Entre el idealismo y la aventura

F. Prieto Arellano (EFE)
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En nombre de la lucha contra el fascismo, 35.000 combatientes voluntarios de las Brigadas Internacionales se dejaron la piel lejos de sus países combatiendo en la Guerra Civil española como parte del bando republicano

A pesar de su fama, los hombres que integraban estas tropas no eran todos comunistas. Había izquierdistas de todo tipo, centristas e, incluso, demócratas conservadores.

Desde las Cruzadas no se había vuelto a reunir un ejército transnacional de voluntarios tan numeroso, ni quizá tampoco con un motivo tan claro como lo fue el de la lucha contra el fascismo, que en 1936 aglutinó a los 35.000 combatientes de las Brigadas Internacionales que lucharon en la Guerra Civil española al lado de la República. Este es el argumento fundamental con el que el historiador británico Giles Tremlett construye su voluminoso libro Las Brigadas Internacionales. Fascismo, libertad y la Guerra Civil española (Debate), recién publicado, y en el que presenta la intervención de estos hombres como una parte de la lucha contra el fascismo de los años 30 del que la contienda española es solo un episodio.

Tremlett afirma que los brigadistas llegaron a España para librar una guerra que en realidad son tres confilctos a la vez y que no abarca de 1936 a 1939, sino que se prolonga hasta 1945, con la derrota del Eje en la II Guerra Mundial y el fin del fascismo como fuerza política dominante y con poder efectivo en muchos lugares del mundo.

La tercera guerra, sostiene, «es más bien un debate ideológico», exacerbado por las propias circunstancias del momento histórico, y que se refiere a las polémicas que muchos de los voluntarios, los procedentes de democracias liberales (sobre todo británicos, estadounidenses y franceses), sostuvieron con sus gobiernos por la cuestión de la no intervención en la contienda española

Tremlett defiende que detrás de un ejército de 35.000 efectivos hay otras tantas razones que les animaban a luchar en España, «pero con una idea básica: el antifascismo», que tiene una dimensión muy amplia y no se puede entender solo como un combate entre el fascismFbrigo y el comunismo, sobre todo si se considera que muchos de los brigadistas no eran comunistas ni tenían nada que ver con ello.

En este sentido, el autor destaca en su libro que las Brigadas Internacionales «no recibían órdenes de Moscú ni de ningún país, por lo que no resulta apropiado usar la etiqueta de ejército de la Comintern que se les ha adjudicado en ocasiones. Muy al contrario, en sus filas había izquierdistas de todo tipo, centristas, un puñado de demócratas conservadores, católicos, protestantes, ateos, judíos, musulmanes y también aventureros agnósticos», si bien es cierto que hay un predominio comunista.

Con todo, y pese la buena acogida que les dispensó la población civil, cuando las Brigadas Internacionales llegan a España, a comienzos de noviembre de 1936, el entonces jefe del Gobierno, el socialista Francisco Largo Caballero, no las ve con muy buenos ojos, pues las considera como una cuña comunista que puede amenazar el frágil equilibrio de poderes entre las fuerzas políticas republicanas.

El autor también incide en la contradicción que podía haber entre el hecho de que las Brigadas contaran con el apoyo de la URSS (aunque no dependieran de ella) y que al mismo tiempo este país, el otro gran totalitarismo del siglo XX, contribuyera a la lucha antifascista en unión de elementos procedentes de países no comunistas y que tampoco en muchos casos eran de ideología comunista.

 

Pieza clave

Tremlett resalta también la importancia que tuvieron las Brigadas Internacionales en el plano militar. No fueron una simple amalgama de entusiastas, sino que aportaron un elemento decisivo para, al menos, hacer que la guerra no se resolviese en poco tiempo en favor de los sublevados el 18 de julio de 1936.

Los brigadistas se incorporaron a la defensa de Madrid en noviembre de 1936, cuando la ciudad estaba a punto de caer porque las tropas nacionales se encontraban a sus puertas y la resistencia comienza a flaquear.

La Batalla del Ebro (julio-noviembre de 1938) es el «canto del cisne» de las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil.

«El Ebro es el final de las Brigadas como unidad. Se marchan por decisión del gobierno republicano. Son despedidos con honores. La contienda española termina el 1 de abril de 1939 y el 1 de septiembre de ese mismo año Hitler invade Polonia», recuerda el historiador, quien culmina la charla con una reflexión: «Entonces todo el mundo se dio cuenta de que el debate ya no tenía sentido: había que combatir al fascismo con las armas en la mano».