Exaltación espiritual

Ana I. Pérez Marina
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La muestra del fotógrafo Alejandro Plaza en el Museo Numantino se prolonga hasta el 10 de marzo. El autor cuenta cómo la «cercanía extrema» a la fachada de Santo Domingo le permitió aproximarse al detalle

Exaltación espiritual

Para el fotógrafo Alejandro Plaza es un ejercicio «casi imposible de transmitir» lo que descubrió en aquellos días en los que tuvo la oportunidad de estar cara a cara con las figuras que dan forma a los distintos relatos de la portada de la iglesia de Santo Domingo, mientras duró su última restauración. Así lo cree y lo expresa, al tiempo que trata de describir cómo se articuló este íntimo trabajo cuyo resultado es la exposición Románico. Santo Domingo, una puerta al más allá, que abrió sus puertas en el Museo Numantino el pasado 18 de diciembre y se ha prorrogado hasta el 10 de marzo.

Nos situamos, más o menos, en mitad de la sala del Numantino en la que se exhiben las fotografías mientras el artista habla sobre la muestra, sobre sus hallazgos, sobre el emblemático monumento que ya le fascinó siendo un niño y sobre su intención de «rescatar» esa vida del Románico. Es inevitable no desviar la mirada, aunque sea de reojo, hacia dos de las imágenes que retratan dos caras que, asimismo, se escrutan entre sí o, simplemente, se observan mientras quizás se cuenten algo. «Es un camino anímico, de exaltación espiritual, del que da un poco de pudor hablar. Es difícil hacerse entender si no se está en las mismas coordenadas», aclara el artista.

La «emoción» de los rostros, de los monumentos, de los paisajes, de las tallas...  que enseña Alejandro Plaza resulta impactante en las fotografías que construyen esta reflexión plástica sobre el Románico como cultura, como arte y como parte de un territorio.

«He descubierto dos cuestiones fundamentales. Una es el estado terrible en el que está no solo Santo Domingo, sino todo nuestro Románico, que es algo obvio y de una gran tristeza lo extraordinariamente deteriorado que está. Y, desde luego, la emoción que yo he visto, la cercanía extrema que me ha permitido palpar esa espiritualidad, sentir ese pálpito del artista que talló esos rostros», apunta.

La exposición se enmarca dentro de las actividades culturales que han acompañado a la restauración de la fachada principal de la iglesia de Santo Domingo, en la que la Junta de Castilla y León ha invertido 200.000 euros, y se completa también con dos publicaciones, con textos de Marisol Encinas.

punto de partida. Son necesarias «determinadas circunstancias» para iniciar un proyecto, aunque esa sensibilidad sobre temas, paisajes, aspectos, culturas... siempre hayan estado ahí. «Para mí el Románico no es solo una cultura, un corte en el tiempo, unas formas de hacer. También es un entorno, un paisaje, tanto urbano como de campo. Es un arte muy vivido», señala el fotógrafo. 

A su juicio, la particularidad de Soria es que el espacio en el que se erigieron los exponentes del Románico apenas se ha modificado con el paso del tiempo, aunque la muralla esté «más derruida» o solo queden restos de algunas iglesias que, sin embargo, son «perfectamente reconocibles» porque el paisaje ha permanecido casi invariable. «Es una fisonomía de hace 800 años veríamos cosas raras, pero no muchas, estaríamos situados inmediatamente».

Para Alejandro Plaza el Románico y, en particular, Santo Domingo han formado parte de su «entorno vital» y al ser «parte sustancial» de su propia biografía, está convencido de  que en algún momento tenía que ser, de la misma forma, motivo de su actividad fotográfica, como «arte contemporáneo» o como «documentación histórica». 

Porque el encargo inicial fue la documentación «exhaustiva» de la restauración de la portada de Santo Domingo, por lo que Alejandro Plaza propuso aprovechar ese momento para tomar contacto con todas esas figuras que uno contempla siempre desde la lejanía y como parte de un todo, y pocas veces desde la individualidad de cada una de las pequeñas piezas. «Pasé varios meses en los andamios con la gente que estaba restaurando, en invierno, y acercándome de esa forma extrema a las tallas, a la iconografía, a las piedras, a todo eso», significa.

El artista menciona clásicos del cine como La noche americana, de François Truffaut, o la obra de teatro Seis personajes en busca de autor, de Luigi Pirandello, también llevada a la gran pantalla, como ejemplos de arte basado en un arte anterior, como él mismo llevó a cabo en otra exposición sobre obras en el Camino de Santiago. Confiesa que ha sido un «admirador» de Santo Domingo desde niño y rememora, siguiendo el hilo cinematográfico, un momento de su infancia cuando al salir del colegio pasó frente al monumento románico y se topó con un montón de luz, con guerreros medievales, con un hombre subido a una silla repartiendo indicaciones... hasta con un obispo... y se marchó a su casa «tiritando», admite. Tiempo después supo que era el rodaje de Campanadas a medianoche, de Orson Welles.

«Santo Domingo es especial y lo es su fachada. Un día u otro tenía que hacer algo. Es un universo de las formas, las esculturas, lo vegetal, lo geométrico... todo lo que me gusta del Románico está aquí, lo esencial», abunda.

enseñar. A la hora de afrontar  en qué formato podía mostrar este trabajo, «porque cabían todos», barajó desde exposiciones pragmáticas, sustentadas en una visión más documental a propuestas «parecidas» a la que puede visitarse en el Museo Numantino pero acompañada de un «espectáculo audiovisual muy potente». Muchas posibilidades se han quedado en el tintero, aunque en marcha se halla otra iniciativa de envergadura, una publicación de «empaque» cuyos detalles trascenderán cuando esté avanzada.

«En este caso, primero es la fachada de Santo Domingo y, por extensión, todo el Románico. Es una ciudad que sigue siendo pequeñísima, dentro de esa muralla que siegue siendo extravagantemente grande, con esa eclosión en su interior que es un misterio, es sugerente, interesante. Y para acabar el cuadro tenía para mí la idea de que los historiadores de arte parece que hablan de los artífices de aquello como artesanos más o menos hábiles, sin llegar a más (...) He buscado eso, rescatar esa vida, mostrar no solo las tallas y los rostros, sino todo lo demás», sostiene. 

Ante este planteamiento, lo que se podía contar estaba «claro» y cómo hacerlo, de alguna manera, también. «Pero había más». Nada menos que ese «trance creativo, espiritual y con afán de trascendencia» al que llegaban aquellos artistas de hace ocho siglos cuando se ponían manos a la obra. «Podía ser San José, pero querían transmitir algo más, igual que un escultor de ahora crea en estas coordenadas contemporáneas. Porque el arte y lo espiritual, si no van juntos, no son absolutamente nada», reflexiona el autor de la muestra.

La relación que cada espectador entable con la iglesia de Santo Domingo y el Románico soriano a través de esta exposición fotográfica será, desde luego, única. Y, con toda seguridad, será muy diferente a lo que haya podido percibir a través de este reportaje. Pero en la visita a la muestra se dará cuenta de que cuando contemplaba Santo Domingo no lo estaba viendo todo.  «Estoy seguro de que no se va a volver a ver el Románico de la misma manera», concluye el artista.