"Han aumentado los intentos de suicidio en menores"

N.Z.
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Los datos dejan en evidencian las secuelas de la pandemia pero, también, que «algo falla como sociedad»

"Han aumentado los intentos de suicidio en menores" - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez

Los profesionales de salud mental vienen alertando desde hace ya meses de un incremento de las urgencias psiquiátricas en la población en general pero, también, en menores. La psiquiatra infanto-juvenil del Virgen del Mirón, Patricia Blanco del Valle, analiza la situación en la provincia. 

¿Cómo es la salud mental de los niños y adolescentes de Soria y cómo ha afectado la pandemia?

En líneas generales, gozan de buena salud. Hay una serie de aspectos contextuales como nuestra situación geográfica, el contacto con la naturaleza, el hecho de ser una ciudad pequeña... que favorecen que no haya grandes estresores que pueden dificultar el día a día. Es una buena salud pero los que nos ocupamos de la salud mental infanto-juvenil hemos visto que, sobre todo con la pandemia, ha aumentado la demanda tanto en consultas como en Urgencias. 

¿Cuáles son los diagnósticos más comunes entre los menores sorianos?

Fuera incluso del contexto pandemia suelen ser el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, los trastornos de ansiedad, los trastornos de la conducta alimentaria y los trastornos de conducta. 

¿Y con la pandemia han cambiado?

Con la pandemia se ha puesto el foco en algunos diagnósticos donde sí que hemos visto un aumento. Por ejemplo los trastornos de ansiedad, los trastornos obsesivos, los trastornos de la conducta alimentaria y, también, los intentos de suicidio y los trastornos afectivos. 

El incremento de demanda en consulta y en Urgencias, ¿ha supuesto también un aumento de los ingresos de menores en las unidades de Psiquiatría?

Sí, desde finales de 2020 (noviembre-diciembre) hasta verano de 2021 (junio-julio) se ha detectado un incremento del 50% de las urgencias psiquiátricas infanto-juveniles y se ha cuadruplicado el número de ingresos en unidades de hospitalización psiquiátrica. Son datos contundentes. 

¿Cuántas plazas hay en Soria para ingreso de menores? 

En Soria no hay específicamente plazas para ingresos de menores en unidades de Psiquiatría, pero no ocurre solo en Soria. En Castilla y León tenemos una unidad de referencia de hospitalización psiquiátrica infanto-juvenil que está en el Hospital Clínico Universitario de Valladolid, que cuenta con ocho-diez camas para toda la región. Este dato explica que en Soria hay lista de espera para ingresar, pero igual que en el resto de provincias. 

Formo parte de la Asociación de Psiquiatría del Niño y Adolescente de Castilla y León (Apniacyl), donde estamos intentando pedir que se implementen los recursos y haya más unidades de hospitalización y hospitales de día psiquiátricos, que creo que son los dispositivos ideales porque suponen un tratamiento intensivo durante un tiempo que puede ayudar a descargar esa necesidad de camas hospitalarias y evitar ingresos. 

¿El hecho de que el hospital de referencia sea Valladolid implica que, si hay ingreso, se tiene que trasladar?

Claro, cuando hay un ingreso tiene que trasladarse a Valladolid, con el agravante de que estamos hablando de ingresos urgentes. Esto es complicado de manejar porque hay ingresos que no pueden esperar  y ahí es cuando tenemos que recurrir a realizar ese ingreso en las unidades de hospitalización psiquiátrica de adultos. 

Mezclar jóvenes, adultos y niños en una planta de hospitalización psiquiátrica, ¿es complicado?

Es complicado, pero hay que valorar la situación de riesgo/beneficio. Si hay un trastorno de conducta muy grave o un intento de suicidio, no puedo esperar a que me llamen de Valladolid diciendo que hay una cama libre, tenemos que proceder a ingresarlo en la unidad de adultos. No obstante, ahí se trata de acondicionar la estancia del menor, pero no queda otro remedio que recurrir a eso. 

Ante este aumento de ingresos en menores pero, también, de la población en general, ¿se han visto colapsados?

Totalmente. De hecho, en los meses en los que ha habido picos de ingresos de niños ha llegado a darse la situación de tener más pacientes en la lista de espera para ingreso en la unidad de referencia que los que estaban ingresados. Sin duda hay necesidad de tener más recursos. 

Se ha llegado a advertir que, después de la COVID-19, vendrá la pandemia de la salud mental. ¿Temen que lo peor esté por venir?

Creo que lo peor ya se está produciendo. Es probable que haya habido un pico de ingresos y un aumento de la demanda entre la tercera y la quinta ola de la pandemia y ahora quizá se ha estabilizado un poco en fase de meseta, pero eso no quiere decir que haya parado, esto seguirá in crescendo y va a aumentar. 

Los psiquiatras siempre exploramos para hablar de la salud mental las esferas de una persona:lo bio, lo psico y lo social, y decimos que hay que completar todas. Esta crisis sanitaria ha afectado a todas las esferas y además de una forma global, por lo que es indudable que la pandemia de salud mental se está viviendo ya y está por venir.  

El Colegio Oficial de la Psicología de Madrid alertó de que las tentativas de suicidio y autolesión en población infantil y juvenil han aumentado un 250% a causa de la pandemia. ¿En Soria también? 

Sí, indudablemente. Afortunadamente suicidios consumados no, pero sí intentos de suicidio, tanto en las autolesiones sin intención suicida como con intención suicida. En cualquier caso, todas son disfuncionales. Las que son con intención suicida suelen funcionar como una especie de calmar la ansiedad o aliviar la anestesia afectiva. Y los gestos suicidas evidentemente dan cuenta de una disfunción, porque en un niño o en un adolescente deberían primar no la pulsión de muerte hacia uno mismo sino las fuerzas de autoconservación. Entonces, claramente algo falla como sociedad cuando se plantea un suicidio en un menor. 

¿Es bueno o malo hablar públicamente de suicidio? A nivel de medios de comunicación todavía hay ciertas dudas y, de hecho, generalmente no se informa de los suicidios. 

Es una pregunta compleja porque a nivel terapéutico, en consulta, sí es bueno hablar de suicidio. Ahora bien, el tratamiento del suicidio en la información para la población general es complicado porque a veces puede producir un efecto 'Werther', un efecto llamada. Creo que es delicado y hay que hablarlo en lugares concretos y en el set terapéutico. Con ello no digo de poner tabús alrededor, sino tratarlo de manera delicada. Informar, afrontarlo como un tema divulgativo, pero de forma impersonal. 

Las nuevas generaciones han crecido con las pantallas. Las utilizan en casa, en clase, en sus relaciones sociales… ¿Ya hay adicciones?

Sobre este tema presentamos en la Feria del Libro 'Impacto de las nuevas tecnologías en la salud mental infanto-juvenil', de Entrelíneas Editores, del que soy coautora con otros compañeros y profesionales de otros ámbitos. Es un tema que daría para mucho pero quizá la característica más revolucionaria de las nuevas tecnologías y el impacto sobre nuestras vidas es la capacidad de acceso inmediato a la información y al vínculo virtual. El hecho de poder satisfacer la demanda de forma inmediata hace que caiga esa espera donde se sostiene el deseo. Entonces, el objeto tecnológico se acaba convirtiendo en un objeto 'droga' y de ahí esa sensación del enganche. 

Por otro lado, en la adolescencia cobra máxima importancia la búsqueda de identidad. Ylas adolescencias de hoy, con lo digital, tienen un poco eso de buscar la identidad a través del culto a la imagen, que a veces se vuelven un poco autística, adictivo. Al final, a través de las pantallas se sustituye el encuentro con el otro (que siempre produce cierta angustia e incertidumbre). Si al final se convierte en un sustituto virtual va a facilitar (que no causar) que pueden aparecer síntomas más graves de aislamiento. 

Ytambién es algo que se va aceptando, porque se regala un móvil a los 12-13 años, cuando no antes...

Yo no establecería una relación directa entre el objeto tecnológico y el malestar psíquico, pero sí es importante diferenciar las dos caras de la moneda: la de la 'vida', que sería que el objeto tecnológico sea un medio, un facilitador; y la de 'muerte', que es que se convierta en un sustituto del vínculo, que haya una fusión del sujeto y del objeto, y que nos aísle y aliene. 

¿Yhay ya casos en los que está llegando a 'alienar' a los jóvenes?

Sí, hemos notado un incremento de la demanda en consulta por este motivo: enganchado al móvil, adicción a las nuevas tecnologías... 

Ha habido un incremento pero también tiene que ver con que, como todo avance tecnológico, la sociedad va bastantes leguas por detrás y, cuando empezamos a controlar esas tecnologías, ya han pasado muchas cosas fuera de nuestro control.  Quizá estamos en ese momento, que falta regular, controlar... 

¿Y las redes sociales, cómo afectan?

Una red social es un espacio donde al final se crea una comunidad. Es importante no tener un pensamiento binario y no pensar en dicotomías bueno/malo, blanco/negro, on line/of line. A lo largo de la evolución en el pensamiento del hombre se han ido introduciendo cada vez más elementos de decisión que han ampliado la escala de grises. Yo diría que ahora las redes sociales forman parte de ese mundo de relaciones del adolescente. 

La denominada 'generación Z', los adolescentes de hoy en día, son nativos digitales y para ellos las pantallas son extensiones de su propio cuerpo, ya estaban cuando llegaron. Para un adolescente estar en las redes es el equivalente a existir. 

Precisamente por esto, ¿puede costar diferenciar mundo real y virtual?

A veces hay casos en los que esto se produce de forma más notable, casos concretos como por ejemplo un niño que pasa mucho tiempo jugando a videojuegos y puede haber esa especie de limbo entre lo real y lo virtual, pero son casos muy concretos. 

Lo habitual es que los nativos digitales y más jóvenes se muevan con naturalidad en varios campos desde lo on line hasta lo of line y sean capaces de mantener incluso varias conversaciones a la vez on y of line. Para los adolescentes de hoy la identidad se construye buscando reafirmar la personalidad en comunidades virtuales, buscando una identidad que además es multidimensional. 

En los últimos años se ha registrado un incremento de casos de acoso, de bullying en jóvenes. ¿Está relacionado de algún modo con las redes?

Hay que abrir el horizonte. No creo que sea atribuible solo a la cuestión de las redes sociales sino que hay que explicarlo desde un contexto sociológico, entender qué ha pasado en las últimas décadas. Es verdad que ha acontecido la revolución tecnológica digital pero yo apuntaría a algo más. 

Hay que preguntarse por qué hay tanta violencia en los jóvenes (porque el bullying es una forma de violencia). Insisto en que algo está fallando como sociedad cuando los niños o los jóvenes se manifiestan de esta forma tan extendida en la violencia. 

Estamos viviendo una época en la que se observa una devaluación de las figuras de autoridad, lo que llaman los psicoanalistas 'el nombre del padre', la 'imago paterna'; pero no como padre sino como autoridad. ¿De qué sirve esa autoridad? Como reguladora de esa pulsión desbocada y, por otro lado, impulsar un ideal, transmitir unos valores. Parece que algo en relación a esto está fallando.

Los padres de esta época están como un poco incómodos ejerciendo ese papel de autoridad (no digo ser autoritario, sino saber marcar unos límites, unas normas, transmitir unos valores) y ahí es donde encontramos la semilla de lo que está pasando, no tanto en las redes sociales. Las redes es un medio pero no hay que poner el foco ahí. Hay una falta de valores, de respeto y de transmisión de la palabra que al final está haciendo que, donde no hay palabras, haya actos violentos. 

Cuando hablamos de bullying la explicación sería que el que agrede detecta en el otro los fallos que él mismo tiene y que no se atreve a reconocer. Y ahí también se ve que la mediación de los adultos cada vez es menos eficaz. Ahí otra vez se escenifica la devaluación de la autoridad. Hay que abrir el foco y lo que está pasando es que hay un fracaso como sociedad. 

¿Tiene que ver con el papel hiperprotector de las familias, con que ahora los padres son amigos, con que tendemos a darles todo? Al final protegemos pero no les enseñamos a fracasar y controlar la frustración...

Tiene que ver con eso, con algo que está fallando en términos de sociedad. Cuando un niño o un adolescente actúa con violencia hay que ver qué hay detrás, porque esto no viene porque sí. Y lo que se ve es un poco eso, que hay un fallo de la palabra, de la transmisión intergeneracional de los valores, lo que se llama filiación. Ser padre no consiste solo en darle todo lo material a un hijo, sino en transmitirle unos valores. 

Hay algo en lo que coinciden todos los que abordan estas cuestiones, el Psicoanálisis, la Sociología, la Filosofía... desde las Humanidades, y tiene que ver con que hay cierta incomodidad en asumir el papel de autoridad, con que la sociedad nos impele a consumir, a ser productivos... y eso también deja menos espacio para pensar, para tener un pensamiento crítico. Que los hijos se frustren es necesario, porque la frustración y la renuncia son estructurantes de la subjetividad. La frustración tiene que ver con tolerar conflictos, con ver que no todo se puede, y tener herramientas para moverte en la vida porque la vida es conflicto. Crecer es conflicto. 

Han salido a la luz varios casos de agresiones a jóvenes con desenlaces fatales y, en muchas ocasiones, sin ningún desencadenante. Violencia por violencia. ¿Qué está ocurriendo?

Es una pregunta difícil, pero va un poco en esta línea.Cuando invadimos el campo vital del otro, surge o debería surgir la culpa, la vergüenza, el horror o cualquier otra modalidad de angustia, que es como tomar conciencia de haber transitado un lugar  prohibido. Cuando no está ese freno de mano, esa renuncia a invadir al otro, que tiene que ver con la subjetividad y con una identificación que una persona adulta te ha transmitido, entonces es más fácil que surja el paso al acto, la violencia. 

La violencia surge en cuerpos poco habitados por la palabra, poco corporizados, poco tocados afectivamente. Entonces, ¿cómo es el sujeto violento? No quieren tener interlocutor, hay un fallo -simbólico- de la palabra, son cuerpos que no buscan dialogar. Y hay una serie de coordenadas socioeducativas que tienen que ver con esto, con la devaluación de la filiación, de la transmisión de valores. 

Hay un bombardeo también de los mensajes de consumo. Todo es susceptible de ser consumido, el otro también, lo que deriva en muchos tipos de violencias como la violencia de género (cosificar a la mujer). El acceso a la sexualidad, que debería ser desde lo afectivo, se hace desde lo violento, la pornografía. Incluso cada vez es más frecuente hacerse marcas en la piel como forma de, donde falla la palabra, habla el cuerpo. De manera que esto de la violencia por la violencia tiene que ver con lo que está fallando como sociedad. 

Aludía también entre los diagnósticos más comunes a los trastornos de conducta alimentaria. 

En el contexto de la pandemia ha habido un aumento notable de los trastornos de la conducta alimentaria, incluso con síntomas más graves. Evidentemente, es otro de los síntomas de la sociedad actual, de ese vacío del que hablamos [...] Si bien la anorexia habita en ese vacío, la bulimia sería tratar de llenarlo, calmarlo de una manera compulsiva y voraz. La anorexia sería un exceso de control y la bulimia un exceso pulsionar. En cualquier caso, son dos caras de la misma moneda que tienen que ver con un vacío que también entronca con un cambio de modelo, de sociedad. 

En los trastornos de la conducta alimentaria las redes sí que actúan un poco como comunidad, como caldo de cultivo, porque hay retos que son tendencia, una moda en la comunicación, y parte del incremento y del efecto llamada tiene que ver con esto. Ahí sí que hay que poner el foco en que las redes pueden estar facilitando -que no causando-. Y esto pasa también con las autolesiones, porque se crea una especie de comunidad y en cierto modo es más fácil, engancha.

Cada persona es un mundo y seguramente no se puede generalizar pero ¿qué señales nos deben hacer pensar que nuestros menores pueden tener un problema de salud mental?

En adolescentes suelen ser los síntomas que hemos ido hablando, síntomas más graves o que socialmente son más alarmantes. En los niños probablemente es más fácil poder detectar que hay cambios pero, sobre todo, es ver que pierden la ilusión, el deseo y la curiosidad. Que no quieran jugar con los amigos, que no quieran hacer las cosas que normalmente hacen, que dejen de querer saber (cuando la curiosidad infantil es el motor del deseo del aprendizaje del niño)... Puede estar más irritable, tener más rabietas, somatizar más la ansiedad y decir que le duele la barriga, la cabeza... porque ellos no tienen recursos para decir «tengo ansiedad».

¿Hay medios suficientes en Soria para atender las necesidades?

Hay medios suficientes pero no todo los suficientes que querríamos. El equipo de Salud Mental infanto-juvenil de Soria está formado por mí que soy la psiquiatra, una psicóloga, una enfermera y una trabajadora social, pero estamos en consultas externas y lo que haría falta sería una dotación de lo que hemos hablado, de tipo hospitalización, un hospital de día. Tenemos recursos pero haría falta más.

¿Y está formado el personal? Porque al final las urgencias infantiles llegan a Urgencias generales...

Hay dos cuestiones importantes. A nivel general parece que ya se ha dado luz verde a la creación de la especialidad vía MIR de psiquiatría de niños y adolescente, que me parece clave, un gran paso. Y, luego, fuera de los especialistas, habría que implementar la formación para los compañeros de otras especialidades, para que estén un poco entrenados en el manejo de las urgencias psiquiátricas del niño y adolescente que, evidentemente, cada vez son más frecuentes. 

Habría que ofrecer cursos en el ámbito sanitario, pero yo también lo haría extensible al ámbito educativo, de justicia... Es cierto que nosotros nos coordinamos con otras instancias, con los colegios, con los pediatras, con Protección a la Infancia... y al final se trata de tejer una red con un equipo multidisciplinar donde todos estemos actualizándonos y coordinados. 

Ha sido una etapa sin abrazos, sin besos, de clases a través de una pantalla, de miedos... ¿puede afectar al crecimiento de los niños?

Ha afectado a los niños igual que en general pero establecer un condicionante en el sentido de afectar a su desarrollo creo que no. La clave no está en el niño sino en cómo se ha manejado en el entorno familiar. Un entorno familiar en el que el niño ha sido protegido, donde le ponen palabras, ve que sus padres son fuertes y no le transmiten más angustia... hará que el niño sepa encajar, procesar y seguir con su día a día sabiendo lo que pasa. Y en cambio en una familia en la que haya gran repercusión familiar, una emoción expresada muy alta, donde todo sea angustiante, ese niño sufrirá más malestar psíquico.

¿Y en los adolescentes que han visto sus relaciones sociales truncadas en un momento clave de su desarrollo?  

Sin duda les puede afectar porque el adolescente de entrada es un ser que sufre y el mundo de relaciones del adolescente por definición es bastante tormentoso. Está en un momento en el que busca la identidad porque está deconstruyendo su propia personalidad a través de una identidad, y esa identidad la busca fuera del grupo familiar, en los iguales. Entonces, es importante salir del grupo primario de la familia, es estructurante para la adolescencia. Esto se ha cortado y el adolescente se ha visto obligado a quedarse en casa. Esto ha causado angustias, tristezas... porque estás rompiendo ese salir para explorar. Ahí han jugado un papel importante las redes sociales, que han sido una ventana al mundo. Aunque lo virtual no ha de sustituir al encuentro con el otro, en cualquier caso, sin ser la panacea ni lo que ha hecho que no pase nada, ha ayudado bastante. 

Por sus palabras, la clave de la salud mental de niños y adolescentes está en los padres. ¿Qué consejo daría a las familias?

Los adultos no nos debemos olvidar que a nosotros nos toca transmitir el valor de ley y, en ese sentido, hay que decir que tomemos las posiciones que nos corresponde. Como padres y adultos estamos para cuidar, proteger, acompañar a nuestros adolescentes y, también, transmitir esos valores. Permitirles crecer acompañándolos y estando de su lado y sosteniéndolos, pero la salud mental de los niños y adolescentes empieza por la salud mental de los padres, de los adultos, de la parentalidad social.