La estela funeraria de Retugenos

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Blas Taracena excavó desde 1928 en el paraje de La Cuesta del Moro

La estela funeraria de Retugenos

El gran interés científico sobre la cultura celtibérica que desarrolló B. Taracena -que, en muchos aspectos, aún constituye la base de lo que sabemos- le llevó a iniciar en 1928 una serie de excavaciones arqueológicas en el paraje de Langa de Duero conocido como La Cuesta del Moro. Es un extenso yacimiento arqueológico que hizo que Taracena creyera que respondía a un modelo de poblamiento disperso, no agrupado y distinto, por tanto, al de las ciudades celtibéricas conocidas. Lo cierto es que en tan amplio espacio había diversos yacimientos. 

En el de Las Quintanas se localizó un conjunto de construcciones de época celtibérica que han sido fechadas por los objetos cerámicos y los útiles recuperados en los siglos II y I a.C. aunque deberíamos añadir que la vida de esta ciudad debió iniciarse al menos en el s. III a.C. si no antes. Aún con alguna duda, se acepta que debe tratarse de la Segontia Lanka ciudad citada por los autores clásicos.

La estela de la que hablamos hoy apareció citada en la Memoria de Excavaciones en las provincias de Soria y Logroño, publicada por la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades en 1929. Su altísimo interés se halla en que las inscripciones sobre piedra, excluyendo los esgrafiados sobre roca, son muy escasas. Todas han aparecido fuera de su contexto original, aunque creemos que siempre se trata de epitafios, es decir, una inscripción conmemorativa de una muerte que, casi con seguridad, señalizó una tumba.

Ello es altamente sugerente: conocemos letras e incluso nombres propios grabados o pintados en recipientes cerámicos o fragmentos de ellos; algunas letras se grabaron en sillares de murallas celtibéricas, tal vez con carácter protector; y las cecas celtibéricas (s.II a.C) en las leyendas monetales se escribieron en lengua celtibérica y se han hallado también documentos legales como las téseras de hospitalidad, piezas figuradas de bronce o piedra, que recogían un pacto entre  individuos, familias o incluso ciudades.

¿Por qué una cultura ágrafa eligió de pronto un signario, el ibérico, y lo adaptó a su lengua, a sus sonidos de habla? ¿Qué despertó la necesidad de escribir? Javier de Hoz ha aportado una convincente razón siguiendo, de algún modo, la estela de Jürgen Untermann: la necesidad de establecer relaciones diplomáticas en un entorno cada vez más convulso de guerra. Roma escribía sus crónicas de guerra y sus pactos, escribía las condiciones de rendición o alianza. Un pacto escrito era el modelo romano frente al acuerdo verbal de las poblaciones prehistóricas. 

Ello hace suponer que existieron numerosos documentos escritos, sobre piel o madera, que por su propia fragilidad se perdieron, no solo relacionados con la guerra y las relaciones con Roma sino también por comercio y relaciones entre ciudades celtibéricas. Es fácil suponer que Rectugenus utilizara la escritura con diversos fines aunque ello no eluda el hecho de que la mayor parte de la población no sabía leer ni escribir.

En la historia de la escritura es habitual diferenciar entre sistemas originales, creados ex nuovo; y sistemas derivados, aquellos cuyo origen se halla en un sistema cultural diferente, como es el caso de la escritura celtibérica.

Un estudio reciente de interpretación del epígrafe ha sugerido, a partir de un signo situado en el extremo izquierdo de la línea inferior, una nueva lectura.

Este signo, que supera en más de dos centímetros el tamaño de los caracteres epigráficos a los que acompaña, es considerado  como un labrys o hacha de doble hoja que, como ideograma, daría importancia o identificaría con un epíteto, al difunto. Sin embargo, no resulta fácil incluir el labrys dentro de la cultura celtibérica, cultural y cronológicamente.

De la lengua celtibérica reconocemos sus signos y sonidos, pero aún estamos lejos de lograr su traducción. No obstante, es más fácil al tratarse de nombres como es este caso:

r.e.Tu.Ke.n.o\e.s.To (Ke).l.Ti.s

Se ha querido creer que se trate de una estela conmemorativa de la hazaña realizada por Retugenos y citada por Apiano. Como es sabido, este numantino escapó de la ciudad con cinco amigos o clientes, viajando a caballo «hacia las ciudades de los arévacos con ramas de olivo de suplicantes, solicitando su ayuda para los numantinos en virtud de los lazos de sangre que unían a ambos pueblos» siendo una de estas ciudades hacia las que cabalgaron Segontia Lanca (Langa de Duero), que erigiría esta estela conmemorando esta hazaña.

Este sentido de conmemoración es un patrón de comportamiento actual, vinculado a un sentido de estado diferente a la realidad de aquel s. II a. C. Creamos, de momento, que se trata del epígrafe que señaló la tumba de un habitante relevante de la ciudad de Segontia Lanka llamado Rectugenos o Retógenes del que se quiso señalar su filiación o herencia celta.