Los ojos de la UE en las aguas del mediterráneo

M. Traspaderne (EFE)
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Miembros de la misión 'Sophia' sobrevuelan las costas entre Sicilia y Libia con su avión en una operación en la que controlan las mafias en el mar y acuden al auxilio de aquellos migrantes que se juegan la vida en su intento de tocar suelo europeo

Los ojos de la UE en las aguas del mediterráneo

«El mar es muy grande». La sonrisa del capitán Juan Pablo Aliseda intenta esconder lo que dice su mirada. Está destinado en la operación Sophia y, día sí día no, sale en avión a localizar buques de traficantes y pateras con migrantes en la franja del Mediterráneo entre Sicilia y Libia.

Con esos ojos ha sido testigo de muchas personas flotando el agua en su intento de alcanzar las costas europeas, aunque menos ahora de las que aparecían cuatro años atrás, relata en la base siciliana de Sigonella, desde donde la misión de la Unión Europea se encarga de controlar a las mafias en el mar.

Su avión de patrulla marítima es el encargado dar la voz de alarma cuando localiza una patera y, si hay vidas en riesgo, lanza una ristra de botes salvavidas pertrechados con agua, comida y medicinas que ayudan a los migrantes a seguir vivos. 

Aliseda comienza su labor, día sí día no, a las dos de la mañana y a las cinco despega con seis o siete de sus compañeros para sobrevolar el Mediterráneo hasta las cuatro de la tarde, cuando aterriza de nuevo en la base de la OTAN que aloja a la operación.

Esta misión, calificada de «esencial» por la ministra de Defensa, Margarita Robles, que visitó hace unas semanas las instalaciones, se desarrolla desde 2015 y en 2019 quedó herida, pero no de muerte. 

El pasado año se tuvieron que retirar los buques bajo la petición de Italia y dejar solo las aeronaves, aunque el Ejecutivo confía en que el próximo mes de marzo, cuando se revise, estos barcos puedan volver a estar en activo.

Son los que acudían en auxilio de los migrantes cuando los aviones como el del capitán Aliseda avisaban al detectar balsas en el mar. Las localizan gracias a un potente radar y con la ayuda de los buscadores, los militares que se asoman por unas burbujas (una especie de ventanas cóncavas) para atisbar vidas que estén en riesgo o traficantes de armas o petróleo.

«El radar detecta hasta un bidón flotando», explica otro de los tripulantes del aparato, que puede volar a baja velocidad y descender hasta unos 300 metros para poder ver a una persona flotando en el agua y despresurizar el avión, lo que permite lanzar las balsas si la situación es de riesgo de muerte.

También acudir al sistema «visual» y no a las cámaras instaladas en el morro de la aeronave, que pueden fallar. «Nosotros seríamos entonces los ojos del avión», explica el cabo buscador Raúl Beltrol. Él avista y se asoma a hacer fotografías cuando hay que constatar qué es exactamente lo descubierto gracias al radar y a las cámaras.

Y si la embarcación en cuestión puede volcar, se lanzan las balsas. «Lo tiramos todo», ilustra Aliseda, y recuerda que la última vez que tuvo que hacerlo fue en 2018 porque normalmente antes acuden barcos en su ayuda, bien cualquiera que esté cerca, obligados a asistir en cumplimiento de la ley del mar, o bien de la Armada italiana.

Hasta el año pasado también respondían a la llamada buques de la misión europea, que la ministra Robles quiere recuperar para impulsar esta operación en la que España tiene un «interés especial».

Según explicó Robles durante su visita a las tropas, el propio Josep Borrell, alto representante de la UE, quiere volver a ver barcos comunitarios salvando vidas en el Mediterráneo tras la zancadilla que le puso Italia al operativo.

 

Cambio de nombre 

Los 38 españoles destinados en Sicilia a cargo del avión patrullero se enfrentan cada día en las aguas del Mediterráneo a numerosas escenas que prefieren no contar y que cambiaron, para arrojar un poco de optimismo, el nombre de la operación a los pocos meses de arrancar.

Fue en la madrugada del 24 de agosto de 2015, cuando nació a bordo de una fragata de la misión la bebé Sophia de una madre somalí rescatada con otros 453 migrantes y la operación, hasta entonces impronunciable -EUNAVFOR MED-, adoptó su nombre.