"Si no se defienden los derechos, pueden perderse"

Ana Pilar Latorre
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Aunque ya no está en primera línea, sigue luchando en actos del sindicato por los derechos de los trabajadores a través de su participación y por reequilibrar las relaciones de trabajo

"Si no se defienden los derechos, pueden perderse" - Foto: MiriamChacoN

Tras dar el relevo en la secretaría general de Comisiones Obreras a Unai Sordo después de diez años al frente del sindicato, Ignacio Fernández Toxo mantiene su vinculación con el mismo participando en distintas actividades, como la que se ha organizado el próximo lunes en Soria dentro del programa del OtoñoSindical. El gallego fue trabajador de los astilleros y militante primero de la Liga Comunista Revolucionaria y después del Partido Comunista de España. En el sindicato comenzó como secretario general de la Federación del Metal y después de la Federación Siderometalúrgica, destacando su defensa ante la reconversión industrial y su participación en la Marcha del Hierro. Fue secretario de Acción Sindical y Políticas Sectoriales antes de ocupar la Secretaría General.

¿Cómo es ahora la vida de Ignacio Fernández Toxo, ya como jubilado?

Tengo el día variado y, afortunadamente, no he caído en la rutina. Sigo la actualidad del país, porque sigo teniendo mucho interés en lo que pasa no solo en España, sino también a nivel europeo e internacional. Participo en alguna actividad vinculada al sindicato, como la de Soria el próximo lunes 21 de octubre. De esta manera, acudo a conferencias, jornadas, debates... Por otra parte, me he dedicado a cultivarme, lo que no he podido hacer a lo largo de mi vida en activo. Llevo ya dos años estudiando inglés en la UNED y he empezado ahora el grado de Geografía e Historia. En fin, tengo tarea.

¿Cómo valora las movilizaciones de pensionistas desde distintos puntos del país, principalmente el norte de España, que han confluido este martes en Madrid?

Respecto a las movilizaciones, tengo un sentimiento contradictorio. Por una parte, observo que la gente que dio lo mejor de sí en los años 70 en nuestro país, que sentó las bases para la transformación democrática, primero conquistando libertades y después logrando la transformación económica y social, tiene que volver a echarse a las calles para defender conquistas que parecían asentadas definitivamente, pero que la experiencia nos viene a demostrar que no hay herencia de derechos. Los derechos o se defienden continuamente o pueden perderse. Lo cierto es que en la crisis, con la coartada de la recesión económica entre los años 2008 y 2014, ha habido un retroceso fortísimo que más que justifica que esa generación vuelva a movilizarse en las calles. 

Pero decía contradictorio porque a quien le debiera tocar en este momento esa tarea es a las nuevas generaciones, a la gente más joven. Y ahí hay un cierto desfase. No digo que todos los jóvenes estén en una situación de pasotismo, pero sería necesaria una mayor confluencia porque no son solo las pensiones lo que se ha puesto en cuestión, sino otras muchas cosas en el terreno de los derechos laborales y sociales. La pérdida de calidad de nuestra democracia es bastante evidente. Pero a fin de cuentas, creo que aquí hay un halo de esperanza porque las cosas no tienen por qué ser irreversibles. 

¿En qué aspectos ha cambiado en panorama laboral en los últimos años? Ahora la precariedad, la temporalidad, los horarios largos, el despido fácil… están a la orden del día. ¿Cómo debe ser la lucha social contra este panorama?

La gente tiene que entender el papel fundamental de la organización. Aquí no caben batallas individuales condenadas al fracaso. Esto es una pelea que hay que librar desde lo colectivo y lo primero sería animar a la gente a organizarse, a afiliarse a las organizaciones sindicales, que elijan la que sea, pero que se organicen porque es una mayor garantía de éxito futuro. Hay que intentar revertir los efectos de las grandes reformas que se hicieron aprovechando, como decía antes, la coartada de la recesión económica. 

En España durante la dictadura había un fenómeno que era el de los trabajadores pobres y prácticamente toda la clase obrera tenía esa condición. Esto había desaparecido con la democracia y hoy nos encontramos, a partir de la reversión de las leyes laborales y, particularmente, de los convenios colectivos, con la emersión de esa nueva figura que además se ve facilitada por el desarrollo tecnológico, que siendo bueno para muchas cosas ha generado una nueva situación de trabajadores y, sobre todo, trabajadoras sin derechos y con unas condiciones penosas de trabajo, con jornadas interminables que en muchos casos no dan para malvivir... 

Sobre todo, lo que se refiere a los efectos de la reforma de 2012 sería imprescindible que muchos puntos que se introdujeron en el Estatuto de los Trabajadores desapareciesen y fuesen sustituidas por un cuadro mayor de garantías. En definitiva, yo hablaría de una búsqueda de reequilibrio de las relaciones de trabajo entre las personas que tienen un empleo y los empleadores, porque hoy se han desequilibrado en favor de éstos últimos. 

¿Cómo afecta la inestabilidad política en España? ¿Qué Gobierno querría después del 10 de noviembre?

El Gobierno lo vamos a decidir el conjunto de la ciudadanía pero a mí me gustaría primero que no se hubiera perdido el tiempo, porque las oportunidades pasan y a lo mejor no vuelven, y en segundo lugar y una vez que tengamos que ir a repetir las elecciones como si nos hubiéramos equivocado por votar en las primeras, que surja un gobierno progresista, que entienda que el Estado social tienen que ser una seña de identidad, que la patria son los ciudadanos y las ciudadanas y no las banderas y los símbolos y que, por lo tanto, ponga el acento en la búsqueda de soluciones a los problemas que tienen las personas. 

La inestabilidad política está empezando ya a afectar a la economía y a elementos básicos de la vida de los ciudadanos. Además, hoy tenemos esa situación en Cataluña que, lejos de solucionarse, se ve agravada por la inexistencia de un gobierno sólidamente asentado que permita una vía distinta a la que se puso en marcha en 2012 en esta parte de España. 

Para luchar contra la despoblación en zonas que tanto la sufren como Soria y en relación al sector laboral, ¿la principal arma para fijar habitantes puede ser el empleo?

Básicamente sí. No conozco exactamente la situación de Soria pero yo vengo de una comarca que gallega es El Ferrol, aunque desde hace bastantes años vivo en Madrid, que en los años 70 y 80, sin añorar aquella situación, contaba con unos astilleros que tenían 20.000 trabajadores entre los dos, Astano y Bazán, y hoy quedan 3.000 personas apenas. Ha habido un vaciamiento de la población y la gente ha tenido que buscarse la vida como ha podido en otros lugares porque no ha habido prácticamente alternativas de empleo a aquel proceso de reconversión industrial que vivió España. Se estableció un paralelismo. 

Otro tanto sucede en lo que ya se empieza a conocer en profusión como la España Vaciada, la España que ha ido perdiendo población en beneficio de las grandes concentraciones urbanas y que necesita de una atención prioritaria de las autoridades, de la política, de los gobiernos central, autonómico... y también de las instituciones europeas. A lo mejor si miramos un poco más hacia afuera para ver lo que se ha hecho de éxito en otros lugares podemos encontrar vías para solucionar esto que en España ya es un problema que amenaza con convertirse en endémico.