El paripé de 'La Nueva Ex-paña'

Carlos Dávila
-

Sánchez y Junqueras lo tienen todo pactado y, ciertamente, al líder secesionista se le ha ido la mano en los desplantes, pero al jefe del Ejecutivo le importa un bledo

El paripé de ‘La Nueva Ex-paña’ - Foto: Susanna Sáez

Cualquiera diría contemplando los repetidos desaires que Esquerra Republicana de Cataluña perpetra contra Sánchez, su Gobierno y, en resumidas cuentas, contra el propio Estado español, que lo tienen pactado todo. ¿También esto? ¿Los plantones al Rey? ¿Los cuernos al propio Sánchez? ¿todo?, ¿de verdad? Pues sí: todo. O casi todo, porque, es cierto, la enormidad de algunos desplantes (por ejemplo, el tancredismo de Aragonés con el Rey) sería muy difícil de asimilar para cualquier individuo decente, digno, pero no para el presidente del Gobierno, cuya sola obsesión es permanecer. Ahora la factoría Redondo se ha inventado otro resoplido demagógico: La Nueva España, como si se tratara de un mal remedio del primer descubrimiento de Colón. No hay que enredarse en esa martingala: todo lo tienen pactado. Los independentistas furiosos saben que, hagan lo que hagan, a Sánchez le trae por una higa; le da lo mismo, son pequeños incidentes en el camino. En puridad, el ridículo del Liceu fue descomunal, de los que hacen época, pero Sánchez ya impartió instrucciones para que aquella trapisonda se vendiera como una muestra más, inequívoca, de su capacidad de diálogo.

Y es que esto del «nosotros dialogamos, no como hizo la derecha» es solo un ejemplo más de la peligrosa polarización política que es el sello diferencial de la gobernación de Sánchez. Su apuesta por el enfrentamiento entre la derecha y la izquierda no tiene límites; llegará hasta donde haga falta, hasta donde le convenga. El cuento se resume así: «Nosotros somos los buenos, los que vamos a resolver el conflicto con Cataluña, los que nos sentamos a hablar sin descanso, los que deseamos poner fin a siglos de discordia; ellos son los malos (así, de simple), los que permanecen anclados en posiciones obsoletas, los que no entienden que se ha abierto paso precisamente la Nueva España, los que nunca quisieron concordar nada con los renacidos independentistas». En definitiva, los malos de la película. Esto recuerda -la memoria es útil para estos menesteres- la negociación de Zapatero con la banda asesina ETA. Es idéntico el panorama. Entonces, el precursor de Sánchez, Zapatero, acusó a Rajoy, este en la oposición, de boicotear un acuerdo que nos llevaría a la «concordia», un término multiusos que ahora ha rescatado Sánchez. El PP era el puro burrismo, el yo me los cargo a todos, el de la derecha no quiere la paz. El partido al que molesta el diálogo, la capacidad de entendimiento con todos, incluso, con los que piensan radicalmente diferente. Es lo mismo.

Sánchez y Junqueras lo tienen todo pactado y, ciertamente, al líder secesionista se le ha ido la mano en los desplantes, pero al jefe del Ejecutivo le importa un bledo, desprecia la reacción recóndita que se está produciendo en la sociedad española. Muy importante y desconocida. Los jueces, los empresarios independientes, los científicos, millones de profesionales, la Policía y la Guardia Civil (estos en silencio), los movimientos comunitarios ya no tragan con lo que se les está viniendo encima. Disimulan, como en el teatro, que al presidente sus interlocutores separatistas le hagan mofa, befa y escarnio pero, fíjense qué curioso, los españoles son ya conscientes, se encabritan con lo que está ocurriendo. 

De aquí, que se está elevando estratosféricamente la popularidad del Rey y su prestigio institucional. Las encuestas lo revelan, como también adelantan que detestan los indultos. En román paladino, el que emplea la calle siempre tan sabia y al loro, se puede decir que España no admite este constante ejercicio de cornudos, apaleados y encima poniendo la cama a que nos están sometiendo una porción de mindundis que, encima, son una cuadrilla de analfabetos, de indigentes intelectuales que, eso sí, le han cogido la medida y el teléfono a un personaje dispuesto a vender hasta lo más cercano con tal de continuar en el machito.

El paripé, por más que no sea fingido, por más que cuente con la risión de los socios de Sánchez, tiene toda la pinta de que a éste le va a costar caro. España ya no soporta el problema territorial que ha creado. Aquí, en nuestro país, ya no existe un conflicto militar, religioso, tampoco una crisis económica de la que, con certeza, vamos a salir y pronto. El problema es territorial. 

No se puede admitir la realidad de una confrontación, de Estado a Estado, «con» Cataluña, lo que se cuece, cada día con mayor crueldad, es un problema «en» Cataluña, con dos partes idénticas que transitan por diferentes vías: una pide la separación, otra la continuación de un proyecto común. A esta segunda, Sánchez, como antes Zapatero, la ha abandonado clamorosamente. Y lo pagará, más antes que después.

 El paripé es una constancia. Bien es cierto que a los sediciosos se les ha ido la mano, pero su asociado no se ha removido en el asiento de indignación, simplemente no ha tenido en cuenta los desmanes. En el PSOE de siempre, los que se atreven a hablar, siempre de incógnito no vaya a ser que les apalicen públicamente, se lamentan, como lo hizo el pasado lunes Felipe González, de que «nos hemos metido en un callejón sin salida», y se quejan del desarme verbal, incluso gestual, que sufre el Estado ante el acoso de sus aliados. 

Pero el «altísimo riesgo» a que se refiere González en una de sus interminables, y a veces incluso ininteligibles paráfrasis, no es el del PSOE, que al fin y al cabo solo importa a sus militantes y votantes, sino el de España. El PSOE ha comprado las tesis del Partido de los Socialistas Catalanes, esa formación que es, en su mayoría, tan nacionalista como la propia Esquerra. Ahora, según parece, Sánchez, como una nueva concesión, se dispone a aupar a este titiritero de la política que atiende por Miquel Iceta, a la portavocía de su Gobierno. Hay que suponer que nada bueno saldrá de su boca.

La cosa es que no se queden en el título de esta crónica: el paripé lo visualiza cualquier sujeto avisado, pero no es la gran cuestión. Ésta estriba en que, como ya anunció desahogadamente el propio Sánchez, «esto solo es el principio».

 

Referéndum

Se sabe cuales serán los siguientes episodios: la mesa de negociación de igual a igual y, que nadie se engañe, el referéndum o, mejor dicho y de entrada: la «consulta sobre la consulta»: «¿Quieren ustedes un referéndum para ajustar la presencia de Cataluña en España?». Esto es lo que verdaderamente se ha pactado. En lo que los dos lados están perfectamente de acuerdo, a lo que pretende llegar Sánchez en su doble afán: seguir subido al Falcon presidencial y pasar a la posteridad como autor de La Nueva España, la Ex-paña que consiste en su histórica desaparición.