El último salto de Aritz Aduriz

Diego Izco
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Una obligada operación de cadera jubila a los 39 años al delantero del Athletic, el tipo que regateó mil veces la lógica de las retiradas

El ariete, con la camiseta del club de sus amores.

En estos momentos toca echar la vista atrás y recordar algo similar (no lo hay), parecido (difícil) o por lo menos evocador. Youri Djorkaeff fue un jugador francés que a los 27 jugaba a un nivel medio en el Mónaco, a los 28 reventó en el PSG, firmó un contrato espectacular con el Inter a los 29, ganó un Mundial a los 30 y una Eurocopa a los 32. Todo a finales del siglo pasado, con lo que eso de que el fútbol ha cambiado y que «el que no es futbolista a los 20 ya no llega a serlo nunca» es mentira.  
Es posible que este fútbol moderno haya perdido el Norte con los niños. Fichan a muchachos de 10 años con la esperanza de que revienten a los 15, pagan millonadas por quinceañeros con la esperanza de que sean futbolistas a los 20, pierden las muelas por veinteañeros con la esperanza de que, como tarde, a los veinticinco tengan el poso que tienen las estrellas… Nadie espera que un futbolista reviente a los 30. Tal vez por eso la retirada de Aritz Aduriz no sea tanto la de un delantero, un gran delantero, un enorme cabeceador, etcétera, sino la de una rara avis en nuestra Liga y en el planeta fútbol en general. 

 

287 goles

Fue león en tres etapas y goleador modesto (de modestas cifras) en varios equipos: 287 goles en 793 partidos por Donosti, Vitoria, Bilbao, Burgos, Valladolid, Mallorca, Valencia… Pero la gloria de la elite se le escondió hasta los 31 años, cuando volvió por última vez a San Mamés el 28 de junio de 2012. Bielsa le dio lo que Caparrós le había quitado: la titularidad por delante de Fernando Llorente (quien ya había anunciado esa 12/13 su interés en marcharse y fue castigado con la suplencia) y Aduriz debutó al fin como el majestuoso delantero de primer nivel que era. 
La 15/16 vive la explosión del muchacho de 35 años. Ese año Valverde era el estratega y Aduriz el ejecutor. Con la ilusión del niño, la experiencia del más veterano y una prodigiosa capacidad para ubicarse en el área, como si durante más de una década hubiera estado tomando apuntes. Arrancó la campaña con cuatro goles en la Supercopa ante el Barça (tres en la ida y uno en la vuelta), fue el máximo goleador de la Europa League con 10 dianas (batiendo el récord del pichichi más veterano en poder del inglés Alan Shearer), igualó el mito de Puskas al marcar veinte o más goles ligueros con 35 años, fue convocado por Del Bosque para disputar la Eurocopa… A la edad en la que muchos se están retirando, él tocaba el cielo. 
Benjamin Button (Brad Pitt) plasmó en la gran pantalla una versión edulcorada de la progeria, un trastorno que acelera el envejecimiento de los niños. En el cine se alió con la ficción: cuanto más mayor era, más joven parecía. Aduriz fue un adolescente exuberante desde aquella 15/16. Pero debajo de una carrocería espectacular, la del cabeceador que flotaba en el aire mientras esperaba el esférico, el chasis y algunas piezas clave empezaban a fallar. Los años nunca perdonan en la elite: sostienen muchos médicos y preparadores que la vejez de los deportistas de primer nivel son siempre malas y dolorosas. Muchos golpes, muchos esfuerzos al límite: una rodilla, una cadera (la que ha puesto fin a su carrera), un tobillo, un músculo que no termina de recuperarse… Su diagnóstico, tal vez, un exceso de salto, remate y caída. 

 

El último gol

Estos días de confinamiento y consumo masivo-compulsivo de televisión, ha reventado las audiencias The last dance, el documental sobre Michael Jordan. Por supuesto, con referencias a The last shot, aquella canasta mítica  del 23 de Chicago contra Utah en las finales de la NBAde 1998. Aduriz tendrá su particular last goal:nos quedará para siempre el primer gol de la Liga del Coronavirus: una llamada de socorro en el minuto 85 para un partido de cero a cero ante el Barça, un desmarque y un solo toque, preciso y letal en una bellísima media chilena que tumbaba al campeón y llevaba el punto de ebullición del nuevo San Mamés a su máximo de la temporada. Ese remate, su última gran contribución al ‘deporte rey’, describe la mejor virtud del veterano: tener la virtud de «colocarse bien para no tener que correr demasiado». El entrecomillado pertenece a Franco Baresi, un tipo que estuvo dando clases de cómo funcionar como defensa central (de apenas 1,76 metros) hasta los 38 años.
El máximo goleador del Athletic en el siglo XXI, sexto en la historia global del club con 172 dianas,  deja el broche de oro bien puesto a pesar de no jugar esa final copera que tenía entre las cejas. Para cuando se dispute (aplazada sine die a una fecha en que se pueda jugar con público) él ya será un ex jugador, un cartel que se negó a colgarse cuando la retirada tocaba a su puerta cada año: «No, todavía no», contestaba. A los 39 años (11 de febrero de 1981) ha sido el fútbol el que ha dejado a Aduriz, como decía en su despedida, y no al revés. Todos sabemos que hay pesados maravillosos, tipos honrados e imprescindibles, siempre en mi equipo, a los que hay que echar porque no se van nunca.