El lobo ha de cazarse

M.H. (SPC)
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Es bueno que viva en nuestros montes y debe protegerse, pero la actividad cinegética debería ser un pilar más de una adecuada gestión de la especie

El lobo ha de cazarse

La ganadería extensiva española no está en su mejor momento, ni mucho menos. Este oficio depende de muchos factores, muchos de los cuales no pueden ser controlados por los profesionales que lo ejercen. Uno de ellos es el lobo y la gestión de la especie por parte de la administración. Semanas atrás el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico (mucho nombre y pocas nueces) anunciaba su intención de incluirlo en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial y hace solo unos días el Senado echaba para atrás una moción que solicitaba al Gobierno paralizar la prohibición de su caza. En resumen, el lobo va a dejar de ser especie cinegética.

Por un lado, las asociaciones denominadas conservacionistas se han congratulado por la noticia, a pesar de que estoy seguro de que entre sus filas hay muchas personas que creen en la caza como una herramienta eficaz de gestión de poblaciones. ASCEL (Asociación para la Conservación y el Estudio del Lobo Ibérico) argumenta que la población de lobo no ha crecido e incluso ha menguado en los últimos lustros, basándose en el último censo oficial (2004), contra cuya metodología hubo, y sigue habiendo, muchas críticas. La realidad parece contradecir este razonamiento: el área de distribución de este depredador sigue extendiéndose hacia el sur y el número de ataques no deja de crecer, sobre todo en provincias como Salamanca y Ávila.

Por otro lado, el sector ganadero se ha encabritado, probablemente con razón. Cuando el lobo ataca es un auténtico drama para el dueño de la explotación. Aparte de los animales muertos, que se pagan solo en algunos casos (si el cadáver no aparece, o aparece sin crotal, o ha sido aprovechado por los carroñeros no hay indemnización), la acción de los lobos provoca muchos más efectos en los rebaños que ni siquiera se contemplan: animales desaparecidos, animales asfixiados si el episodio es dentro de un vallado (no cuentan como víctimas del lobo), merma en la producción de leche y abortos debido al estrés…

Muchos ganaderos de zonas loberas despiertan cada mañana con miedo, viven con miedo a encontrar muerto su medio de vida. Los mastines, los pastores eléctricos y otras medidas ayudan, pero no son la panacea y el lobo es capaz de acabar con la vida de los perros sortear vallados.

Hace ya más de quince años hice un reportaje sobre la Sierra de la Culebra. La Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León me asignó un agente medioambiental para mostrarme ese fantástico espacio natural y que yo pudiera hacer lo propio con los lectores. Era un hombre afable, de agradable conversación y conocía el territorio como la palma de su mano. Me enseñó la reserva y hablamos sobre muchos temas, el lobo entre ellos. Y me explicó la teoría que él tenía acerca de cómo debía llevarse a cabo la caza del lobo, teoría que no he olvidado.

Según me contaba, lo suyo sería hacer un listado (quizá uno por provincia o por comunidad autónoma) con los cazadores que están dispuestos a cazar un lobo, pagando, lógicamente, lo que vale uno de estos permisos (estamos hablando de que en 2015, en La Culebra, se pagaron 5.000 euros por una de estas autorizaciones, más otros 2.500 a abonar una vez abatido el animal; no es moco de pavo). En el momento en que se produzcan ataques, se contacta con el primer cazador de la lista (el orden podría establecerse por sorteo) para avisarle de que se va a realizar una espera en esa zona para eliminar un ejemplar (si el primero no puede se avisa al segundo y así sucesivamente). Los celadores medioambientales serían los encargados de preparar la jornada de caza y de acompañar a esa persona. No soy etólogo e ignoro si los lobos se alejan de la zona en la que cometen un ataque, pero me parecería raro que renunciaran a una comida fácil como es el ganado una vez que saben dónde conseguirla. No sé si este método sería eficiente, pero desde luego los ganaderos se sentirían mucho más arropados que actualmente. Además, no tiene sentido que el control lo lleve a cabo personal de la administración cuando hay personas dispuestas a pagar 5.000 euros por hacerlo.

El año pasado, si no recuerdo mal lo que me comentaron desde ASAJA Ávila, se autorizó a matar seis lobos en esa provincia; los celadores solo habían conseguido abatir uno a final de año y se prolongó la validez de la autorización hasta este mes de marzo (ignoro si se habrá cobrado alguno más a día de hoy). Los cupos de caza que se dan al norte del Duero en Castilla y León (muy conservadores, por cierto), apenas llegan a completarse al 50%, es decir, no se cazan ni la mitad de los lobos que se permiten. Quiero decir con esto que matar un lobo con medios legales no es sencillo (quienes lo hacen de manera ilegal no son cazadores, son delincuentes y se les deberá perseguir en cualquier circunstancia). Pero al ganadero le gusta saber que al menos se intenta.

Si de los 2.500 lobos que se dice que hay (apostaría a que la cifra real es bastante superior) se abaten, por poner un ejemplo, 100 al año (una cifra que no supondría ningún peligro para la especie) allí donde los ataques sean más frecuentes y dañinos, con las tasas obtenidas por los permisos se podrían abonar muchas indemnizaciones.

En fin, que el lobo ha de cazarse. Con medida, basándose en estudios y censos fiables y solo donde y cuando sea necesario. Pero ha de cazarse. No soy partidario de hacer como en algunos países europeos, en los que se designan áreas loberas donde no se les toca pero se abaten los ejemplares que se salen de ellas. Creo que es bueno que el lobo colonice los territorios que quiera y pueda, pero allí donde cause daño tendrá que ser controlado (no exterminado). Y, por supuesto, cada ataque que se produzca a la ganadería tiene que ser indemnizado en tiempo y forma, teniendo en cuenta también el lucro cesante, animales perdidos y heridos…

El lobo ibérico es un tesoro único en el mundo y sin duda hay que conservarlo. Pero los ganaderos en extensivo también son un valor insustituible del medio rural, que alimenta a la población y moldea y mantiene esos paisajes en los que tanto les gusta pasar el fin de semana a los habitantes de las ciudades. Y, al contrario que el lobo, están desapareciendo a un ritmo alarmante.