Héroes de uniforme

Nuria Zaragoza
-

Protagonizaron rescates heroicos, intervenciones épicas, actuaciones osadas... historias de vida o muerte. Dos policías nacionales, dos guardias civiles y dos policías locales recrean episodios en los que su intervención salvó vidas

Héroes de uniforme - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez.

No llevan capa ni tienen súper poderes pero han realizado hazañas heroicas, actos extraordinarios, intervenciones de valor que han marcado la vida de otras personas. Porque ellos, en ocasiones, se juegan la suya para salvar la de los demás. 
Son policías nacionales, guardias civiles, policías locales que, en su trabajo diario e, incluso, fuera de servicio, han vivido situaciones extremas, impactos vitales, experiencias en las que su intervención ha sido clave para permitir que el corazón de otros siguiera latiendo.  
Acceden a la llamada de El Día de Soria pero remarcando que no se sienten seres excepcionales, que simplemente cumplieron con su trabajo, con su deber, por compromiso con la sociedad. Es parte de su función, sí, pero en ocasiones sobrepasan los límites de la profesión, del oficio, incluso del puesto (y del sueldo), para llegar, con corazón, donde ni siquiera la cabeza alcanza. Porque, reconocen, en el momento en el que la vida de otros está sobre tus manos, no se piensa, se actúa. 
Lo sabe bien el policía nacional José Ignacio del Barrio, quien saltó al gélido Duero en pleno mes de febrero para intentar salvar la vida de una persona que se había tirado al río. También su compañero Iván del Barrio, quien ha tenido que utilizar sus conocimientos sanitarios en varias ocasiones -incluso fuera de servicio- para socorrer a varias personas, evitando un desenlace fatal. También fue quien evitó una desgracia mayor cuando un hombre intentó hacer saltar por los aires un edificio frente a la Escuela de Arte.   
El sargento José María Rodríguez Sánchez, destinado en el puesto de Arcos de Jalón de la segunda Compañía de Almazán, nunca olvidará aquel día de noviembre que salvó la vida a una pasajera del autobús Madrid-Barcelona que sufrió un shock. El guardia civil Héctor Lama, quien tiene ya un pie en su nuevo destino en Madrid tras una década en Abejar, mantiene aún en su retina aquel verano de 2011 cuando su intervención salvó a dos personas que habían sido acuchilladas y su pericia permitió detener al agresor. 
Con cerca de 30 años de experiencia, los policías locales Óscar Berná y Félix Juanas acumulan decenas de casos en los que su intervención ha marcado la vida de los sorianos, pero mantienen aún en la retina a aquel joven al que salvaron de caer al vacío, jugándose en la intervención incluso su propia vida. 

1. José I. del Barrio

«No lo pensé. En cuanto vi por donde iba, me quité la ropa y me tiré al río para ver si lo podía sacar»

Héroes de uniformeHéroes de uniforme - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez.

cababa el servicio matinal y se disponía a irse ya a casa cuanto entró una llamada alertando de que una persona se había tirado al río. No lo pensó, cogió las llaves del coche y, con una compañera, acudió a la zona. «Vimos cómo una mujer hacía señales de dónde se encontraba la persona. Nos acercamos al lugar, vi por donde iba, me quité la ropa y me tiré al río para ver si lo podía sacar. Llegué a él y puse su cabeza sobre mi hombro, e intenté sacarlo», rememora el Policía Nacional José Ignacio del Barrio. Pero era febrero de 2011 y el agua estaba helada, había corrientes... No se reconoce además un «experto nadador», de modo que la intervención se complicó: «Hubo un momento en que el corazón ya me iba a mil, las pulsaciones disparadas, tenía calambres… y pensé, o viene alguien a ayudarme o aquí nos quedamos los dos», recuerda. Afortunadamente, el trabajo en equipo es una de las consignas que tienen bien interiorizadas en la Policía Nacional, de modo que pronto llegaron refuerzos de Policía Nacional y Local y «se abalanzaron» a ayudarle. «Si no hubiera sido por ellos, yo solo no hubiera podido salir», asume agradecido. Dejó al afectado «a cargo» de sus compañeros porque él «ya no podía más» y, «entre ellos lo sacaron y estuvieron haciéndole el masaje cardiaco hasta que llegó el personal sanitario». 
Fue una experiencia «gratificante» a nivel personal y profesional pero, también, una gran desazón, ya que «lo malo fue que la persona falleció», acata resignado. Peroni el trágico resultado ni el peligro que corrió su propia vida le hacen dudar de su decisión:«En el momento no sentí miedo. Con perspectiva, soy consciente de que corrí un peligro real, me lo han dicho los compañeros; pero lo he pensado alguna vez y sigo creyendo que lo volvería a hacer igual», afirma. Es consciente de que actuó sin reflexionar sobre los riesgos, sin pensar en la contrapartida, sin valorar los miedos. Movido por la profesión o, quizá, por el propio corazón. «No lo pensé. Lo único que pensé fue en sacarlo y me tiré a por él», asume. 
La ‘hazaña’ le regaló una experiencia vital más y, a nivel profesional, una cruz con distintivo rojo al mérito policial, la primera que se entregó en Soria a un Policía Nacional. «Es un mérito y un orgullo a nivel personal», admite. José Ignacio llegó a la Policía en 2004 y llegó a Soria en 2008 tras diferentes destinos. Admite que situaciones como la vivida le reafirman en su decisión-vocación.

2. Iván del Barrio

«Pienso y valoro los riesgos, pero no hasta el punto de que me frenen. Es algo que te sale»

Héroes de uniformeHéroes de uniforme - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez.

llegó a la policía por vocación y los 15 años de oficio ratifican su decisión. En su expediente figuran varios destinos y, desde hace algo más de cuatro años, Soria, donde acumula varios casos en los que su intervención ha sido clave para salvar vidas. Considera que son «parte del trabajo» y que, «afortunadamente, salió bien». «Se ha hecho y ya está», sentencia, eludiendo protagonismos. 
Su formación en primeros auxilios y como socorrista ha sido y es un complemento perfecto para su día a día en Seguridad Ciudadana. Lo comprobó su primer verano destinado en Soria:«Estaba fuera de servicio tomando algo con unos familiares en el Lago y oí unos gritos. Salí a la calle y vi un hombre en el suelo. La gente pensaba que se había atragantando pero pronto vi que era un infarto. Le hice las reanimaciones y, con la ayuda de una enfermera, le sacamos dos veces de parada hasta que llegó la ambulancia. Lo desviaron a Valladolid y le dijeron que le habíamos salvado no de la muerte en sí, sino de una muerte cerebral por falta de oxígeno durante mucho tiempo», rememora. Apenas unos meses después, en mayo de 2016, volvió a salvar la vida a un hombre que sufrió un infarto en la puerta de Comisaría. «Le sacamos con la maniobra manual y luego le pusimos el desfibrilador», recuerda. En febrero de 2017, su intervención fue de nuevo clave, en este caso para evitar un desastre mayor durante la explosión que se vivió en la plaza Tirso de Molina de Soria, cuando un vecino intentó explotar varias bombonas de butano. Fue el primero en llegar y el encargado de desalojar a una vecina afectada, sofocar las llamas para evitar que se propagaran y detener a quien había provocado el suceso. El pasado mes de diciembre, de nuevo, un incendio, en este caso en Pintor Maximino Peña. Entró al interior de la cocina y sofocó las llamas con la ayuda de un extintor, mientras sus compañeros desalojaban a 15 personas. Tuvo incluso que ser atendido por el humo que inhaló. Recuerda también un accidente laboral, donde tuvo que practicar un torniquete a un trabajador hasta que llegaron los servicios sanitarios. «El primero que llega soy yo y el que está viendo la situación soy yo… Pienso y valoro siempre los riesgos, pero no hasta el punto de que me frenen. Cuando te toca lo haces y ya está», se reafirma. «Es algo que te sale y, en ese momento, no piensas en tus riesgos. Lo haces con la cabeza fría», asume. Cuenta con la medalla de protección civil por el infarto que atendió en 2016.

3. José M. Rodríguez

«Es la situación más extrema vivida a nivel de primeros auxilios. No es habitual en el día a día de Arcos»

Héroes de uniformeHéroes de uniforme - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez.

la intuición y la pericia pueden ser clave en la actividad policial. Ocurrió el pasado mes de noviembre en la estación de servicio Abades, en Lodares de Medinaceli. La Guardia Civil de la zona reforzaba los servicios en la A-2 «para prevenir delitos contra el patrimonio socioeconómico» y la estación era un «punto neurálgico» ya que allí «paran todos los autobuses que hacen el trayecto Madrid-Barcelona y se habían detectando algunos intentos de hurto». El instinto, y la experiencia, del sargento José María Rodríguez Sánchez le hicieron ver que algo no iba bien: «Bajó el autobús de Madrid y vi que una persona no iba bien porque tenía el paso errático, presentaba desorientación… Estuve pendiente hasta que entró dentro y se cogió una botella de agua. Estaba observándola y, justo cuando salió, se desplomó», rememora. Admite que pensó que había fallecido porque «la caída no le gustó», por lo que salió corriendo hacia ella y observó que no respiraba, que no reaccionaba. Tampoco nadie de los presentes la conocía, ya que viajaba sola. En un momento, «sentí como una respiración y, recordando la formación que nos da la Guardia Civil, le apliqué las técnicas que nos han enseñado. Con la maniobra frente-mentón conseguí desbloquear las vías respiratorias y, al empezar a entrarle aire, recuperó la consciencia al cabo de unos minutos. La incorporamos y la muchacha consiguió salir adelante», rememora aún emocionado. Emoción por salvar una vida pero, también, por todo lo que vino después, ya que a través de redes se difundió su actuación y la repercusión superó, con creces, lo esperado. «A nivel personal no tengo palabras para agradecer las muestras de cariño que me han trasladado los ciudadanos. Recibí unos elogios que hacen que uno se emocione y reconozco que solté hasta alguna lagrima de alegría por saber que se reconoce esto», admite. Y, a nivel profesional, «la satisfacción del deber cumplido es la mayor recompensa a la que aspiramos los guardias civiles», garantiza. 
Actuaciones como esta le afianzan en una profesión a la que llegó por vocación cuando tenía 28 años. «Mi vida gira en torno a la Guardia Civil actualmente. Tengo un hijo de nueve años y la ilusión más grande que podría darme es decir que quiere ser guardia civil como su padre», asegura para evidenciar su entrega a una profesión que le llena a diario desde su puesto en Arcos de Jalón donde, recalca, se esfuerza por estar cerca de los vecinos en el día a día.

4. Héctor Lama

ocurrió en cabrejas del Pinar hace ocho años. El guardia civil Héctor Lama Fernández (destinado en Abejar) estaba franco de servicio junto con otro compañero y se encontraban en un camping de la zona cuando recibieron una llamada alertando de «que había dos personas requiriendo auxilio» en la puerta del cuartel.  A pesar de estar en sus horas libres «no lo dudaron» y se desplazaron al cuartel de inmediato. «Cuando llegamos, encontramos a dos personas de unos 40 años, un hombre y una mujer de origen latinoamericano, que presentaban heridas de consideración. La mujer no podía vocalizar palabra porque estaba tendida en el suelo bastante mal, pero con la ayuda del hombre pudimos recabar un poco de información y supimos que les habían apuñalado», rememora. Mientras llegaba la asistencia sanitaria, durante 20 largos minutos, taponó las heridas de las víctimas y consiguió estabilizarlas, evitando un fatal desenlace ante la «cantidad de sangre que perdían a causa de las puñaladas». Pero, además del auxilio humanitario que permitió salvar estas dos vidas, la intervención de Lama fue decisiva en la actuación policial complementaria. «Nos comentaron que la persona que había apuñalado a estas dos personas también era de origen latino y que había estado en fuerzas especiales del Ejército de un país latinoamericano, que era bastante corpulento, agresivo…». La situación se complicaba, por lo que pidieron refuerzo. Una vez llegaron las patrullas de apoyo, «fuimos a la localidad donde habían sucedido los hechos [Cabrejas] para intentar asegurar la zona y ver lo que nos podíamos encontrar, ya que no sabíamos si esta persona podía ocasionar otra situación de peligro, porque además nos habían comunicado que había consumido sustancias estupefacientes, que era consumidor habitual de alcohol...», rememora. No era fácil la intervención, pero la perspicacia de Lama le hizo ver una posibilidad de facilitar la negociación:«Yo soy venezolano de nacimiento y desde fuera pude hablar con él y empatizar por el hecho de ser los dos de origen latino». Gracias a ello, les abrió la puerta y  se produjo «la detención sin mayor problema» que, además, «tenía un machete en casa». Asume que en situaciones extremas como esta «no piensas», actúas«instintivamente» según has aprendido. Una vez superado, reconoce, supone una «satisfacción» saber «que has sacado adelante a esas personas facilitado la detención del agresor». 

Héroes de uniformeHéroes de uniforme - Foto: Eugenio Gutierrez M

5. Félix Juanas y Óscar Berná

entre los dos suman más de 60 años de profesión, «ayudando y colaborando con el ciudadano», recalcan. Óscar Berná acumula 33 años de carrera como Policía Local y, Félix Juanas, 28. Los tres últimos, juntos. 
Teniendo en cuenta que están siempre en la calle, que son el servicio más cercano al vecino, que generalmente son los primeros en llegar al suceso, es tiempo más que suficiente para acumular decenas de situaciones extremas. «Peleas, incendios, asistencias médicas, temas administrativos, atención a personas mayores, desalojos, eventos, asistencia al juzgado, atención a heridos, colaboración con los servicios sociales, violencia de género o en el ámbito doméstico…». Es su día a día. A esto suman la parte «menos agradable», la de las denuncias, los controles de alcoholemia... la parte represiva que, aseguran, «es mínima mínima», aunque, «lamentablemente, la que más se ve». 
Con tres décadas de experiencia cada uno, no es de extrañar que los casos en los que han intervenido a vida o muerte se acumulan, si bien hay uno que marcó especialmente su currículum. Entre otras cosas, porque les hizo merecedores de un reconocimiento al mérito policial. «El Ayuntamiento tramitó un expediente de felicitación propio (tiene sus cuatro condecoraciones propias) y, luego, a nivel de Junta de Castilla y León también lo valoraron y nos felicitaron en el día de la Policía de Castilla y León en noviembre. Nos dieron la medalla al mérito policial con distintivo blanco», rememoran satisfechos. Porque, subrayan, no se busca nunca el reconocimiento ni el halago público pero, sin duda, es una«satisfacción que te la den y por un tema como este que supone salvar la vida a una persona». Aluden a un caso que ocurrió en julio del pasado año. «Estábamos en el turno de tarde y se recibió un aviso del 112 donde se informaba que había una persona que estaba en el viaducto con intención de lanzarse al vacío y que estaba llamando por teléfono y se veía veracidad en la amenaza. En base a esa información, nos desplazamos con un coche patrulla y entramos por la zona de la carretera de Madrid y, desde una distancia de unos 200 metros, pudimos comprobar que había un joven en el alféizar (en la parte ya exterior de la barandilla). Cuando lo vimos en esa situación, vimos que era una cuestión de emergencia», recuerdan en un relato común. La experiencia, el oficio, la destreza que da haber vivido otras situaciones límite y, sobre todo, la complicidad de dos compañeros que se conocen desde hace tiempo, evitó un fatal desenlace. «Corrimos hacia él y nos situamos detrás. Nos miramos y, aprovechando que estaba concentrado en la conversación telefónica, nos pusimos cada uno en un lado y tiramos de él hacia nosotros, volteándolo al interior de las vías», rememoran. No era un caso sencillo, la víctima estaba ya en una ubicación extrema (apenas un mínimo movimiento le separaba del vacío), y entre su posición y la de los policías había una diferencia de altura «de 40-50 centímetros» que situaba a los agentes en desventaja ya que, si les observaba y hacía un movimiento brusco, podía arrastrarlos con él. Pero «eso no lo piensas en el momento», admite Óscar Berná. «En ese momento no se mide el riesgo. Yo lo medí por la noche, cuando pensé en que mi niña se podía haber quedado sin padre. Porque, una vez que lo enganchas, se te puede llevar», asume Juanas. «Yo creo que en ese momento tanto Félix como yo vimos el riesgo de él y percibimos que nuestra función y misión era hacer lo posible por salvarlo. Fue una decisión de décimas de segundo. Porque ahí solo procedía una medida de emergencia», justifica Berná. «No era ni su día ni el nuestro», sentencia su compañero de patrulla.  
Aluden ambos a que, en este tipo de casos, una de las premisas que viene recogida en todos los protocolos es «intentar entablar un diálogo, dentro de las posibilidades». «Pero no era el caso. Requería una medida de urgencia porque corríamos el riesgo de que tomara la decisión de lanzarse e, incluso, de que nos llevara con él», insiste Berná. Porque, al final, «cada caso es un mundo», añade Juanas. 
Fue un trabajo de patrulla, pero no solo, reconocen ambos. Destacan la «coordinación total» y el «trabajo conjunto» de todos: «La patrulla que intervino, el agente de la sala que se encargó de coordinar la labor policial, de desplazar a bomberos e, incluso, de hablar con Renfe, ya que coincidía además que era el horario de regreso del tren de Madrid, y, también, del resto de compañeros que llegaron a continuación». Porque, insisten, en Soria existe una coordinación total con otros cuerpos policiales, con los servicios sanitarios, con bomberos... «Nosotros solemos ser los primeros en llegar y somos los primeros en valorar e intervenir. Cuando hay bomberos, cuando hay una ambulancia desplazada... siempre hemos llegado nosotros unos minutos antes y ya hemos desalojado, extinguido si es posible... pero es cierto que hay estrecha colaboración», destacan. Su trabajo, asumen, queda en ocasiones «en la sombra» pero, al final, «lo que importa es el ciudadano».