Velas y cirios

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La diferencia con otros sistemas de iluminación era el combustible sólido

Velas y cirios

Desde las fases tempranas de la evolución humana el hombre aprendió a mantener el fuego y más tarde a producirlo. De este modo el día no concluía con el ocaso del sol. El hombre se sentía más protegido por el fuego domesticado y a la vez, esas horas que no eran útiles para la caza o la recolección, permitieron mejorar útiles, cohesionar al grupo a través de la conversación y la rememoración de hazañas colectivas o sucesos luctuosos. A partir de ahí, obtener una luz que procediera del fuego, que pudiera ser controlada en intensidad y a la vez fuera fácilmente mantenida fue una investigación constante hasta lograr la electricidad de lo que hace muy poco tiempo en el cronograma de la humanidad.

Se dispuso de  muchos soportes para trasladar el fuego y mantenerlo así como diversos combustibles: teas de madera, grasas animales, aceites, fueron los primeros de ellos. Mas tarde, palos de madera resinosa, resinas amasadas o bien estopa fueron los primeros objetos utilizados como vela. La cerería fue un oficio mantenido a lo largo de muchos siglos. Con velas se iluminaron espacios domésticos, algunas actividades artesanales y los oficios y espacios religiosos dando en este último caso una compleja sismología a la luz de las velas, cirios y hachones de modo que en la actualidad su uso significativo se ha relegado a los cultos religiosos. En decoración se utilizan por un carácter evocador y enriquecidas con olores a los que se atribuyen beneficios de bienestar.

Se considera que, en Occidente, fue el pueblo etrusco, asentado en una región del  norte de la actual Italia, el  primero en utilizar velas y cirios fabricados con ceras, en cuyo interior se colocaba una mecha de fibras vegetales ya fueran junco o estopa para conseguir mantener la llama. Las velas y cirios fabricados con cera eran preferidos por las clases enriquecidas, frente a las realizadas con sebo que concomeos como como candelas, debido a que estas producían un olor desagradable y humo. La principal diferencia con otros sistemas de iluminación similares es el estado del combustible que en el caso de las velas siempre será sólido, frente a las lucernas, por ejemplo, en que el combustible es líquido. Lo común es que el combustible sea graso para que prenda fácilmente.

Posteriormente y durante siglos se elaboraron con cera, parafina, sebo, pez… La cerería ha sido un oficio tradicional más que una artesanía hasta su producción industrializada. Era imprescindible en todos los aspectos de la vida. Recientemente una generosa donación de Rafael Omeñaca ha enriquecido los fondos etnográficos de Museo Numantino con un conjunto completo de los útiles empleados en la elaboración de velas a la vez que ha sido posible documentar su disposición y el espacio en que se practicaba este oficio en Ágreda en donde hubo numerosas e importantes instalaciones cereras, como dio a conocer Ana Puyuelo en una rigurosa investigación. La empresa Arquetipo documentó el espacio, inventario  los útiles e investigó sobre esta actividad en archivos por encargo de la Junta de Castilla y León.

Así sabemos que la fabricación seguía diversos procesos según fuera el útil a conseguir. El cuerpo de la vela lo componía la mecha y la vela propiamente dicha, cilindro de cera que recubre la mecha. A veces las acompañaba un portavelas, que solía ser metálico. El portavelas tenía una doble función, por un lado poder trasladar la vela, no quemarse por la cera que goteara y recoger la cera que se deslizaba. 

Era habitual que el oficio pasara de padres a hijos. Con el descubrimiento de América y la importación de elementos como el cacao desde el siglo XVI  no es  infrecuente que el confitero sea también cerero. De este modo se aprovechaban todos los residuos de la confitería de la miel de los panales. 

Dentro de los tipos de velas que existen, la cera hilada sobre tablillas, comúnmente conocido como cerillo, es uno de los más recordados. En ocasiones  se producían en el ámbito familiar si se poseían colmenas. La miel de las colmenas se disponía en tortas y se exponía al sol, para ablandar la cera y esta se amasaba. Después de colocar el pabilo, se ataba en dos puntos y se retorcía hilando la cera de forma manual y se disponía al secado una vez se había enrollado alrededor de las tablillas de madera. Este tipo de vela se usaba en la iglesia en la noche de Todos los Santos. Un uso alternativo de las velas fue, además de iluminar las bodegas  observar como aviso si el oxigeno en ellas disminuía.

Para la fabricación de hachones se utilizaba una rueda con clavos, de la que colgaban los pabilos o mechas y, colocada sobre un eje, bajo ella se colocaba tangencialmente una caldera. De la rueda giratoria se colgaban los pabilos o mechas sobre los que se vertía la cera derretida y caliente. El sobrante se recogía en la caldera. Después de un número de vueltas indeterminado, según el  grosor que se pretendía, se retiraban los hachones de los clavos. Sobre una mesa de trabajo que humedecida para que el cuerpo de la vela no se adhiriera, se  colocaban y bruñían para homogeneizar la superficie de los mismos. Al finalizar, se procedía a regularizar el largo de los mismos cortando por su parte inferior y quitando el sobrante, que se reciclaría para otros hachones o usos de la cera.

Otro proceso de fabricación frecuente fue el de la cera hilada. Se devanaba un ovillo de hilo de algodón enganchado en alguna ranura del rulo, enrollando alrededor del cilindro de modo que la distribución de cera fuera homogénea.

El caldo elaborado debía ser una cera flexible pero sólida. Se disponía de un barco, recipiente sobre el que se colocaba un travesaño con mástil, y que siempre se limpiaba tras cada elaboración para retirar los restos de la producción anterior.

Tomando un extremo libre de la mecha se introducía por el barco para su encerado; al pasar del rulo sobre el que se había hilado el algodón al rulo, rulo que recibe la cera hilada, el grosor variaba en base a las pasadas que se hacían y el tamaño de los orificios de la terraja que lo reconduce. Durante el trayecto desde el barco hasta el rulo que recibe la mecha, la cera se enfría progresivamente con la temperatura ambiente, provocando que no se adhiera a la superficie.

Posteriormente se retiraba del rulo para, en el burro (cilindro troncocónico), sobre el que se colocaba un papel para que no se adhiriera,  enrollar la cera hilada en dos pisos. Una vez terminado el proceso de enrollado se cortaba para realizar otro.

Durante siglos las noches se iluminaron con velas: casas rurales y palacios, talleres e iglesias, celebraciones civiles y religiosas, festivas o dolorosas. Un oficio, el de la cerería, olvidado, cuando ese objeto que iluminó tantos tiempos del pasado fue trascendente en la vida.