Luchar con honda. Romanos y celtíberos

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Los proyectiles se generalizaron en las guerras celtibéricas y romanas

Luchar con honda. Romanos y celtíberos

La honda fue un arma utilizada desde la prehistoria para la caza y para la guerra: es fácil de transportar y tanto la honda como los proyectiles son fáciles de elaborar u obtener. Por ello, su uso estuvo muy extendido entre culturas muy diversas: israelitas, fenicios, griegos, etruscos, íberos, celtíberos, romanos…

Las piezas de las que tratamos aquí proceden de Numancia y responden a un tipo de proyectiles que se generalizaron en los siglos III – II a .C. en las guerras celtibéricas, pero habían sido utilizadas en la guerra entre Cartago y Roma y sus respectivos aliados, las guerras púnicas, en parte desarrolladas en suelo hispano, y fueron utilizadas después en todas las guerras romanas.

En el campo de batalla, los honderos solían ubicarse al lado de los arqueros en los flancos, para lanzar contra el enemigo los proyectiles masivamente y provocar  con ello el desconcierto y la dispersión de las filas enemigas. Cuando se veían constreñidos realizaban  maniobras de reubicación, de tal modo que pudieran proseguir con la ofensiva de hostigamiento. Por ello, los honderos constituían unidades militares  ágiles, versátiles y rápidas.

La eficacia de la honda, conseguida entre forma y función desde el origen, hizo que este arma o útil no sufriera variaciones  a lo largo del tiempo.  Las hondas, construidas con madera y cuero, lino o esparto,  no se han conservado por la fragilidad de sus componentes. Sin embargo los proyectiles, bolas de piedra o glandes de barro o plomo, han pervivido. En el caso de las piezas de barro, su tipología era sutilmente variada: ovoides, glandiformes, fusiformes, amigdaloides, bicónicos o bipiramidales; las  formas de los proyectiles de plomo, por su técnica de fabricación a molde, eran básicamente bicónica, husiforme y naviforme; en ambos casos acababan en extremos apuntados.  La forma pretende convertir el proyectil en algo letal por su fuerza y velocidad. Para  minimizar el impacto del proyectil sobre el casco podía colocarse, sobre éste, una estructura de  mimbre entrelazado que  amortiguara el golpe. 

Estas tipologías se mantuvieron a lo largo del tiempo  de un modo indistinto lo que hace difícil precisar su cronología exacta excepto cuando tuvieron inscripciones, lemas de la unidad o maldiciones al enemigo,  que se han conservado.

El aprendizaje del uso de la honda en las poblaciones prehistóricas y prerromanas se iniciaba en la infancia. 

Concluida la batalla los proyectiles de plomo y los de arcilla que no se hubieran fragmentado, se recogían para usos futuros junto con otras armas recuperables y el botín restante. Debemos recordar que el soldado romano debía proveerse el mismo de las armas. La recuperación de armas fue muy importante en todos los ejércitos. 

Algunos de estos proyectiles tenían un conducto tubular lo que al lanzarse a gran velocidad y distancia, creaba un silbante y característico ruido, que provocaba también cierta ofuscación sonora y contribuía a  incrementar el fragor de la batalla, ya de por sí, caótico.

Otro uso de estas mismas piezas fue incendiario: envueltos en aceites y grasas ardientes se lanzaban contra techumbres de paja y madera o lonas (en el caso de campamentos romanos) provocando el incendio de los poblados del mismo modo que se lograba con flechas cuya punta ardía. La eficacia en asedios ha hecho que en muchas ciudades y poblados asediados su hallazgo sea frecuente. Debe sumarse el hecho de los proyectiles de honda eran más fáciles y baratos en su elaboración que las flechas.

La distancia a la que podía ser lanzado el proyectil era variable dependiendo del tipo de honda: con el tipo corto alcanzaba, 20 a 25 metros, con la de tamaño intermedio, 60 metros y la honda larga, 200 metros.

Estas distancias se han calculado a partir de la información suministrada por las fuentes clásicas en las que se describían y anotaban cálculos de las estructuras internas de los campamentos romanos, en que consideraban las distancias a las que estarían protegidos de ataques incendiarios con honda.

Cuando la honda dejó de ser utilizada en la guerra pervivió en su uso en la caza de aves y en trabajos de vigilancia del ganado.