Vivir en un edificio de viajeros

Ana I. Pérez Marina
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En Quintanas de Gormaz, el barrio de la estación mantiene en pie y recuperadas la mayoría de sus edificaciones

Vivir en un edificio de viajeros - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez.

Cuenta el alcalde de Quintanas de Gormaz, Jerónimo Vicente López, que hace tiempo que no vienen los inquilinos del antiguo edificio de viajeros de la estación del tren. Lo mismo comenta el alguacil, Luis Serna, que indica que más abajo, una de las casillas sí está habitada de forma permanente, mientras que la otra también se utiliza como segunda residencia. En este entorno, en el barrio de la estación donde se mantienen la antigua harinera, las viviendas que se construyeron en esta finca y la imponente Casa Grande (posada de turismo rural), solo nos encontramos con Maxi Redondo, vecino de Recuerda y residente en El Burgo de Osma, que acude con su tractor a cargar maíz.  

«Esta finca se ha vendido dos veces. Es todo de la antigua harinera, que también fue resinera», rememora Maxi Redondo. El paraje conocido como Antigua Planasa linda con el complejo ferroviario y la vía en desuso de la línea Valladolid-Ariza.

El complejo ferroviario de Quintanas de Gormaz, localizado en la línea Valladolid-Ariza, demuestra en cada una de sus construcciones el pasado boyante de este municipio, así como lo relevante que fue el tren para el medio rural soriano. Es cierto que el antiguo edificio de viajeros, en el que en su día tuvo su casa el jefe de estación, está recuperado con mimo, también el entorno. La prestancia estructural del inmueble ya exhibe que siempre fue un domicilio destacado, distinto a los demás del pueblo. Los detalles exteriores, con elementos de ese pasado ferroviario y con algunos recuperados de otros lugares también con reseñable vestigio industrial [cuentan en el pueblo que los inquilinos llevaron piezas procedentes de Fresno de Caracena] potencian esa historia del tren perdida al mismo paso que  Soria dejó atrás oportunidades de desarrollo. La vía es prácticamente una continuidad del jardín que rodea a la vivienda. Más abajo, a poca distancia, del edificio de viajeros que sobresale, se sitúa una de las casillas, la que está habitada de forma permanente. Y se nota. En el otro extremo, otro edificio similar también está arrendado, pero generalmente se utiliza para fines de semana y vacaciones.

«Me acuerdo cuando venía el pescado en el tren y el economato», rememora el alguacil. Un tiempo pretérito, no tan lejano, que al menos no ha quedado reducido a escombros.