Colecciones con solera en Navaleno

A.P.Latorre
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Pedro Delgado y Jesús Dolado plantean que sus museos dedicados a los oficios antiguos y al Ejército, además de otras las exposiciones de monedas y vehículos antiguos, conformen un paquete cultural

Colecciones con solera en Navaleno - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez

Navaleno esconde un gran tesoro en varias colecciones privadas que sus propietarios quieren convertir en un reclamo turístico con el apoyo de las administraciones provincial y local. Un paquete -para el visitante que se acerca a la localidad pinariega a pasar unos días en una casa rural o a disfrutar de la amplia y variada oferta gastronómica- que combine áreas de interés como la etnografía, la historia, la numismática, la automoción y la naturaleza. El trabajo ya está hecho porque los museos están preparados para su apertura, en un espacio apropiado y con contenido. 

Pedro Delgado, que dispone de valiosas colecciones etnográficas en Navaleno y Molinos de Duero, y Jesús Dolado, impulsor del Museo del Ejército de la Asociación Retógenes, han mantenido ya un encuentro con la Diputación de Soria, que se habría comprometido a contratar un guía para estas muestras, ya que ellos no pueden atender a los visitantes que llegan al tener otras ocupaciones. Sugieren que pueda ser algún joven de la localidad, ya que tendrían que formarlo bien durante un tiempo para poder explicar los fondos de las colecciones. A la institución provincial le piden que, además de potencial los museos que gestiona, se puedan organizar exposiciones itinerantes por la provincia con los fondos de estas colecciones.

Sin embargo, aseguran no contar con el apoyo del Ayuntamiento de Navaleno. Creen que «seguramente será por desconocimiento» pero insisten en que ellos están abiertos a mostrar las colecciones que han creado a lo largo de muchos años y que no buscan ningún beneficio propio, tan solo potenciar el pueblo. Además de que se contara con un guía, reclaman alguna ayuda para poder cubrir los gastos de luz, agua, calefacción...

Apuntan la posibilidad de que se pudiera contar con un gestor cultural local que canalizara la oferta, no solo estos museos, también teatro, micología... Jesús Andrés Barrio, presidente de la Asociación Micológica de Navaleno, apoya la propuesta de aunar la oferta en un recorrido y destaca el buen funcionamiento del Centro Micológico, del Ayuntamiento pero con gestión por parte de una persona que cobra entrada, enseña la exposición y organiza rutas. «En Navaleno somos una colección de chiflados importante», bromea Jesús Dolado sobre la afición al coleccionismo. Además de ellos, Jesús Orte tiene una amplia colección de monedas y son de coches las de los hermanos Alcázar Pascual y la de Vicente León.  

Los coleccionistas contribuyen a dinamizar el pueblo, ya que cada año crean monolitos representativos, como el año pasado en homenaje a las víctimas de la Covid. En 2021 se dedicará a la Dieta Mediterránea. Y otra de sus iniciativas es trasladar un carro, en homenaje a la carretería, de un museo a otro y disfrutar después de un cocido, si la situación sanitaria lo permite. 

modos de vida. En las instalaciones de la calle Real, Pedro Delgado exhibe con orgullo su colección etnográfica. Gracias a su labor de recopilación -y restauración cuando se necesita- de todo tipo de artilugios relacionados con los antiguos oficios de Soria, las nuevas generaciones tendrán la oportunidad de conocer el modo de vida de las pasadas. 

Todo lo distribuye precisamente así, por labores: agricultura y ganadería, molinos harineros, carretería, extracción de resina, tala de pinos, herrería, cantina, farmacia, peluquería, matanza, cocina, carpintería, minería, ojalateros e incluso una imprenta con las letras originales. Aprovecha cada rincón para colocar objetos que permiten viajar al pasado, él es el que mejor lo explica porque detrás hay muchas historias familiares y de gentes de Soria, de los pueblos en los que ha trabajado, ya que su profesión es carpintero metálico. 

Nos muestra las pesas romanas, una arroba de once kilos, la fragua de su abuelo, los grilletes y «el hacha para cortar el cuello», la farmacia isabelina con tarros originales que aún guardan antiguas medicinas, botijos de todo tipo, una pala para hacer roscos, un dedal de zapatero, una rueca, herramientas con las que se construyó la Santander-Mediterráneo, numeradores de trabajadores del monte, ruedas de carros, hachas y botas de vino, un trenzador para tirar los pinos, abalorios que acaba de hallar en Abejar… «No hay etiquetas porque hay que ir descubriendo todo», recalca. Cuando estuvo abierto hace unos años recibía numerosas visitas, sobre todo de excursiones y grupos (Amigos del Camino de Santiago, Amigos del Seat 1.500…).

También alberga documentación, como un ejemplar del periódico Estampas de 1932, en la II República, dedicado a la suerte de pinos; o un libro del juez del pueblo de La Muedra, que perteneció a su abuelo. En una vitrina se muestra un permiso de matrimonio de 1931, una carta del frente de Toledo, un sermonario («antes se contrataba para dar sermones, cuantos más se daban más se ganaba»), una novena de Abejar con la correspondencia de días de indulgencia y un libro de la Inquisición, de la época de Felipe V, enciclopedias Álvarez, documentación de trabajadores del monte, cancioneros de San Juan... El propietario, quien preparó también la exposición del Marqués de la Ensenada y otras, organiza una sobre capas y mantones antiguos, alguna de ellas de más de cien años.

UN POCO DE HISTORIA. Muy cerca de allí está el Museo del Ejército, en la carretera de Canicosa, que Jesús y su primo hermano Eduardo Robles , impulsores de la Asociación Retógenes, están ampliando con una sala de exposiciones temporales que estrenarán con una de uniformes de mujer en las Fuerzas Armadas (150 maniquíes de uniformes de Guardia Civil, Ejército de Tierra y la Armada). 

Cuenta con una biblioteca de 8.000 volúmenes «única en su género» por centrarse en temática militar e historia del Ejército e incluir una colección legislativa desde 1850. Junto a ella, un espacio dedicado a la Guardia Civil, donde entre miniaturas y objetos de todo tipo, llama la atención una pieza curiosa, «la medalla que ponía ETA a su gente». Al acceder a las salas más grandes de la exposición hay una vitrina con indumentaria de liturgia militar y una sala de reuniones. La muestra central arranca con una sala de condecoraciones, los escudos y medallas desde los orígenes, y hay un rincón dedicado a la caballería y otro a la Guardia Real. 

Llaman la atención en cada apartado las miniaturas, cientos de ellas... Y es que Jesús, cuya familia ha pertenecido siempre al Ejército y que fue la primera en veranear en Navaleno desde 1940, es una apasionado de ellas desde niño. Las pinta y coloca a la perfección, incluso para representar escenas relacionadas con el Ejército, como el desfile del Día de la Hispanidad. Cuando era niño ganó el concurso del Ejército y ahora es jurado, recuerda con cariño.

Otro apartado repasa la historia del soldado a través de los pañuelos (hay uno muy antiguo de un batallón de 1840). Los pañuelos se usaban para muchas cosas, como tapar la cara a los fallecidos en el combate. Hay muchas curiosidades, como que servían para instrucción y para primeros auxilios. Hay una selección de canutos, que servían para guardar la licencia y dinero y se decoraban según las posibilidades y la licencia. «Las cintas de colores tras licenciarse se regalaban a las novias, con ellas se adornaban los vestidos y se colgaban de los balcones para representar que su novio había vuelto sano y salvo», explica. También se aborda la evolución de las licencias. Hay un apartado con utensilios médicos de 1908; otro a la mili, con literas, uniformes, peso, bombo del sorteo…; y otro a los quintos de Navaleno licenciados. Hay guiños a la literatura y al cine y a los niños, para llamar su atención, con recreaciones a través de Playmobil, como la batalla de Pensacola.

Las banderas son una parte importante y se hace un recorrido desde sus orígenes hasta la actualidad. Nos cuenta el origen de la actual bandera bicolor, en época de Carlos III, y que han contribuido a recuperar una que dejó de usarse en la Guerra Civil y desde el año 2000 es obligatoria en unidades del Ejército. La asociación realizó reproducciones de las banderas del Regimiento Numancia, que entregaron en San Saturio y cuyas originales estén en Francia; y recuperó enseñas del Batallón Covaleda que los niños de Navaleno entregaron al Regimiento Asturias.

Un museo de 2.000 metros cuadrados (ya con la ampliación) que él nunca hubiera imaginado montar. «Se nos ha ido de las manos», comenta. Su cometido principal es investigar y escribir sobre el tema, mientras que la exposición es un hobby más. En Madrid tienen otros dos (sobre uniformes y el cuerpo de intervención). ¿Por qué montarlo en Navaleno? Porque es su pueblo y quiere atraer a visitantes a esa zona aportando su granito de arena. 

Cada año acuden unas 200 personas a una cangrejada miembros del Ejército, que después vuelven a visitar el pueblo y y la exposición junto a sus familias. Insiste en la necesidad de ofrecer a esas familias que se quedan a dormir y a comer (con una amplia oferta de alojamientos y restaurantes para todos los gustos y bolsillos) otros alicientes, como el deporte, la naturaleza, la cultura… Esperan poder cumplir pronto su propósito y contribuir a que su pueblo «sea más conocido y visitado».