El reto de lograr un gran colmenar en Almazán

Henar Macho
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Con solo 26 años, Nerea de Diago ha tomado las riendas de lo que empezó como un hobby junto a su padre, para dedicarse a la apicultura profesional. Un proyecto que afronta desde el aprendizaje continuo con un objetivo: llegar a las 400 colmenas

El reto de lograr un gran colmenar en Almazán - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez

El monte de Almazán es uno de los lugares idóneos para ubicar una explotación apícola. Así lo supo ver hace ocho años el padre de Nerea de Diago, Rodolfo, que desde entonces ha inculcado a su hija el amor por las abejas. Y ella, a sus 26 años, ya se dedica profesionalmente a la apicultura de tipo trashumante. Aquello que empezó como una afición ha terminado por convertirse en el oficio de esta joven que no quiere renunciar a vivir en Almazán y que disfruta de trabajar en el campo. La continua atención que precisa el colmenar hace que este tipo de ganadería contribuya a fijar población en el medio rural. 

«Todo lo que sé es lo que me va enseñando mi padre, leo mucho, me documento y hablo con gente del sector», asegura Nerea de Diago y añade que en los grupos de apicultores aprecia una mayor incorporación de las mujeres y un creciente consumo de productos de la colmena. Esta joven emprendedora también considera fundamental contar con el apoyo de las asociaciones de apicultores -seguros de robos y responsabilidad civil, alquiler de maquinaria...- aunque al no haber ninguna en Soria, decidieron asociarse a la de la provincia de Burgos. Otras cercanas están en Guadalajara o Zaragoza.

Nerea comenzó a trabajar como autónoma en enero tras preparar su plan de emprendimiento con el apoyo del Semillero de Proyectos de Soria y siendo una de las beneficiarias de la línea de ayudas de la Consejería de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural de la Junta. Según los datos de la institución autonómica, en 2019 se incorporaron a la actividad agraria 42 jóvenes sorianos (28 hombres y 14 mujeres) y la vigente convocatoria de ayudas ya ha registrado 25 solicitudes (16 hombres y 9 mujeres).

La joven afronta el reto con paciencia y algo de miedo e incertidumbre, pero con los cinco sentidos dispuestos para aprender el oficio. «Ahora estoy centrada en aprender de la colmena y saber manejarla bien para poder después sacar el máximo rendimiento». Su objetivo es llegar a las 400 colmenas. Para ello, uno de los aspectos fundamentales es encontrar un asentamiento que cuente con fuentes cercanas y suficientes de néctar, polen y agua. «El radio de pecoreo abarca tres kilómetros y tienes que buscar una zona que tenga en ese radio todo lo que ellas necesitan». En estos momentos sus abejas pecorean en cantueso y tomillo, tienen una laguna próxima y en el mismo monte se forman pequeñas charcas cuando llueve. «Allí van a estar bien», confía la apicultora. Aunque el asentamiento principal está próximo a Almazán, aprovecha también la floración y la siembra para trasladarlas a otras localidades como Valtueña o Tejerizas. 

suministros. La pandemia de coronavirus no ha impedido a los apicultores seguir cuidando de sus colmenares. Aun así, Nerea aqueja algunos problemas de suministros. Y es que ha tenido que encargar 120 nuevos enjambres porque aunque Soria aún no ha sido invadida por la avispa asiática, los abejarucos y la varroa han diezmado su población apícola en más de un 80%, el doble de lo que suele ser habitual en invierno. «La temporada pasada terminamos con unas 180 colmenas pero actualmente solo tenemos 38», lamenta. 

El abejaruco ya ha llegado este mes de mayo desde África para seguir haciendo de las suyas hasta finales de septiembre, «toda campaña en la que la abeja sale a pecorear la flor», lamenta Nerea. «Además de comerse a las abejas, las intimida de tal manera que no salen de la colmena, entonces se agobian y acaban asfixiando a la reina y se van muriendo. El año pasado pusimos una malla de sombreo encima de las cajas para que por lo menos no estuvieran esperándolos encima de la colmena pero no es suficiente y solo nos queda cambiarlas de ubicación», comenta. Este factor unido a la floración ya mencionada, hacen que su colmenar sea de tipo trashumante.

La joven apicultora también ha tenido que enfrentarse a la varroa, el ácaro que constituye la mayor amenaza para las abejas. Prevenir la enfermedad que produce no es tarea fácil, como tampoco lo es adaptarse a los efectos del cambio climático. «No podemos dar nada por sentado, es un aprendizaje continuo y te obliga a estar al día todo el tiempo para poder hacer frente a lo que va saliendo». Una mirada perpetua al cielo que este año ha sido benevolente. «Ha llovido cuando tenía que llover y no ha habido heladas fuera de tiempo por lo que las floraciones han salido bien». Si el verano no resulta excesivamente seco, cabe esperar una buena cosecha. 

Nerea de Diago considera el otoño como la temporada más importante «porque es cuando estás preparando a la colmena para poder pasar el invierno», explica. En septiembre acuden a catar (recolectar) . «Cogemos la miel y la dejamos 15 días reposando para  separar las impurezas, envasamos, limpiamos... es un trabajo de almacén». En cambio, los trabajos de mayo y junio se desarrollan en el monte, procurando la reproducción y el desarrollo de la colonia y es cuando el néctar y el polen entran en abundancia en la colmena. Es fundamental estos días organizar a las abejas y evitar que las colmenas enjambren, es decir, que se dividan de forma natural y muchas de ellas se marchen. «Inspeccionamos la colmena una vez a la semana y vemos si necesitan más espacio o más comida. En ese plazo pueden cambiar un montón las cosas». 

Utilizan colmenas de tipo Dadant, de desarrollo vertical, que constan de una caja principal donde está la cámara de cría y las abejas producen miel «Esa miel no la tocamos para nada porque son las reservas que tienen ellas para la cría que va saliendo y para poder aguantar el invierno». Encima de esa caja hay otra de menores dimensiones de donde extraen la miel que distribuyen junto al propóleo que también producen, y de momento, solo entre familia y amigos, aunque la idea es comercializarlo más adelante con una marca propia. «En temporadas buenas puedes llegar a sacar hasta unos 15 kilos de miel, lo que es bastante», aunque  Nerea es consciente de que no todos los años son iguales.

Ya que el desoperculado lo pueden hacer manualmente, solo recurren a la maquinaria para hacer la extracción y  para su nuevo desafío de conseguir generar su propia población de abejas. Para ello se ha hecho con una incubadora. «Queremos aprender a sacar reinas para no comprar enjambres». Un trabajo no poco laborioso. «Hay que coger los huevitos que pone la reina con menos de tres días porque si no ya se ha pasado el tiempo de que puedan alimentarlas con jalea real. Se protegen con cera, nos los llevamos a la incubadora y tardan en hacerse 16 días». Esas reinas son después fecundadas por  zánganos y  vuelven a la colmena pasados otros tres días. Concluye la joven que con este sistema, con capacidad para hasta 70 cúpulas, se evita molestar a las abejas en la colmena.