Recolectores, de los montes cárpatos a los sorianos

Ana I. Pérez Marina
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Son temporeros micológicos. Van moviéndose desde su país por distintos puntos de Europa, desde el verano hasta entrado el invierno. Pernoctan en el monte, a la intemperie o en sus vehículos

Recolectores, de los montes cárpatos a los sorianos - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez.

Eva lleva poco más de una semana en Soria, inmersa en la todavía sucinta temporada micológica. Cuenta que han estado por la zona de Villar del Río y se han movido hasta Piqueras, donde recibieron el aviso de que había floración de hongos. Viaja con su marido y con otros paisanos de «nuestros pueblos». Son «como una familia». En verano hicieron la temporada en su país. En junio, julio y agosto en los bosques de la cordillera de los Cárpatos fructifican boletus y rebozuelos. Después estuvieron en Polonia. «Si hay en España hasta que termine la temporada, nos marchamos directos a Rumanía», asegura. 

En ocasiones, el periplo de los temporeros micológicos rumanos es  más largo, aseguran los agentes medioambientales. Arranca en su país y se van desplazando por Alemania, Francia, España y Portugal. «Viven miserablemente y la mayoría, menos los patriarcas que llevan buenos fajos de billetes, vive mal. Da pena quitarles las setas cuando realmente habría que pillar a otros», comenta el agente Carlos. Se refiere a los compradores locales (de Soria o de otras provincias) que son los que dan el aviso a estas cuadrillas y los que, realmente, obtienen un pingüe beneficio de los aprovechamientos micológicos.

Eva se expresa bien en castellano. «Hablo español porque en Rumanía miro mucho la tele y me gustan las telenovelas. También porque vengo aquí desde hace muchos años, también cogiendo fruta por Benidorm, por Alicante», relata. Otros parar a vendimiar en la Ribera del Duero antes de adentrarse en los montes.

Recolectores, de los montes cárpatos a los sorianosRecolectores, de los montes cárpatos a los sorianosAllí donde hay un comprador se trasladan. «Ahora, por ejemplo, tenemos varios números de teléfono. Llamamos a ver quién lo paga mejor y el que está más cerca», explica. El kilo de hongos (boletus edulis) lo están vendiendo a diez euros, afirma, mientras que el de níscalos, a ocho.

Conocen la norma. Llevan sus permisos, recreativos eso sí y alguno  comercial, no siempre, para dar salida a la producción. Admiten(a medias) lo que es una evidencia, que no cumplen con los cupos establecidos. «Nosotros sabemos que podemos coger cinco kilos... puede que vengamos dos veces al bosque...», bromea  Eva con una sonrisa y, acto seguido, reconoce que «es mejor decir la verdad». Calcula que en una semana puede sacar «300, 400 euros»... de los que descuenta los gastos de manutención o el combustible. «Hay años que se hace mejor, otros no tan bien. Depende de cómo es el año, si llueve se hará mejor, si no, nos iremos a otras partes donde salgan», continúa.

Eva y su marido llevan la casa a cuestas. Pernoctan en la furgoneta, donde comparten espacio con sus enseres y con la carga micológica que portan. Duermen en el monte o en los pueblos. «Depende», indica la mujer, que asegura que ni hacen fuego y limpian antes de marcharse.

Foto de ArchivoFoto de Archivolegales. Desde que salimos de la Oficina Comarcal de Almarza rumbo a Piqueras, Carlos y Alfredo, agentes medioambientales de la Mancomunidad de los 150 Pueblos con los que compartimos el todoterreno en el operativo móvil, narran cómo son las intervenciones que desembocan en los grandes decomisos, así como en el levantamiento de campamentos de grupos de recolectores de origen rumano. Llaman a la Guardia Civil cuando necesitan «cobertura de seguridad», aunque admiten que les gustaría estar «más protegidos».

Para empezar los efectivos de la Mancomunidad de los 150 Pueblos-Ayuntamiento de Soria salen equipados con chalecos antibalas, braga y guantes anticortes, además de llevar incorporada una webcam para grabar las operaciones. Sin embargo, los profesionales de la Junta de Castilla y León no cuentan, por ahora, con esta dotación, aunque confían en que la Consejería de Fomento y Medio Ambiente les dispense, en breve, de estos medios, incluidos sprays de defensa personal.

«La guardería forestal ha sido, de toda la vida, un cuerpo armado. Ahora no se quiere que sea así. Si no estamos armados, por lo menos que nos den esa cobertura de seguridad. El otro día llamamos a la Guardia Civil para ver si decomisábamos o no dos coches y acudieron. Inmovilizar un vehículo, con nueve personas dentro, entre cuatro agentes desarmados... pues el riesgo físico que corres es bastante grande. Por eso llamamos a la Guardia Civil», señala Alfredo, aunque reconoce que, generalmente, el trato es cordial. Reconocen que muchos son «viejos conocidos» que cada año recalan en los montes sorianos en busca de boletus y níscalos.

Recolectores, de los montes cárpatos a los sorianosRecolectores, de los montes cárpatos a los sorianosY eso se nota. En el recorrido del dispositivo móvil por Piqueras nos encontramos con el primer grupo de recolectores de nacionalidad rumana. Son los mismos a los que el día anterior les decomisaron la carga en la zona de Villar del Río, donde también levantaron un campamento. Nos reciben con buen talante. Están descansando, es el momento de la comida y de recuperar fuerzas. Muestran los permisos de recolección y los maleteros de los vehículos. Todo en orden. Antes de marcharse, los agentes les advierten de que recojan la basura. «Ayer no llevaban licencia, hoy ya la tienen. Son una familia. Les fastidiamos, les decomisamos ayer y hoy nos saludan con una sonrisa. Ogros no son, la mayoría es gente normal. Yo, personalmente, he tenido más peligro físicamente con dos españoles que con rumanos», sostiene Carlos.

puntos conflictivos. En esta campaña, las cuadrillas de temporeros se concentraron, primero, en las Matas de Lubia ( 550 kilogramos de níscalos decomisados); después en el entorno de Villar del Río (755 kilos de boletus y níscalos incautados); y se han desplazado a la zona de Piqueras (Almarza y La Póveda, principalmente). Además, se han detectado, aseguran los agentes, algunos grupos por El Royo y Pinar Grande.

Los agentes medioambientales ponen el acento en que estas cuadrillas están organizadas, equipadas con emisoras y teléfonos móviles a través de los que van informando de la presencia de los controles micológicos (móviles y estáticos) que intentan evitar. «La mayoría de las veces no llevan ningún permiso, ni recreativo, pero ya están aprendiendo. Según la ley, si en un vehículo, aunque porten  solo cinco kilos, ninguno de los ocupantes lleva permiso, ese vehículo se puede inmovilizar. Lo han aprendido y llevan, al menos, una licencia recreativa. A veces, se dan a la fuga como les ocurrió hace unos días, y dejan el permiso en el salpicadero. Se aprenden rápido la norma. Y hay topos, son los mismos compradores los que les dicen lo que tienen que hacer», detalla Carlos.

En cuanto a los campamentos, antes de intervenir, se inspecciona durante el día. «Se estudia, se ve la situación, se calcula por el número de tiendas la gente que puede haber y se planifica la actuación, que suele ser por la noche. Cambian muy a menudo e intentan no dejar rastro, y no dormir donde están recolectando», subraya Alfredo.

aviso. El dispositivo móvil de control micológico recibe un segundo aviso sobre otro grupo de recolectores. Encontramos una furgoneta [la de Eva y su marido] y un coche, junto al que están comiendo tres mujeres.  Una de ellas afirma que no tiene las llaves del automóvil, por lo que no pueden comprobar si hay botín micológico en su interior. Asegura que su marido «sigue en el bosque» y es quien tiene las llaves. En ese punto, todo «está en regla», las cantidades de boletus y níscalos recogidas respecto a los permisos mostrados. Queda la sospecha de que en el interior del monte escondan más carga.

Suele ser al final de la jornada cuando se desarrollan los grandes operativos con jugosos decomisos, cuando las cuadrillas se han relajado ante la aparente desaparición de los controles micológicos.

Llegamos al final del operativo desplegado en Piqueras, hasta el punto donde se ha colocado el dispositivo estático. «Ha habido mucha actividad en cuanto al número de controles, pero casi todo el mundo va legal y muy tranquilo. Cada vez se va normalizando más que hay que llevar licencia, que es lo que se persigue. Incluso los recolectores foráneos ya llevan permisos, recogen la basura...», valora Cándido Andrés al llegar a la Oficina Comarcal de Almarza.

los primeros. Los agentes medioambientales coinciden en cómo ha progresado la «capacidad organizativa» de estos grupos que disponen de información «inmediata» y funcionan con total «eficacia». Son los primeros en llegar a las primeras floradas, lo que demuestra que son avisados por los compradores. «Para ellos es un chollo, no encuentran mejores recolectores. Poquita gente local se les adelanta», sostiene  Cándido. No obstante, advierte de que todavía llegan «grandes grupos» de Rumanía «con gente que les organiza y siguen viniendo al jornal de a tanto el kilo».

A pesar de la escasez de precipitaciones, hongos y setas siguen fructificando en la zona de Almarza y La Póveda, en Tierras Altas, y han comenzado a salir níscalos en el Campo de Gómara y en la parte alta de Urbión.