El laboratorio de restauración del Numantino

Blanca Martínez
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Se realizan diferentes tratamientos para asegurar la transmisión cultural

El laboratorio de restauración del Numantino

El laboratorio de restauración del Museo Numantino está dotado para adaptarse a las necesidades de conservación de los materiales que ingresan y se conservan en dicha institución. En las instalaciones se llevan a cabo diferentes tratamientos de conservación para asegurar la transmisión del patrimonio cultural tangible a futuras generaciones, reconociendo que la edad y las circunstancias de la vida de los objetos son un factor en contra y que la restauración de objetos de manera definitiva no es posible. 

La definición de restauración es compleja ya que abarca diferentes maneras de abordar la conservación de un bien. Según la definición del ICOMCC (Comité para la Conservación del Consejo Internacional de Museos), consensuada durante la 15ª Conferencia Trienal celebrada en Nueva Delhi en 2008, son las acciones que intervienen directamente sobre el objeto son la conservación curativa y la restauración.

La primera se refiere a todas aquellas acciones aplicadas de manera directa sobre un bien o un grupo de bienes culturales, que tengan como objetivo detener los procesos dañinos presentes o reforzar su estructura. Estas acciones sólo se realizan cuando los bienes se encuentran en un estado de fragilidad notable o se están deteriorando a un ritmo elevado, por lo que podrían perderse en un tiempo relativamente breve.  En  algunos ello podría modificar el aspecto de los bienes. Algunos ejemplos de conservación curativa que se realizan en el laboratorio de restauración del Museo Numantino son la desalinización de cerámicas o la estabilización de metales de procedencia arqueológica.

La restauración se define  como todas aquellas acciones aplicadas de manera directa a un bien individual y estable, que tengan como objetivo facilitar su apreciación, comprensión y uso. Estas acciones sólo se realizan cuando el bien a tratar ha perdido una parte de su significado o función a través de una alteración o un deterioro pasados. Se basan en el respeto del material original. En la mayoría de los casos, estas acciones modifican el aspecto del bien. Algunos ejemplos de restauración son la unión de fragmentos de una escultura o la reintegración de pérdidas en un vaso de vidrio…

Todas las intervenciones que se realizan en el Museo Numantino se basan en criterios establecidos internacionalmente, como son: el respeto a la pieza, sea cual sea su origen, sin priorizar unas épocas sobre otras; la compatibilidad de materiales; el principio de mínima intervención en todos los procesos; la reversibilidad de materiales; la documentación rigurosa de las intervenciones…

La conservación es compleja y demanda la colaboración de profesionales expertos y cualificados. En particular, cualquier proyecto que implique acciones directas requiere de un conservador-restaurador.

Cuando se acomete un proyecto de restauración es preceptivo un protocolo que, en general (hay que tener en cuenta que cada pieza tiene unas condiciones y un estado de conservación y que los tratamientos no son estandarizados), sigue los siguientes pasos: en primer lugar se realiza la documentación de la pieza, esto es, fotografías generales y de detalle, examen organoléptico, estudio de las características históricas, mapa e identificación de los deterioros… Con este análisis se establece un diagnóstico de conservación. A partir de aquí se valoran los diferentes posibles tratamientos a llevar a cabo y sus prioridades. Es en esta fase cuando se establecen los procesos sucesivos por los que ha de pasar la pieza. Todos los tratamientos y materiales quedan documentados en un informe final. 

En el caso del Museo Numantino la mayoría de los objetos provienen de contextos arqueológicos. Estos materiales sufren un cambio de condiciones medioambientales (temperatura y humedad relativa fundamentalmente) muy notable en el momento de  su extracción en la excavación por lo que conseguir su estabilidad suele ser uno de los procesos mas urgentes para evitar un deterioro irreversible. Es probable también, que estén fragmentados o los materiales constituyentes hayan perdido sus cualidades físicas, por lo que deberá procederse a su consolidación. Esta consolidación estructural permite acometer la limpieza con un mínimo de seguridad para la pieza, esto es, minimizando el riesgo de rotura o de pérdida de material.

La limpieza de materiales arqueológicos  se realiza por medios químicos (diferentes disoluciones, aplicación de disolventes…), físicos (micromotores con brocas adecuadas, proyección de áridos, vibroincisor…) o ambas combinadas. La limpieza se debe hacer respetando la pátina que adquieren los materiales con el paso del tiempo y, en cualquier caso, sin afectar al original. Es una fase del tratamiento de restauración compleja que puede cambiar el aspecto de la pieza, por lo que la mayoría de las veces se trabaja con apoyo de lentes binoculares o lupas. Todos los procesos y materiales para la limpieza se eligen en función del método más inocuo y menos agresivo para la pieza. Esta fase requiere con frecuencia investigación preliminar.

La mayoría de las piezas arqueológicas se recuperan fragmentadas, por lo que se proseguirá con la adhesión de fragmentos. Este trabajo, laborioso, se realiza con adhesivos de larga perdurabilidad, estabilidad y reversibles. Al no tratarse de piezas completas se requiere una reintegración estructural, esto es, añadir  aquellas partes necesarias para asegurar su estabilidad física y una manipulación segura. Estas reintegraciones deben basarse en los criterios de la mínima intervención posible, que sean discernibles del material original y reversibles. 

La pieza estabilizada, consolidada, limpia, con estabilidad estructural y legible puede requerir una capa de protección. Estas capas finales, en caso de necesitarlas, suelen cubrir a la pieza de un material que bien la aísla de los agentes medioambientales o consigue neutralizar el efecto nocivo de los mismos.  La pieza siempre se sigla con su numero de inventario.  

A continuación se establecen y diseñan los sistemas expositivos o de almacenaje. Ambos se realizan con materiales neutros, estables y perdurables que no interactúen con ningún material constitutivo de la pieza.

Por último, se establecen las normas de conservación preventiva, es decir, todas aquellas medidas y acciones que tienen como objetivo evitar o minimizar futuros deterioros o pérdidas. Se realizan estudiando el nuevo entorno de la pieza y se establecen, por ejemplo, los intervalos óptimos de temperatura y humedad relativa, características de iluminación (tipo e intensidad), métodos de manipulación, periodicidad de revisión de tratamientos, sistemas de embalaje…

Todos los tratamientos quedan documentados en un informe final, con fotografías que muestren los procesos y el estado de inicio y final de la pieza. Y, siempre, las piezas deberán ser revisadas periódicamente.