La luz romana

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La lucerna era la forma de iluminar más extendida y más seguro que la tea

La luz romana

La luz es imprescindible para la vida. La luz conseguida a través del fuego cuando se aprendió a provocarlo o mantenerlo permitió para ganar horas a la luz del día. Fueron horas  para la reunión y la socialización y el desarrollo de algunas mejoras técnicas de útiles.

En la cultura romana la lucerna era el medio de iluminación más extendido porque ofrecía una solución más segura que las teas, antorchas y velas de sebo o grasa, que, además, emitían olores y humo y estaban asociadas a cierta siniestralidad porque la llama titilaba incontrolada.

Las lucernas se elaboraban masivamente en los alfares, fundamentalmente en cerámica de muy diversas calidades y modelos decorativos.  Conocemos ejemplos lujosos en cuanto a su técnica de elaboración y riqueza decorativa. Algunas se fundieron en bronce. También en bronce ser realizaron lucernarios, muebles destinados a soportar un número variable de lucernas, que formaban parte de viviendas de la clase enriquecida. Un magnifico lucernario, conservado en el Museo Numantino, procede de Uxama.

La luz romanaLa luz romana - Foto: Las lucernas eran portátiles, pero en función del número disponible y las características de la vivienda se distribuían por las estancias logrando iluminar  la casa o estancia.

Poseen un depósito, infundibulum, de mayor o menor medida, en el que se vertía aceite de oliva o el combustible del que se dispusiera. Se ha documentado, mediante análisis el uso de aceites de nuez, ricino y pescado, y más adelante otras sustancias como bitúmenes y petróleos. El combustible utilizado, que en la mayoría de los casos fue el aceite de oliva, indica el nivel económico de la familia.

 A este depósito se le comunica un pequeño conducto, myxus, o varios, en el que se colocaba la mecha, ellychnium que se prendía, esta mecha podía ser de distintos materiales, normalmente un material fibroso que al contacto con la llama no se consumiera con rapidez. Con frecuencia lino o la fibra de avellano y excepcionalmente un mineral como el asbesto. En la  base de la lucerna solía imprimirse el nombre del taller que las producía. Ello ha permitido a la investigación conocer los alafres, su situación geográfica y las rutas  de comercialización de sus productos.

Se moldearon a torno, y más adelante, hacia el siglo II a. C., comenzaron a realizarse en molde, consiguiendo con mayor facilidad grandes producciones en número para responder a una demanda muy alta: se utilizaban en espacios privados, domus o villae, en edificios públicos, en representaciones teatrales, templos y  rituales, incluidos los funerarios. En estos últimos casos la función se hace trascendente y simbólica.  

A finales de la época republicana (siglos II-I a. C.) y ya plenamente en la imperial (siglos I-V d. C.), la moda impone decorar  el espacio conocido como discus, es decir la parte superior de la lucerna con una gran variedad de temas: gladiatorios, eróticos, pastoriles, mitológicos, animales, vegetales e incluso de propaganda política y estatal. Así la representación de las Victorias,  figuras femeninas situadas sobre el orbe, simbolizaron el control y dominio romano del mundo conocido.

Los temas que aparecen en los discos se reproducen con gran facilidad, ya que generalmente se hacían con moldes.

Esta lucerna decorada con un jabalí se recuperó en una excavación arqueológica en Medinaceli.