Risas solidarias

Ana Pilar Latorre
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La soriana Nati Delso está comprometida desde 2002 con la ONG Payasos Sin Fronteras, que trabaja por todo el mundo para mejorar el estado emocional de niños que viven situaciones de emergencia por guerras, desastres naturales o exclusión social

Risas solidarias - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez.

Está convencida de que la sonrisa ayuda a curar el alma, también tras sufrir una guerra o un tsunami. Que es un modelo de vida porque un día sin ella es un día perdido. Que siempre hay que buscar la parte positiva de la vida porque la felicidad es una actitud. Que hay que sonreír a la vida porque después te lo devuelve con el cariño de otras personas. Así explica la soriana Nati Delso, que irradia positivismo y buen rollo por donde quiera que vaya, su vinculación desde 2002 con la ONG Payasos Sin Fronteras (PSF), cuyo objetivo es «mejorar la situación emocional y psicológica de niños y mujeres que viven situaciones de emergencia por desastres naturales, guerras o exclusión social, como pueden ser las poblaciones en campos de refugiados y zonas de conflicto». Su instrumento para lograrlo es la risa, «un medio terapéutico que llega a los que lo necesitan a través de actuaciones y talleres de formación socioeducativos». Para la ONG es de vital importancia la sensibilización sobre la situación de estas personas y la promoción de actitudes solidarias.

PSF surgió en Barcelona en 1993, cuando un grupo de escolares participó en su colegio en unas jornadas por la paz contactando con niños de campos de refugiados de la antigua Yugoslavia. Uno de ellos quiso regalar una fiesta de cumpleaños a su amigo croata y a su padre se le ocurrió enviarle un grupo de payasos con Tortell Poltrona (fundador de la ONG) al frente.La expedición fue todo un éxito, «tuvo un efecto muy positivo y rebasó las expectativas, se puso una semilla que germinó y que todavía hoy da sus frutos», comenta Nati Delso, quien indica que se creó para hacer expediciones en los países más desfavorecidos y menos desarrollados pero también para «atender a ese cuarto mundo que existe en el primer mundo» y que a veces cae en el olvido.

clowns. Confiesa que es «muy payasa», una actitud que le llena de vitalidad, pero siempre insistiendo en que no es profesional. No sabe si los cursos de clown le llevaron a la organización o si fue al revés. El caso es que un día cuando pasaba la Navidad en Soria [vive seis meses en España y seis en Irlanda] escuchó en la radio a un grupo de payasos que hablaban sobre su experiencia en Palestina. «Me quedé impresionada y pensé: ¡Qué guay! Yo no soy arquitecta, ni médico… pero podría ayudar llevando la risa hasta estos lugares». 

Años más tarde y por casualidad encontró un folleto y se presentó en la oficina para poder aportar su granito de arena. En ese tiempo había hecho cursos de clown, de mimo, de bufón, de improvisación…, incluso en Holanda, lo que le acabó de convencer del poder del cuerpo para provocar una sonrisa y de la la importancia de hacerla llegar a los que la necesitan, los que atraviesan situaciones difíciles y por un momento pueden sanar el alma. 

Al preguntarle por las acciones de la ONG, la soriana muestra las imágenes de expediciones en las que verdaderamente se contempla la labor de la organización. «Son cosas simples, como un payaso con su barriga y su tutú intentando hacer una tabla de gimnasia… El hacer reír a estas personas que están en situaciones difíciles les ayuda a evadirse…», reflexiona escenificando la situación.

Ella ofrece apoyo en la oficina de Madrid (la central está en Barcelona), organizando bases de datos y preparando actos y expediciones de payasos, magos, malabaristas y actores. «Siempre se va con una contraparte», un organismo o asociación que precisa la labor de PSF en una zona determinada. En estos años han visitado muchos países, como  Palestina (con la Media Luna Roja), Colombia (niños en situaciones de vulnerabilidad por ser zona de narcotráfico, por un lado, y otras con gran presencia de refugiados de Venezuela, por otro) y Burkina Faso (implantando un programa de nutrición para bebés con las figuras de mama-yasas para lograr que participen con asiduidad). Este año se va a viajar a Líbano para intentar disminuir los efectos postraumáticos de la guerra de Siria en los niños refugiados a través de sus espectáculos; a Indonesia, tras los desastres naturales sufridos en 2018; a Etiopía y a Ucrania. Una gran lista solidaria que no para de crecer. El material se prepara para el viaje y allí se cuenta con medios y guías para orientarse en el terreno y mantenerse en zonas seguras, comenta Nati Delso. También se llega a las mujeres del mundo árabe, que se quedan solas al cuidado de la casa y los hijos mientras sus maridos trabajan fuera durante todo el año. En España, magos y payasos visitan a niños en hospitales y en las cárceles en las que viven porque sus madres están presas, en zonas de exclusión social (Cañada Real, El Raval, Vallecas, 3.000 Viviendas de Sevilla…). Nati recuerda con especial cariño las acciones en Madrid tras los atentados del 11-M, con actuaciones en El Pozo y Santa Eugenia y ‘el Tren de la risa’ para niños tras vivir un suceso tan traumático. «Al menos creo que sirvió para aliviar. Se hicieron muchas cosas y muchos colectivos se implicaron», detalla. 

La organización participa en ferias para informar y vender camisetas y narices de payaso; y en eventos de colegios, ayuntamientos, diputaciones, empresas… Y cada Navidad se celebra una gala en Madrid, con numerosas actuaciones. No se llega a los mil socios, pero desde esta organización hacen lo posible para estar en los lugares en los que se les requiere. Ofrecen los regalos de boda solidarios, un pack con nariz en vez del típico obsequio. «Para mover a cinco payasos a Líbano se necesita dinero», comenta la soriana, subrayando la justificación de gastos y la transparencia de la organización solidaria.