"Aquello que fractura y debilita conduce a la destrucción"

María Albilla (SPC)
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"Aquello que fractura y debilita conduce a la destrucción" - Foto: JUAN LAZARO

El robo de las campanas de la catedral de Santiago por el caudillo Almanzor en plena Reconquista, un hecho real y documentado, le sirve a la escritora y periodista Isabel San Sebastián (Santiago de Chile, 1959) para transitar por los primeros siglos en los que se forjó España a través de los personajes de Tiago y Mencía en su última novela, Las campanas de Santiago. Una época apasionante para ella y de la que asegura que se puede aprender mucho, ya que las similitudes entre la nación de hoy y la del siglo X no distan tanto como uno se pueda imaginar, empezando por una epidemia de cólera que se controlaba con distanciamientos social.

La historia en torno a la que gira Las campanas de Santiago es un episodio real que ocurrió durante la reconquista. ¿Dónde encontró ese hilo?

Documentando La peregrina. Leyendo sobre el Camino de Santiago me tope con este hecho histórico y legendario, sin duda alguna, del saqueo de Almanzor de las campanas y las puertas de la basílica y su traslado hasta Córdoba a hombros de cautivos cristianos. De inmediato vi un episodio absolutamente novelable. Tenía todos los requisitos. 

Algunas afortunadas veces, se tienes la idea y el resto va rodado...

Sí y esta es tan potente, que hasta tuve claro el título desde el primer momento. Relatar ese calvario con una campana a cuestas de norte a sur  me facilitó mucho la historia de Tiago. La de Mencía hubo que construirla, pero puedo decir que esta novela casi me ha escrito ella a mi.

El caudillo Almanzor es otro de los protagonistas, aunque conocemos bastante poco de él. ¿Qué cualidades tenía? Porque sanguinario sí sabemos que era...

Yo sabía muy poco de él antes de empezar a escribir, lo confieso, pero hay muchísima bibliografía sobre él y he descubierto que no fue solo un general terrible y un caudillo cruel, sino que fue un estratega formidable y un político muy hábil. Tuvo una ambición desmedida y fue un mecenas que llevó a la ciudad de Córdoba a su mayor esplendor. Claro, a costa de incursiones terroríficas en los reinos cristianos.

La Reconquista es un tema muy recurrente en su obra. ¿Qué le atrae de este período?

Siempre me ha fascinado la Edad Media. Es una época muy mal conocida. Evoca oscuridad, frío y barbarie y fue pródiga en acontecimientos muy atractivos, al menos para un escritor. Es una época que tiene algo mágico para un novelista, el simbolismo. En el caso de España es , además, una época en la que se desarrolla una epopeya formidable. Ochos siglos de batallas, saqueos, alianzas... Si hubiera ocurrido en cualquier otro país habría decenas de series de televisión y películas sobre ella, pero aquí, como nos avergonzamos de todo lo propio, hay que pedir perdón y ocultar nuestra Historia porque suena a fracaso, horror y genocidio.

¿Por qué a España le gusta tan poco  España?

Es una magnífica pregunta que me hago muchas veces. Por qué nos avergonzamos de nuestro ser, de nuestro pasado y nuestra peripecia como nación, que es grandiosa. Hay tres o cuatro naciones que pueden alardear de haber sido decisivas en la configuración del mundo y una de ellas es España. 

Estamos en el único territorio que fue sometido al islam en esa primera ola del siglo VII-VIII que logró desislamizarse. Para mí, eso es un logro. No me gustaría ser de un país musulmán, te lo digo de verdad, aunque solo sea porque soy mujer y me gusta la libertad, la democracia y la igualdad. Aquello fue una hazaña formidable que está plagada de personajes, momentos, batallas...

¿Qué cree que nos impide tener un proyecto común como país?

Una de las razones es que desconocemos nuestras raíces y cuando las conocemos las aborrecemos. Para tener un proyecto común hay que tener unos cimientos sólidos y esos en una nación, son su Historia. España es lo que es, en parte, por la Reconquista porque ahí se explica la configuración geográfica del país y prácticamente ha sido arrancada de las páginas de los libros de Historia y, sin esas raíces comunes, no hay base sobre la que escribir un proyecto común. Ahora las regiones se agarran al sálvese quien pueda. Estamos en las taifas. Si hay una cosa que enseña este período histórico es que cuando los territorios cristianos se unieron fueron fuertes y con los musulmanes pasó lo mismo. Y ahora estamos como en los reinos taifas, lo que fractura y debilita y conduce a la destrucción.

Traído a nuestros días entonces considera que los nacionalismos nos hacen débiles.

Muy débiles. España se está convirtiendo en cabezas de ratón por su renuncia a ser un gran león. La unión hace la fuerza. La fragmentación aboca a la destrucción y exactamente en eso está España.

¡Qué apocalíptica!

¡No va a ser una destrucción física, aunque con la COVID-19 es todo bastante apocalíptico! La importancia de una nación en el mundo actual está directamente relacionada con su  economía sólida, su influencia política internacional y una lengua con millones de hablantes. Si se cambia de tendencia, como sucede ahora, y se abren embajadas de ciertas regiones por el extranjero, si se depende de partidos nacionalistas que solo se preocupan por su territorio y no por el de todos, si se elimina el castellano como lengua vehicular en la educación... pues ya me dirás tú. Hablar de destrucción igual parece apocalíptico, pero esto es lo que es. 

Pero al final la realidad nacional es la que es porque así se ha votado con las leyes que tenemos a día de hoy. ¿Estamos obligados a entendernos entonces?

Claro, pero según cómo y con quién. El nacionalismo es una realidad política y hay que asumirla, pero es una realidad política que empezó siendo muy pequeñita y que gana cada vez más peso, porque la actitud de los partidos que presuntamente debieran representar al conjunto de la nación han ido cediendo y pagando constantemente chantajes, tributos a cambio de respaldos temporales. Esto también nos lo ha enseñado la Historia. No hay paz que se compre a cambio de tributos. El pago de un tributo de sumisión a lo único que conduce es a la aniquilación. 

¿Qué han hecho todos los Gobierno centrales con los nacionalistas? Ceder, pagar, ceder, pagar... de esta forma el separatismo se ha agigantado y amenaza la superviviencia de la nación española. Además lo dicen abiertamente.

¿El súmmum de esto es firmar los Presupuestos del 2021 con Bildu?

Pactar los Presupuestos con Bildu es, en términos históricos, homologable a entregar a tu propia hija para el harén del caudillo Almanzor para que te perdone la vida. Es una vileza semejante a esa. Hubo reyes que lo hicieron y no les eximió de ser víctimas de los saqueos. Claro que no los mataron a ellos, pero lo pagaron sus súbditos. Es igual que lo que sucede ahora. A los que toman esas decisiones no les han matado a un ser querido, no les han sometido a extorsión. No son víctimas directas de la gentuza con la que pactan.

La portavoz socialista en el Congreso, Adriana Lastra, rebatió el malestar de los históricos críticos con este acercamiento del PSOE a los de Arnaldo Otegi con un: «Ahora nos toca a nosotros. Somos una nueva generación a la que toca dirigir el país». ¿Qué le parecieron estas palabras?

Históricamente, la madurez, la edad, se consideraba sinónimo de experiencia y estas voces eran escuchadas. Ahora parece que el requisito más importante para medrar es la juventud y la capacidad de obeceder y mentir.

Quiero reconducir la conversación hacia el Camino de Santiago de nuevo. ¿Qué supuso para usted realizar este peregrinaje?

Lo hice cuando escribí La peregrina y tenía pensado haberlo vuelto a hacer esta primavera, pero no puede por razones evidentes. Espero poder volver a hacerlo.

Es una experiencia íntima y estética. El Camino está impregnado de espiritualidad y la fuerza  vital de las personas que han transitado por él durante siglos y siglos.

En el traslado de las campanas desde Santiago hasta Córdoba habla también de una epidemia de cólera, que está documentada en las crónicas del momento. En ellas se habla del aislamiento de los afectados para frenar los contagios... 

Efectivamente. Igual que ahora. Intentar aislar a los afectados, solo que ahora hacerlo en ciudades con millones de habitantes es muy difícil. Entonces no sabían cómo frenar el cólera de otra manera, igual que ahora no sabemos cómo frenar el coronavirus.

¿Se podría haber gestionado de otra manera la actual crisis sanitaria?

No sé si mejor, pero peor es difícil. Batimos demasiados récords negativos, pero yo hay tres cosas que no le perdono a este Gobierno. La primera es haber negado la existencia del virus con fines puramente políticos cuando ya se sabía que estaba entre nosotros. La segunda, haber negado la eficacia de las únicas medidas de protección que teníamos, que eran las mascarillas, sencillamente porque no disponían de ellas, y, tercero, seguir negando hoy la cifra real de fallecidos. 

En la crisis de 2008, aunque totalmente distinta, tampoco se supo ver cuando ya estaba ahí. ¿Esto ya es de miopes o de ceguera total?

Creo que una de las desgracias de la política en general y de la española en particular es que a los políticos el medio y largo plazo se la resbala. Piensan exclusivamente en términos de las próximas elecciones. Hasta ahí llega su preocupación y como en España nos pasamos la vida votando, la política se hace a cortísimo plazo y este no es bueno en términos estratégicos.

Otra cosa que nos pasa es la forma como se asciende en política en España, que es medrando dentro de un partido haciendo la pelota y llevando el maletín de alguno y sin llevar la contraria nunca. Esto excluye a los mejores de la política y solo deja ahí a los que no se pueden dedicar a otra cosa. Así, en España, tenemos grandes profesionales en todos los ámbitos y pésimos políticos.

¿Qué le parece cómo se enseña la Historia en este país?

Tengo la sensación de que siempre ha sido demasiado memorística y poco interactiva.

Ahora lo malo es que ya no se enseña Historia de España, sino que se enfoca más a la de cada región y como a cada uno le viene mejor, sin un criterio homogéneo para el conjunto de los estudiantes. Está completamente politizada. Se ha convertido en una herramienta de deconstrucción nacional.