La tecnología que saboreamos, pero que no vemos

Javier D. Bazaga (SPC)
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España es, después de Holanda, el segundo país en investigación e inversión de nuevas variedades vegetales, que se convertirán en los próximos años en importantes productos alimentarios en el consumo de las familias

La tecnología que saboreamos, pero que no vemos

Seguro que han escuchado en alguna ocasión, no sin cierto escepticismo, que detrás de un tomate hay más innovación que en la fabricación de un smartphone. Es una frase que pretende reflejar la investigación y el desarrollo que conlleva cada una de las variedades vegetales y hortofrutícolas que los consumidores incorporan cada día en sus platos, y sin ser casi conscientes de ello.

Berlín acaba de celebrar una de las ferias más importantes del sector a nivel internacional, Fruit Logistica que, junto a la que se celebra en Madrid, Fruit Attraction, marcan el ritmo del sector y dejan ver las tendencias de un mercado cada vez más encaminado a lo saludable, pero con el reto de llegar a dar de comer a una población mundial en constante crecimiento, y teniendo como brújula la sostenibilidad tanto ambiental, como económica y social.

Un desafío que afecta a toda la cadena alimentaria, y que llega hasta los propios consumidores, pero sobre la que se alza la llamada industria obtentora, las empresas que se encargan de diseñar las semillas que se convertirán en los productos que nos comeremos durante los próximos años.

«El objetivo es poder poner a disposición de los productores, y al final de los consumidores, variedades vegetales que aporten ventajas y soluciones a los distintos problemas que van surgiendo a lo largo de toda la cadena», explica Elena Sáenz, directora de la Asociación nacional de obtentores vegetales (Anove). Un organismo sin ánimo de lucro que agrupa a un total de 57 empresas e instituciones públicas que se dedican a esta investigación. Su objetivo es promover una agricultura «innovadora, competitiva y sostenible» por medio de la mejora de las variedades vegetales.

Y es que España es un país referente en este sector. «Es el segundo en investigación después de Holanda», recuerda Alberto Cuadrado gerente de Cadena de Rijk Zwaan, una empresa familiar casi centenaria que lidera la investigación e innovación genética de variedades vegetales en España. Son creadores de los tomates y pepinos en formato snack, y su gran logro: el laureado pimiento Sweet Palermo.

La clave de este liderazgo está en la inversión. El sector obtentor destina entre un 25 y un 30 por ciento de su facturación a la investigación, y cerca de la mitad de la plantilla de estas compañías es personal especializado dedicado a innovación. En algunas, como Rijk Zwaan, llega al 75 por ciento. Un factor que consideran «esencial» para el futuro agrario y de la alimentación a nivel mundial.

Tanto es así que, según datos de la Comisión Europea, el porcentaje de inversión en I+D de las compañías obtentoras supera, incluso, al que realiza el sector de la automoción, el farmacéutico y hasta el aeroespacial.

David Bodas, responsable de la Cadena Alimentaria de Syngenta, subraya que ellos destinan cerca de 2.000 millones de euros al año en investigación, desarrollo y sostenibilidad para «ofrecer soluciones a las demandas de nuestros clientes». Unas necesidades que pasan hoy día por una menor utilización de elementos fitosanitarios y una mayor vida útil de los productos en el lineal del supermercado o en la nevera de nuestras casas. Eso ha llevado a Syngenta a desarrollar el conocido tomate Kumato, y, recientemente, el Yoom, una variedad más adaptada a las exigencias de los consumidores. «Estamos muy cerca de los clientes», apunta Bodas, quien apuesta por una mayor «transparencia» para volver a conectar los clientes habituales con el mundo agrario.

El fin último está en «que la gente coma mejor», pero, para eso, «hay que ponérselo fácil al consumidor», indica Miguel Espinosa, responsable de cuentas de BASF, compañía que ha abierto una nueva división destinada precisamente a desarrollar «junto a nuestros colaboradores» esas semillas que redunden en la calidad y la sostenibilidad. «Queremos que la gente se una a este proyecto por una alimentación cada vez más saludable», que contribuya a eliminar de los hogares los «procesados y ultraprocesados».

Pero esta iniciativa no es tarea fácil. La proporción de variedades que llegan al mercado por las que se investigan es de «una de cada 1.000», ejemplifica Cuadrado, y todos coinciden en que el desarrollo puede ir desde los cinco hasta los 10 o 12 años con una inversión de hasta dos millones de euros por variedad. Con todo, son unas 300 las nuevas referencias que ven la luz al año y en esto es importante «conocer las demandas del mercado a medio plazo para evitar equivocaciones», matiza.

Técnicas de mejora

María José Rubio, investigadora del Centro de Investigación y Tecnología alimentaria de Aragón (CITA), está centrada en «la resistencia a enfermedades y la adaptación a todo tipo de suelo cultivable» en la semilla de la almendra.

El CITA es un centro público de investigación que trabaja desde 1964 en la mejora genética de frutales. Y en esto, juega un papel fundamental no solo la semilla, también el pie o portasemilla que deberá acogerla. En ese elemento también reside buena parte del éxito de esta mejora de variedades vegetales, y ellos son especialistas.

«Tenemos que ayudar a los agricultores a obtener cultivos que sean fáciles de manejar, que sean más resistentes a las enfermedades y a las condiciones climáticas de cada zona, y con una morfología para que faciliten la mecanización o el transporte», explica Elena Sáenz, que añade, además,  la posibilidad que las distintas técnicas ofrecen para añadir componentes nutricionales que amplíen ese abanico de posibilidades saludables para los ciudadanos.

Eso se consigue por medio de distintas fórmulas o métodos que van desde la mejora clásica de cruce y selección, hasta la edición genética para que la obtención de la variedad se produzca con mayor rapidez. «Es incorporar características o cualidades especiales a una variedad, bien por un cruce y selección simple, o incorporando marcadores moleculares que te permiten identificar el tipo de gen o resistencia que puedes aplicar a cada semilla con la que se trabaja». Sáenz lo denomina «atajos» en la obtención. Unas sendas que permiten acortar los tiempos de dos a tres años para, por ejemplo, conseguir un cultivo que resista a una enfermedad que hoy lo está atacando.

Objetivo común

Pero hay un reto en todas estas empresas e industria, que no es sino devolver a la agricultura el papel y prestigio que ha tenido durante tantas décadas, y que se ha visto, sin embargo, empañado en los últimos tiempos. «Queremos volver a conectar a los consumidores con el campo», es la frase que mejor define esta ambición, a la que se ha adherido también instituciones como el Gobierno de España, motivado eso sí por las movilizaciones que se han registrado en los últimos días.

«Nuestros agricultores y ganaderos están pidiendo respeto y comprensión por parte del conjunto de la sociedad» trasladaba el ministro de Agricultura, Luis Planas, tras su encuentro con ellos en el Ministerio, a lo que se sumó compartiendo ese sentimiento de «respeto, comprensión y apoyo», convencido de que sin el sector primario «no tendríamos la España que tenemos».