El futuro de la ciencia en Soria

Nuria Zaragoza
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Dos alumnos del Virgen del Espino, Pablo Marín y Miller Iñahuazo, ganan el segundo premio en el congreso navarro Urania de jóvenes investigadores

El futuro de la ciencia en Soria - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez

Aprender ciencia... haciendo ciencia. Enseñar ciencia... haciendo ciencia. Son dos objetivos que, a priori, parecen convergentes en el ámbito educativo. Sin embargo, lograrlos no resulta siempre sencillo. Porque deben darse las circunstancias necesarias:un «grupo de alumnos reducido», contar con «las estructuras» precisas para la investigación, con las herramientas, con un periodo suficiente de tiempo para el desarrollo del experimento, con los conocimientos... Pero, además, hace falta ilusión y entusiasmo y, también, tiempo, trabajo y esfuerzo. Por parte del profesorado pero, también, del alumnado. Son demasiados ‘elementos’ en la compleja ‘ecuación’ del aula y, a veces, no resulta sencillo conjugarlos todos. Sin embargo, todo se ha logrado aunar en el instituto Virgen del Espino. El resultado es que dos de sus alumnos, Pablo Marín Escribano y Miller Fabián Iñahuazo Sarango, han logrado hacerse con el segundo premio (dotado con 500 euros) en el Congreso Urania, una cita de jóvenes investigadores que se celebró en enero en Navarra y que está organizado por la UNED de Tudela. 

Lo han conseguido gracias al proyecto de investigación realizado el curso pasado «dentro de la programación» de Biología y Geología de cuarto de la ESO bajo el título‘Estudio del crecimiento vegetal: influencia de variables climáticas y concentraciones de fertilizante en especies hortícolas». Tutorizados por María Sagrario Andaluz Romanillos, del departamento de Biología y Geología, y con la colaboración del Campus Duques de Soria y, especialmente, de la profesora de la Facultad de Educación, Marcia Eugenio Gonzalbo, los alumnos desarrollaron dos líneas de estudio. Por un lado, investigaron «el crecimiento vegetal de las habas en dos invernaderos» ubicados en el campus universitario, «uno de cristal normal y otro de cristal fotovoltaico donde se usa la energía que genera el propio invernadero para los gastos energéticos del mismo, de modo que se ahorran costes». Para ello contaron con la ayuda también de dos profesores de la universidad responsables del prototipo:Luis Hernández y Víctor Alonso. Por otro lado, los estudiantes analizaron, en el propio huerto y laboratorio del instituto, «el crecimiento vegetal de los rabanitos, a los que se les aplicaban distintas concentraciones de fertilizante nitrogenado», explica la tutora, Sagrario Andaluz. 

A partir de estos dos trabajos de campo, los alumnos interpretaron y analizaron los datos con la ayuda también de otros dos profesores del Virgen del Espino (Neus López, del departamento de Física y Química, y David Lucena, del departamento de Matemáticas), y extrajeron unas «conclusiones interesantes». «Se determinó que en los dos invernaderos las habas crecían más o menos por igual», de modo que «se pueden aprovechar las características del cristal fotovoltaico para usos agrícolas autogestinando el invernadero, lo que supone hacer un aprovechamiento energético más eficiente en agricultura». En cuanto a los rábanos, «concluimos que, a medida que echábamos más fertilizantes, aumentaba el crecimiento de la planta hasta cierto punto en que la planta ya lo que hacía era llenarse de agua pero no producir masa vegetal», recuerda la tutora responsable del proyecto.

Pero, más allá de las conclusiones científicas, Andaluz destaca los logros conseguidos a nivel pedagógico. «Para mí es importante que los alumnos aprendan a seguir el método científico de forma práctica, que hagan ciencia, que sean los protagonistas de un proyecto de investigación, que aprendan no solo contenidos y procedimientos, sino que desarrollen una actitud hacia la ciencia», felicita, al tiempo que considera que «aprender ciencia haciendo ciencia» resulta «más motivador» para ellos. 

Los propios estudiantes le dan la razón. «Es mucho mejor que la teoría pura, porque así te entretienes más y aprendes», asegura Iñahuazo, mientras que Marín añade:«Solemos estar en clase, estudiando solo con libros, y hacer este tipo de actividades fuera de la rutina siempre se agradece. Creo que todos hemos puesto de nuestra parte». 

promocionar la investigación. La iniciativa les ha servido además para aprender a defender su proyecto ante un jurado profesional y frente a una competencia de alto nivel, pues la mayoría de los trabajos presentados al concurso eran de alumnos de Bachillerato. «Después de ver las presentaciones tan sofisticadas de los demás realmente no esperábamos el premio;pero incluso los organizadores del congreso, cuando nombramos el segundo premio, dijeron que eso es lo que ellos esperaban de un centro educativo de Secundaria, empezar a promocionar la investigación desde la educación obligatoria», destaca la tutora, quien se muestra orgullosa del progreso de sus alumnos pero no olvida al resto de ‘partes’ que han colaborado con la iniciativa y, especialmente, a la doctora Marcia Eugenio Gonzalbo, quien «ha sido fundamental para encauzar el proyecto dentro de un marco de investigación científica real, acercando y conectando dos ámbitos de enseñanza, a veces muy distantes, como son la educación secundaria y educación universitaria».  

colaboración con la universidad. Ambas profesoras vienen colaborando desde hace ya un tiempo porque comparten «inquietudes» y proyectos, y coinciden al destacar la importancia de impulsar este tipo de iniciativas, por lo que enriquece a todas las partes. «Es importante facilitar puentes entre los profesores (de Infantil, Primaria o Secundaria) que están ejerciendo su tarea, que están enseñando, con los que estamos en la universidad que estamos investigando, sobre todo los que investigamos en Educación», considera Eugenio Gonzalbo, quien apunta también a la importancia de «aprovechar estructuras, como el prototipo de invernadero solar fotovoltaico del campus, a nivel de investigación y, en este caso, también a nivel educativo». 

Pero, además, como profesora el área de Didáctica de las Ciencias Experimentales [es decir, enseña «cómo enseñar ciencias»], pone en valor el hecho de que este tipo de proyectos permiten «acercar otras maneras de enseñar ciencia a un alumnado que está en educación obligatoria» y, al final, eso supone «darle oportunidades de que descubran un gusto por la ciencia que, quizá, es más difícil con una enseñanza más tradicional, más teórica». Y eso sin ignorar que «este tipo de proyectos suelen servir también para integrar o facilitar que alumnos que quizá están menos motivados con una enseñanza tradicional, se implican más». A mayores, proyectos como este podrán tener su ‘traslado’ en los diseños didácticos, en cómo enseñarán los profesores de mañana.