Gus, alerta animal ante las bajadas de azúcar

Ana Pilar Latorre
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Desde hace casi dos años, el perro entrenado por la Fundación Canem no se separa de Montse, diabética desde niña

Gus, alerta animal ante las bajadas de azúcar - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez.

Gus es un perro de alerta médica entrenado por la Fundación Canem para oler las bajadas y subidas de azúcar de su dueña, Montserrat Díaz Llorente, quien lo califica de «salvavidas». Es un Jack Russell Terrier cariñoso y juguetón, que cumple su competido a la perfección siempre pendiente de su dueña y con su olfato como principal herramienta para ayudarla, como podemos comprobar durante la entrevista. En cuanto la avisa con señales muy reconocibles, como un ladrido especial, miradas nerviosas, tumbándose en el suelo o parándose y tirando de la correa, ella se mira la glucemia y tomas la medidas necesarias. «Duerme a mi lado y siempre va conmigo», explica la paciente, a la que siempre le han gustado los perros, aunque reconoce que «no es una mascota, es un perro de trabajo y de asistencia 24 horas al día. Él no se separa de mi, si estoy en la cocina está conmigo, si voy al baño me espera fuera, si estoy viendo la tele él esta conmigo, si estoy viendo la tele también...».

A Montse le diagnosticaron diabetes cuando tenía tan solo seis años y desde hace casi 50 ha convivido con la enfermedad, cuyo tratamiento dice que ha evolucionado mucho: desde las jeringuillas de vidrio de los años 60 que había que hervir después de cada uso a la bomba de insulina . A pesar de los avances, asegura fiarse más de su perro, que le avisa 20 minutos antes de la bajada, antes de tener un desvanecimiento, ya que Montse no siente mareos porque una de sus complicaciones es que tiene polineuropatía, es decir, que su cuerpo no detecta subidas y bajadas. «Una vez tuve un susto por una bajada de azúcar y me quedé inconsciente en la calle. A partir de ahí empecé a buscar con mi hermana en internet porque necesitaba una ayuda directa», dando con la Fundación Canem, con sede en Zaragoza.

De la fundación en la que confió, le convenció el currículum del adiestrador, Paco Martín, que es también el presidente de la entidad. «Ha preparado a perros del Ejército para detercar explosivos y de Bomberos para el salvamento de personas», mientras que ahora se centra en los de alerta médica, habiendo preparado en la fundación a más de cien desde 2013. Cuando se puso en contacto con ellos, estuvo en lista de espera unos seis meses desde que lo solicitó y después comenzó el proceso de selección por parte de la fundación, ya que «cada perro tiene que estar adaptado a cada persona». Los usuarios tienen que realizar un «amplio» curso de formación, en el que «se explica lo que se debe hacer en función de lo que haga el perro, la reacción cuando avise». La fundación apuesta por los Jack Russell Terrier por su longevidad (14 años), su tamaño (fácil de transportar y manejable), su manutención (comen menos que otros más grandes), su inteligencia... pero, sobre todo, que facilitan el equilibrio.

cien familias ya. Y en abril de 2018 fue a recoger a Gus, siendo una de las primeras personas en contar con un perro de estas características, ya que tan solo hay cien familias en España (Andalucía, Madrid, La Rioja, Baleares, Aragón, Euskadi, Murcia, Castilla La Mancha, Castilla yLeón...). Hay muchos niños entre los usuarios, con diabetes y epilepsia, e incluos en muchos casos los perros están con ellos hasta en el colegio (una niña en La Rioja). En muchos casos están preparados para evitar caídas y golpes en la cabeza. También estos perros acompañan a pacientes al trabajo, si es necesario.

A este perro de asistencia lo adiestraron durante cuatro meses (desde que tenía dos a los seis) con un protocolo específico propio y con muestras de Montserrat, para la detección del isopreno que se produce durante las bajadas o hipoglucemias o la cetosis que se produce en las subidas o hiperglucemias. Durante esos meses de preparación de perros que detectan subidas y bajadas de azúcar y epilepsia, pasan las noches con familias de tutela, para que se adpten a un entorno familiar.

Desde que le entregaron a Gus, con medio año, le ha alertado de subidas o bajadas «cada día». «La bomba de insulina depende de los parámetros que lleve, pero no avisa con 20 minutos de antelación y no puedes ir por la calle mirando constantemente la bomba. El perro te da seguridad y libertad de movimiento», explica mostrándonos la bomba y el kit que siempre debe llevar en su bolso, así como las galletas y los zumos que toma cuando le avisa su perro. «Nunca me hubiera imaginado la tranquilidad que me daría un perro de asistencia, sobre todo en mi caso, porque vivo sola», insiste.

Montse, de Gerona pero retornada a Soria, porque le tiró la tierra de los abuelos, también realiza acciones voluntarias para que se conozca a la fundación y anima a otras personas a tener un perro de asistencia para la detección de azúcar y epilepsia. La fundación tiene también mucha actividad en las redes sociales. «Los perros no tienen coste, se pueden poner a disposición de los usuarios a través de actos benéficos y donaciones de la gente, lo que es importante para poder mantener la labor y poder ayudar, sobre todo a los niños», comenta. Hay distintos clubes benéficos, como el Club de Running Sheldon de Cartagena impulsado por uno de los usuarios.

«está marcando». Como ya adelantábamos, durante la entrevista llega un momento en el que Montse nos avisa: «Está marcando». Gus, a pesar de que haya otro perro cerca, ya no se distrae; se sienta y mira a su dueña, comienza a ladrarle nervioso. Ha detectado que el azúcar le está bajando de 82 (se ha hecho antes una glucemia), que tenía hace un rato, así que saca sus galletas y come una para equilibrar. «¡Bravo mi chico! ¡Bravo mi chico! ¡Muy bien!», le agradece la usuaria, mientras le ofrece galletitas de perro como premio por alertarle mientras Gus mueve contento la cola y no pasa de moverse.

Es su gran compañero, su salvavidas, insiste apuntando que el umbral de peligro depende de cada persona. «Una persona normal puede tener síntomas a partir de 80, pero en mi caso, como no tengo, he llegado a estar a 32 antes de tener el perro», explica Montse, que tiene más problemas de salud. Por su parte, al perro se le realizan análisis exhaustivos, desde la vacunación de un perro normal hasta análisis específicos, porque «tiene que ser un perro apto, que no falle». Así, agradece la atención desde la clínica veterinaria La Dehesa.

Otro tema es el acceso de Montse un Gus a lugares públicos, como establecimientos comerciales y bares.Por ejemplo, en el que nos citamos los rechazan hasta que les explicamos que es un perro de alerta médica). «Hay que concienciar a la gente de que no llevamos un perro normal, sino que va con una persona que tiene un problema de salud y que está adiestrado para que a esta persona no le pase nada. Que nos permitan el acceso a los comercios, bares... es muy importante, porque si no nos vemos enclaustrados y sin poder salir de casa», apunta agradeciendo el gesto donde le dejan entrar. «En comercios pequeños mal, ya he hecho alguna queja; pero en supermercados hay mucha colaboración [Alcampo, E. Leclerc, La Despensa...], por lo que les agradezco su comprensión, ya que es una necesidad que yo pueda entrar con Gus», apunta recordando que hay una normativa que lo permite, la Ley 11/2019 de Aceeso al entorno de personas usuarias de perros de asistencia. En el centro de salud puede acceder con él, lo que también quiere agradecer, pero en el hospital no se lo han permitido. 

Montse cree que se dice que un diabético puede hacer vida normal pero no es así, sobre todo por las trabas que se ponen a la hora de encontrar trabajo. «La gente no es comprensiva e incluso hay que ocultar la enfermedad», lamenta.