Perder miedo a la frustración

María Jesús Álava
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Conviene ser consciente de que los demás no viven para cumplir nuestras expectativas. Lo hacen para ser felices y eso, a veces, incluye comportamientos que puede que no nos gusten

Perder miedo a la frustración

En nuestro último artículo hablábamos de que la frustración siempre implica insatisfacción y desilusión. Hoy nos centraremos en cómo nos afecta y cómo podemos superarla.

La base se encuentra en una idea irracional que mantiene que las cosas deberían ser de una determinada forma y que la gente debería comportarse con nosotros como esperamos. 

Este razonamiento es absurdo. Para que los demás se comportaran como nosotros queremos deberían estar pendientes de nuestro pensamiento y de nuestros deseos minuto a minuto y ¡nada más lejos de la realidad! Los demás no viven para cumplir nuestras expectativas, viven para ser felices, y eso a veces incluye comportamientos que no nos gustan. 

Pensemos, por ejemplo, en una ruptura amorosa, que puede generar gran frustración en el miembro de la pareja que no desea dejar la relación. Esa persona sentirá una decepción completamente normal. Sin embargo, si se dicen frases como «no debería haberme dejado», «esto no debería ocurrirme a mí…», entra en la gran trampa que le conduce a la ira, a la desesperación y al bloqueo emocional.

Otro error muy común es pensar que las cosas que nos suceden son injustas, y no deberían ocurrir. Las personas que se centran en esta «injusticia» y se enfadan por todo lo que sucede a su alrededor, llegan a una situación en la que sienten tal indignación, que no pueden controlarla. Experimentan mucho odio, y ello les genera un malestar casi continuo. 

 

¿Cómo afecta la frustración a las relaciones con los demás?

Cuando nos sentimos enfadados por el comportamiento de los otros, pensamos que nuestra forma de pensar es la correcta; pero ellos, lógicamente, pueden pensar que somos nosotros los que estamos equivocados y quieren que cambiemos. Al final nos enfadamos, al pensar que tenemos la razón, y entramos en un bucle del que no sabemos salir.

 

¿Cuándo la vencemos?

Cuando aceptamos a los demás tal y como son, por fin conseguimos libramos de la ansiedad y hacernos fuertes frente a la frustración. Y eso no significa que tengamos que cambiar nosotros, pero sí implica que sus conductas no van a condicionar nuestro estado de ánimo. Por el contrario, cuando nos enfadamos por la forma en la que actúan los otros, nos colgamos la etiqueta de víctimas y nos sentimos indefensos ante lo que nos sucede. 

 

Pautas para aprender a tolerarla:

-Cambia tus exigencias por preferencias. Enfréntate a la realidad y a tu vida sin exigencias, aceptando que las cosas son como son y no como tú quieres que sean. En consecuencia, mantén tus preferencias como preferencias, y no dejes que se conviertan en exigencias. 

-No dejes que lo malo te nuble. Busca en las frases que te dices la raíz de tu malestar. Céntrate en lo que sí ha salido bien, en lo que sí has conseguido. 

-Aprende de lo ocurrido, de las experiencias que has tenido. Analiza racionalmente lo que ha sucedido. Si aprendes de lo que te ha pasado, podrás sacar conclusiones que te ayuden a afrontar la situación con más inteligencia emocional la próxima vez.

-Cuida tu autocontrol emocional. La intolerancia a la frustración en muchas ocasiones conduce a unas reacciones emocionales muy desproporcionadas. La más común de todas ellas es la ira o el enfado. Evita perder el control.

 

La mejor receta para superar la frustración.

En tono de buen humor, vamos a facilitar una excelente receta para superar la frustración: mezclemos tres dosis de realismo, cuatro de esperanza, cinco de relatividad y seis de alegría. Lo serviremos en copas grandes y beberemos dos litros los días fáciles y cuatro los difíciles.