El sanador en jefe

Agencias-SPC
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Biden vuelve a la Casa Blanca, esta vez para trabajar desde el Despacho Oval, con la misión de reconstruir un país fragmentado

El demócrata presume de haber liderado medidas como el matrimonio homosexual cuando era vicepresidente. - Foto: Europa Press

«Amigo» de Barack Obama y su vicepresidente entre 2009 y 2017, Joe Biden recurrió a su experiencia y moderación para imponerse al populismo de Donald Trump en unas elecciones condicionadas por la pandemia de coronavirus y la mayor crisis económica en décadas. 

El nuevo presidente de EEUU tendrá que compaginar su labor de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas con la de sanador en jefe, dado que hereda un país resquebrajado y tremendamente dividido para el que promulga la «unidad» para «sanar las heridas» abiertas tras los cuatro años de Trump en el poder.

Hace un año, su campaña estaba al borde del abismo tras perder estrepitosamente en las primeras citas electorales de Iowa y Nuevo Hampshire del Partido Demócrata. Sin embargo, resurgió de las cenizas y arrasó en el supermartes de marzo, un punto de inflexión que le sirvió para catapultarse como candidato a la Presidencia tras el abandono sucesivo de sus contrincantes en la carrera. «Estamos creando una campaña que puede unir al partido y batir a Donald Trump», exclamó entonces. Ocho meses después, cumplió lo prometido.

Precisamente, fue tras imponerse en las primarias de su formación cuando comenzó su papel de sanador, esta vez en un partido que se había dividido ante un amplio abanico de candidatos que abordaban desde el conservadurismo más moderado hasta un ala izquierdista cercana al socialismo. Biden supo leer las grietas y se erigió como la figura capaz de unir a las distintas tendencias para abordar un fin común: sacar al mandatario republicano de la Casa Blanca.

Para ello, se rodeó de los que fueran sus adversarios, llegando a nombrar a una de sus más firmes detractoras en los debates, Kamala Harris, su compañera de fórmula, haciendo así, además, historia, al nominar por primera vez a una mujer y a una persona de origen afroamericano para ocupar la Vicepresidencia.

El carisma es otro de sus puntos fuertes, algo que demuestra en sus cálidas y espontáneas interacciones con los ciudadanos, pero la inusual situación derivada de la pandemia del coronavirus le supuso un obstáculo en ese aspecto... que también le ayudó en otro aspecto: gracias a su menor exposición pública, pudo controlar sus frecuentes meteduras de pata verbales. 

Biden, que a sus 78 años es el presidente más anciano que ha tomado posesión en la Historia del país, llegó ayer a la misma Casa Blanca en la que trabajó durante ocho años como vicepresidente junto a su «amigo» Barack Obama, como le gusta destacar cada vez que tiene ocasión. Una amistad inesperada fraguada durante esas dos legislaturas de ardua labor.

Entonces, ya lideró algunas medidas vanguardistas de las que asegura sentirse «orgulloso»: en 2012 afirmó que se encontraba «absolutamente cómodo» con el matrimonio homosexual, lo que forzó a Obama a acelerar su apoyo explícito a esas uniones y contribuyó a su legalización final por parte del Tribunal Supremo en 2015.

Esta vez, su regreso a la residencia situada en el 1.600 de la Avenida Pensilvania de Washington es para ocupar el Despacho Oval como la guinda a una dilatada trayectoria política que le mantuvo en el Senado durante más de tres décadas -1973-2009- y ocho años al frente de la Vicepresidencia del país. Le ha llegado el momento de gobernar. Y de «sanar» esas «heridas» que tiene que curar cuanto antes para que Estados Unidos pueda pasar página y seguir adelante.