En defensa del viaje

Maricruz Sánchez (SPC)
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Tony Wheeler, fundador de la prestigiosa guía Lonely Planet, reivindica la necesidad de recorrer el mundo a pesar del coronavirus

En defensa del viaje

En medio de una pandemia global que ha cerrado las fronteras de casi todos los países del mundo, Tony Wheeler, icono de referencia para todos los grandes aventureros independientes y fundador de la mítica Lonely Planet, la principal compañía en contenidos de viaje del mundo, alza la voz contra el encierro: «Hay que proteger la salud, por supuesto, pero nunca debe olvidarse que viajar ha hecho al ser humano más inteligente, más empático, más culto y más solidario».

Frente a quienes han guardado sus pasaportes ante la imposibilidad de sacarles partido por el momento, Wheeler insiste en que es la hora de recordar todo lo bueno que viajar ha aportado a nuestras vidas. Y sobre todo, es el momento perfecto para planear un futuro más sostenible, más respetuoso y más sensato.

Y lo hace con un libro, En defensa del viaje, con el que GeoPlaneta arranca su nueva colección de ensayos. Una línea editorial que recogerá reflexiones relacionadas con el mundo viajero escritas por grandes referentes. El primero de ellos, como quizá no podía ser de otro modo, es el propio Wheeler, que en su obra reivindica la importancia y los puntos positivos de esta experiencia en la historia de la humanidad y reflexiona sobre el cambio radical que la crisis sanitaria ha supuesto para los desplazamientos. 

El fundador de las guías Lonely Planet lleva más de 40 años recorriendo el mundo sin parar y ha visto cómo el turismo ha transformado el planeta. La parada obligada por el coronavirus es la más larga que ha hecho en toda su carrera viajera, un momento tranquilo que le ha dado la oportunidad de pensar en la necesidad de retomar los trayectos pero con una dirección clara: un turismo menos masificado y más sostenible, una tendencia cada vez más extendida ya antes de la pandemia, pero que se reafirma con fuerza tras meses de cambio.

«Viajar nunca es inocuo. En conjunto, creo que los beneficios pesan en la balanza más que los inconvenientes, tanto para nosotros en el plano personal (regresamos bronceados, relajados y, con suerte, un poco más sabios) como para aquellos a los que visitamos (quizá se queden un poco más ricos y, posiblemente, también un poco más sabios). Lamentablemente, esa educación y esa transferencia de riqueza acarrean algunos costes; no hay nada peor que estar al lado de un destino o un complejo turístico padeciendo sus inconvenientes pero sin poder disfrutar de sus beneficios.

Impacto cultural

«Más allá de la preocupación por nuestra contribución al desastre global, nos inquieta el impacto que causamos en las culturas frágiles. Nosotros, turistas, lo corrompemos todo con nuestras exigencias de que la comida debe ser como la que tomamos en casa, de que deben proporcionarnos todas las comodidades que disfrutamos en el propio hogar, de que los lugareños deben hablar idiomas, de que podamos acceder rápidamente a nuestras redes sociales y medios de comunicación en nuestras tabletas y en el televisor, de que nuestros teléfonos móviles funcionen con el roaming, y de que las conexiones a internet nunca fallen. Por no hablar de que, con turismo o sin él, la globalidad nos arrollará a todos. ¿Quién no acabará calzando zapatillas Nike, comiendo Big Macs, conduciendo Toyotas y escuchando a Taylor Swift por Spotify? Ante ello, cabría preguntarnos hasta qué punto son frágiles todas las culturas locales», apunta Wheeler.

«Desde siempre, los viajes han ocupado una gran parte de mi vida. He tenido la gran suerte de que mis viajes, mi interés por los viajes, mi amor por los viajes, han servido de inspiración a muchos viajeros de muchos países. Si he de quedarme con un pensamiento que me colme de felicidad, sería el que un gran número de personas me han expresado: Me lo pasé en grande. Fue la mejor experiencia de mi vida. No habría sido posible si no me hubieras ayudado a abrir la puerta y salir al mundo», relata.

Además, ahora que ha pasado el período más largo de su existencia sin ir a ninguna parte, insiste en que viajar no es solo cuestión de monumentos y museos, sino, sobre todo, de personas. «Tengo la suerte de conservar muchos contactos por todo el mundo, como gente de Bali, en Indonesia, que me cuenta cómo tratan de salir adelante sin los turistas, hasta ahora su clientela habitual. En un plano más personal, me digo a mí mismo que, cuando superemos la pandemia, una consecuencia positiva será haber pasado mucho más tiempo con mi nueva nieta», confiesa.

La naturaleza también ha encontrado su camino en esta nueva normalidad. A veces hay necesidad de alejarse de casa: cuando se hace una pausa, el mundo exterior viene a nosotros. «Incluso sin viajar, la naturaleza suele estar ahí al lado. Con solo quedarnos quietos, la descubriremos junto a nosotros», afirma este viajero.