"Toda generación ha tenido una opinión de los comuneros"

Maite Rodríguez
-

Además de catedrático de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos en la Universidad de León, ahora Salvador Rus es el comisario para el V centenario del movimiento comunero

"Toda generación ha tenido una opinión de los comuneros" - Foto: Jonathan Tajes

El quinto centenario de los comuneros está sirviendo de base para realizar un nuevo balance de este movimiento social y político del siglo XVI, que fue muy importante y decisivo para la configuración de la España moderna. El catedrático de la Universidad de León Salvador Rus se encarga de coordinar, además de asesorar a las Cortes de Castilla y León, en la elaboración del programa conmemorativo del final de la Guerra de las Comunidades de Castilla (1521-2021), que se celebrará el año próximo.

Las opiniones sobre los comuneros y este período histórico son abundantes y contrapuestas desde el siglo XVI hasta nuestros días. ¿Por qué ocurre esto?

Los comuneros terminan oficialmente en 1522 con la entrega de Toledo, pero la percha importante es el 23 de abril de 1521 con la batalla de Villalar. A partir de ahí, en pleno siglo XVI, hay una serie de opiniones de cronistas, de autores literarios, etc…, que tienen un denominador común: que es que entre ellos existe una cierta comprensión y justificación del movimiento comunero, y también hay los que lo atacan de una manera inmisericorde, llamándoles diablos o llaman bruja a María Pacheco, la mujer de Juan Padilla. 

Hay una literatura muy cercana a los comuneros, que trata de hacer un balance muy equilibrado, y una segunda literatura, que lo que hace es criticar todo el movimiento e intentar silenciarlo. A partir del siglo XVI nos encontraremos, unas veces, que los comuneros son unos políticos locales que no entendieron nada del proceso de europeización que traía Carlos V, o bien eran los héroes, los libertadores o adalides de una nueva Constitución y una nueva época política. 

¿Hay puntos de encuentro?

En estas dos posturas se mueve el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Por ejemplo, en Madrid, en pleno barrio de Salamanca, hay tres calles que se llaman Padilla, Juan Bravo y Maldonado. Esto significa que hay una reivindicación del movimiento comunero en el liberalismo. Y lo mismo implica que tengamos ese cuadro emblemático de Gisbert, que costó 80.000 reales y fue pagado por las Cortes. Esta obra, que se exhibe en la sede parlamentaria, representa la ejecución de los comuneros y es una reivindicación de su figura. Todas las generaciones de españoles, y algunos europeos, han tenido una opinión sobre ellos. 

¿El movimiento comunero fue una rebelión o una revolución?

El último debate que hay, a partir de la segunda mitad del siglo XX, por parte de los historiadores es si es una revolución o no lo es. La respuesta que dan es que fue una revolución. Y los historiadores del siglo XXI, que han vuelto a tratar el tema, que son cinco o seis autores, tienen una visión de que no es una revolución y sí una rebelión que trata de proponer un cambio profundo en la forma de Gobierno. Es decir, hacer reformas políticas de mucho calado dentro de la monarquía. 

¿Tienen ahora los ciudadanos una idea clara de lo que son?

Según la época histórica a la que vayamos, según la lectura que hagamos y según la opinión de algunos autores. La pregunta que hay que hacerse es por qué existe esta discrepancia. ¿Por qué no hay una unidad en el planteamiento y la consideración? No la hay porque no era posible. Se han interpretado las acciones de los comuneros desde una perspectiva política, ideológica, y muchas veces como un intento de justificar con ellos situaciones actuales. Esto no ocurre a partir de la segunda mitad del siglo XX, pero ocurrió en las épocas anteriores.

El objetivo del centenario es el de profundizar y divulgar el pensamiento político y los valores democráticos y constitucionales. ¿Será factible alcanzarlo?

No hay nada fácil. Hay un proyecto o un deseo por parte del Comisariado de digitalizar nuevos textos que existen en los archivos de Valladolid, tanto en el de la Real Chancillería como el de Simancas, para intentar ofrecer un nuevo balance de los comuneros. No se trata de decir hasta ahora todo el mundo se ha equivocado porque eso sería muy pretencioso. Lo que estamos proponiendo es ver qué defendían. Y defendían una reforma de lo que es la monarquía que instaura Carlos V, que es absoluta, aunque el término no es exacto, pero sí gráfico, donde el rey es el rey, y los demás son súbditos. 

Ellos querían un mayor control del ejercicio del poder político por parte del rey y sus colaboradores, y una mayor participación del pueblo en los órganos de Gobierno de la Comunidad, que eran las Cortes y las entidades locales (municipios y ayuntamientos). Es decir, un proceso de democratización, en el sentido de que el poder está en manos del pueblo, que lo administra y es responsable del ejercicio de ese poder. En el fondo son dos cosas: participación y control. Participación en la actividad política y control del ejercicio del poder. Eso son propuestas muy actuales.

¿Eso es cuestionar los principios sobre los que se asentaba la forma de Gobierno?

Hay cuatro principios que los comuneros reivindican de una u otra manera. En primer lugar, la libertad: el que quiera o no, puede participar en los asuntos de la Comunidad. En segundo, la igualdad: tú reconoces al otro igual en el momento en el que estableces un diálogo y pones en común una serie de planteamientos. En tercer lugar, la justicia: que se preserven los derechos de las personas. Y en cuarto lugar, el pluralismo: no discriminan a ninguna persona en la participación del Gobierno de la Comunidad por posición social, creencia religiosa o nivel económico. Son los cuatro valores fundamentales que defiende la Constitución Española actual.

Al margen de estos valores, ¿son el antecedente de las actuales Cortes autonómicas?

Ellos no establecen las Cortes. Ellos lo que quieren es utilizar esa institución para llevar a cabo el proyecto político de conseguir una mayor participación de los ciudadanos en la vida política. Y, por tanto, esa mayor participación se tiene que hacer a través de los cauces institucionales. Y el cauce institucional eran las Cortes, que ya existían. Lo que sí que es verdad es que las Cortes de Castilla y León se llaman así, y no Asamblea Legislativa ni otro nombre que se les da a otros parlamentos autonómicos, porque se consideran las herederas de las Cortes de Castilla y León.

¿Existe una visión muy localista, sobre todo en Valladolid, de lo que es el movimiento comunero?

Villalar es un símbolo, y como símbolo tiene una fuerza tremenda. Precisamente lo que hemos querido hacer desde el Comisariado del V Centenario es extender, descentralizar, el movimiento comunero. Hace unos días se resolvió una convocatoria pública para subvenciones a ayuntamientos que solicitaran hacer proyectos relacionados con esta conmemoración. Se presentaron casi 50 solicitudes y se han subvencionado 28. Estamos intentando que toda la región participe de este V Centenario. 

Y, además, el movimiento comunero no se restringió a Castilla y León, sino que pasó al otro lado del Guadarrama. Hace unos días tuvimos una reunión donde estaban presentes los presidentes de la Asamblea Legislativa de Madrid, de la de Castilla La Mancha y de las Cortes de Castilla y León, además de miembros del Congreso. Estamos intentando mostrar, no solo a nivel regional, que es un movimiento que abarca España. Tiene poca repercusión en Galicia y Andalucía, donde curiosamente le llaman ‘El Alboroto’, concretamente en Sevilla, porque duró 24 horas. También tuvo poca repercusión en Cataluña, mientras que en Valencia fue nula porque allí tuvieron su propio movimiento: las Germanías. Donde sí que tuvo fue en Murcia, donde sí hubo Comunidad. Al lado y otro del Guadarrama tuvo importancia el movimiento comunero.

Habla del símbolo de Villalar, pero esa batalla la perdieron los comuneros. ¿Le resulta curioso que sea el símbolo del movimiento?

Eso es lo curioso. Estas son las cosas curiosas que ocurren. Pero quizás significa el cierre del ciclo. ¿Cuál podía ser la efeméride: el encuentro de la reina Juana I con los comuneros en Tordesillas? ¿La constitución de la Santa Junta en Ávila? ¿Cuál puede ser? Se optó porque fuera el último acto, donde se cerraba el ciclo. Y, a partir de ahí, conocer todo lo demás. Y, además, es una fecha objetiva. Lo que se busca es una fecha significativa y que marca el final de un ciclo.

El grueso de los actos conmemorativos tiene un importante poso académico y se anuncian diversas publicaciones ¿Se conseguiría clarificar interpretaciones y mejorar el conocimiento general?

Ese es uno de los objetivos. Hay cuatro grandes líneas de trabajo. Una es una exposición que se hará en las Cortes de Castilla y León, y en otra sede que está por determinar porque las piezas no las prestan tanto tiempo como para exponerlas en muchos sitios. La segunda línea es una ópera, que se va a representar en todas las capitales de provincia de la región. Estos son eventos que no tienen que ver con la Academia, sino que son de difusión cultural. La tercera línea es un documental que se está realizando y que se estrenará en las salas comerciales. Y, después, hay un congreso para que los investigadores y estudiosos del tema expongan las ideas que tienen sobre el tema, además de los avances que se han hecho respecto a las investigaciones en marcha. 

¿Pero tiene un matiz académico?

Efectivamente lo tiene porque lo importante de la difusión es que sea una divulgación verdadera, no que esté sujeta a planteamientos coyunturales o preferencias partidistas. Para poder hacer una alta divulgación, o una divulgación simplemente, es necesario estudiar y reflexionar sobre el tema. De los cuatro grandes eventos uno es académico y el resto es cultural, aunque en el diseño hay que consultar a los expertos, y por eso lo académico tiñe de color casi todas las actividades.

Un giro frente a la tradición festiva y de reivindicación política asociada a Villalar, algo que generaba rechazo en un parte de la población.

Precisamente lo que no queremos es identificar la celebración del V Centenario con una interpretación partidista. Ese ha sido realmente el inconveniente que ha sufrido el tema de los comuneros y las comunidades a lo largo de la historia. Esperamos ser capaces de romper esa línea. Aunque claro que el día 23 habrá una gran celebración en Villalar, pero no vamos a reducirla a una reivindicación política, que también la habrá. Lo que sí podemos y debemos hacer es intentar sustraer al movimiento comunero de esas apropiaciones partidistas. Y si eso se consigue será un gran éxito porque entonces se lo verá como algo objetivo, como ocurre con los movimientos sociales de todo tipo: como la revolución francesa o americana.

Para eso es importante determinar cómo se estudia en los centros educativos.

Claro. Esa es una de las líneas que estamos poniendo en marcha. Nos hemos reunido con la Dirección General de Innovación Educativa para ofrecer unos materiales para su estudio en los colegios, para introducirlo dentro del currículum. Y que permitan a los alumnos tener una información sobre este tema lo más objetiva posible, y los más agradable posible de estudiar.

¿Cuál es el gran reto para poder llevar la celebración a buen puerto?

Son las dificultades que encontramos, en distintos momentos e instituciones, para poder desarrollar un programa de difusión. Y una de las mayores, que a nadie se le oculta, es la situación crítica, desde el punto de vista económico, por lo que los recursos se han reducido mucho. Y estamos en una situación donde la mayoría de los actos que queremos hacer no podrán ser presenciales. Y si hacemos una exposición tendrá un aforo limitado cada día, y unas dificultades para su asistencia. El gran reto que tenemos en este momento es mantener los actos del V Centenario y su difusión en una época tan difícil y anómala como la que estamos viviendo, donde la presencialidad es difícil para todos.