Compromiso y servicio a la ciudadanía

Nuria Zaragoza
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La Guardia se fundó en 1844 pero en Soria llegó unos meses más tarde. Dos protagonistas, veteranía y juventud, relatan su experiencia

Compromiso y servicio a la ciudadanía - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez.

La Guardia Civil celebra este año el 175 aniversario de su fundación, tras su creación en marzo de 1844. En Soria, la Comandancia de la Guardia Civil llegó al año siguiente, en los primeros meses de 1845. Su primera residencia fue en La Casa de la Tierra. Después, se trasladó al Palacio de los Ríos y Salcedo, en la plaza de San Clemente, donde permaneció durante un siglo, hasta que en los años 60 del siglo pasado se trasladó a su ubicación actual, en Eduardo Saavedra. 

En este tiempo, el cuerpo ha implementado su presencia y cercanía en la provincia. Y ha sabido evolucionar al ritmo que iba marcando la sociedad. Pero siempre firme en su seña de identidad, en su ADN, servir a la ciudadanía. 

El Día de Soria ha querido conocer qué sentimiento ha movido estos casi dos siglos de historia a través de dos de sus protagonistas. Les separa una generación, años de experiencia, una veintena de destinos, diferentes especialidades... en resumen, una carrera profesional. Pero les une una filosofía compartida, contribuir a la seguridad de la población. Por compromiso. Por vocación. Porque no es solo un trabajo, es una forma de vida. 

Son la savia nueva y la veteranía. Juventud y experiencia. Renovación y maestría. Al servicio del ciudadano.

A sus 67 años, José Manuel Santiago Blanco relata su experiencia en la Guardia Civil ya desde el retiro. Se jubiló siendo teniente coronel jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Soria. Durante 44 años estuvo en activo en el cuerpo, donde ingresó por vocación pero, también, por tradición familiar, quizá casi por destino. «Tengo una vinculación muy directa con el cuerpo porque mi padre también era guardia civil y yo ingresé animado por la experiencia de mi padre de vivir en los cuarteles, y con algo que yo creía y que identificaba en aquel momento como vocación», rememora. El devenir de los tiempos le hizo entender «cuál era la verdadera vocación de la Guardia Civil» que, reconoce, «se transforma con la experiencia». «Yo ingresé en el Colegio de Valdemoro (Madrid) con 16 años y con esa edad uno tiene una imagen muy idealizada del cuerpo. Después, la cuestión se convierte en más práctica, más funcional, y uno entiende ya cuál es el verdadero espíritu de la Guardia Civil, que no es otra cosa que el servicio público», explica. 

Su divisa da buena fe de su carrera profesional. Desde su primer destino en la Comandancia móvil de Madrid,  donde asumía servicios de seguridad ciudadana, ha pasado por «varias especialidades» y suma 21 destinos. Tráfico, servicios de Información, Policía Judicial... Y «puedo decir que conozco todas las provincias, exceptuando la zona Sur», especifica. Zamorano de nacimiento, llegó a Soria en el año 1975 y, aunque en diversas épocas fue a otros destino, siempre regresó a esta provincia, donde echó sus raíces tras contraer matrimonio con una soriana. 

Marina Lorenzo Martínez, a sus 28 años, representa lo nuevo, la renovación, el aprendizaje, el crecimiento de un cuerpo que ha evolucionado de la mano de la sociedad, dando respuesta a sus necesidades. Marina apenas lleva en la Guardia Civil dos años, «el de academia y este año, que estoy de eventual (prácticas) destinada en el puesto de Ágreda». Soriana de nacimiento, «estoy en casa», apunta con una sonrisa. No obstante, su mirada está puesta ya en ‘volar’, promocionar, y para ello se prepara sin descanso. Tras hacer un curso en Casa Real, su siguiente destino será Madrid. Pero sigue estudiando idiomas, con la idea de hacer lo que más le gusta, viajar, conocer mundo, y poder servir en una embajada. 

Es ‘novata’ en el cuerpo pero acumula probada experiencia en un cuerpo militar. Procede del Ejército, donde estuvo siete años, y donde accedió precisamente con la idea de poder llegar después a la Policía Nacional o la Guardia Civil. Su experiencia en el Ejército le hizo ver que le gustaba el ambiente castrense, así que la elección fue fácil:«Un cuerpo castrense que a la vez hiciera funciones policiales... la Guardia Civil». En su caso no ha sido destino familiar (su madre es funcionaria en la Junta y su padre bombero), pero sí «es algo totalmente vocacional», garantiza. 

SERVIR EN SORIA. Santiago Blanco conoce bien la labor que ejerce la Guardia Civil en una provincia de 10.307 kilómetros cuadrados de extensión donde hay más de 500 núcleos de población, y hay que llegar hasta el último rincón. «Partimos de la base de que todos los ciudadanos tienen derecho a la seguridad vivan donde vivan, y da igual que vivan en un pueblo alejado o en Madrid al lado de una Comisaría. La Guardia Civil tiene esa obligación y tiene ese reto», advierte como idea de base. Sobre esta seña de identidad, apunta: «Aquí el reto es importante porque hay que atender una demarcación mayoritariamente rural y el principal problema es que hay que cubrir una extensión territorial bastante considerable y con amplitud de objetivos». Porque hay que cubrir a la población pero, también, «el patrimonio, donde Soria tiene una significación especial porque todos los pueblos tienen su iglesia, su ermita; los yacimientos; luego está la vertiente ecológica; la protección de las explotaciones agrarias diseminadas por toda la geografía provincial...», enumera. Y para ello, se cuenta con «una plantilla adecuadamente dimensionada para cubrir las necesidades del servicio», indica. 

La guardia civil Lorenzo, por su parte, reconoce ya algunas peculiaridades sorianas que ha advertido en sus meses de experiencia en el puesto de Ágreda. «En ocasiones, estamos de servicio en un pueblo y nos requieren también en otro, pero no podemos doblarnos», incide con una sonrisa, coincidiendo con su superior en que «hay que atender mucha extensión». «Mi demarcación son muchos pueblos muy pequeños y en todos pasan cosas, y no podemos estar en todos los sitios a la vez. Ese es el máximo problema que veo», reconoce. 

La dispersión puede ser un inconveniente pero, en la contra, en Soria se cuenta con algunas características especialmente significativas, como es la cercanía con la población, la vinculación que existe con la sociedad soriana. Nadie ignora que, con carácter general, la población del medio rural identifica a la Guardia Civil como el cuerpo policial más próximo, el que siempre está ahí. «Es un sentimiento que subyace en la naturaleza de la propia Guardia Civil que nació como eso, como un cuerpo de seguridad muy relacionado con el medio en el que desarrolla su labor. Va en el ADN de la Guardia Civil», considera  Santiago. 

Acumula experiencia como guardia civil de base y como mando territorial y asegura que siempre se ha tratado de «inculcar» esa cercanía.«Cuando se va a los sitios hay que contactar, no presentarse y nada más. Es la única forma de pulsar cuáles son los problemas. Si vas a un pueblo y no preguntas cuáles son las inquietudes, no te enteras de los problemas y tampoco adquieres información que, a la postra, resulta vital para la resolución de la mayoría de los casos», explica. Lorenzo apunta en la misma línea, y reconoce el calor recibido. «Cuando vamos a un pueblo y preguntamos si todo está bien, si tienen algún problema, qué tal están... la gente es muy agradecida. Muchas veces, de hecho, encendemos las luces para que nos vean y la gente se quede tranquila, y de verdad que la gente te lo agradece». «Tú no les conoces de nada y te dan las gracias. A mí eso me da una satisfacción... Yo no lo había visto hasta ahora», corresponde emocionada. 

El cuerpo ha evolucionado a nivel profesional y, también, en cuanto a condiciones de trabajo, reconocen ambos. A Santiago le tocó vivir esos años en los que no había horarios, recuerda. El derecho al descanso es una máxima, si bien, asumen, «sigue existiendo ese sentimiento y todos los guardias civiles están pendientes y saben que se les pueden llamar en cualquier momento. Pero hay unos horarios que se respetan, y me parece muy justo», sentencia el teniente coronel. Marina aún recuerda su primer detenido: «Me quería quedar, pero ya  estaba fuera de horario». Y es que, asume esta joven, ser guardia civil es también «una forma de vida». De hecho,  reconoce, ella ya no puede evitar tener algunos tic profesionales, como cuando ve un perro suelto, buscar al dueño para que no entrañe ningún peligro. 

Es su trabajo, su medio de vida, pero, también, su vocación. Y ese compromiso les puede costar incluso la vida. A Marina la profesión aún no le ha deparado ninguna situación crítica, pero Santiago tiene ya algunas heridas difíciles de curar. «Esta es una profesión de riesgo y lo admitimos al entrar. Sabemos que puede ocurrir y estamos preparados para ello pero, cuando sucede, y sucede a alguien que está a tu lado, a un compañero, cuesta. Lo tienes interiorizado pero sentirlo...», reconoce con la voz quebrada. Por su mente pasa un recuerdo a aquel día de 1976, cuando un compañero de residencia en Arcos de Jalón murió en un accidente regulando el tráfico, «sirviendo a la comunidad». «Es el trabajo que tenemos», acata.