la subvención y no se molesta ni en cosechar». Efectivamente, el girasol a veces no se cosecha, pero no es porque el agricultor no se moleste, sino por cuestiones de humedad. La época en la que se recolecta la pipa es propicia para las primeras precipitaciones de otoño y si se recoge mojada pierde gran parte de su valor, es decir, de la rentabilidad. Porque para un agricultor, aclaran los técnicos, las ayudas de la PAC pueden suponer un 25% de los ingresos, pero el otro 75% proviene de las cosechas, con lo cual no parece muy inteligente dejar en el campo una importante parte de su sustento.