Trabajar en toque de queda

Nuria Zaragoza
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La ciudad calla a las diez de la noche pero, en el silencio, taxistas, farmacéuticos, policías, repartidores, cocineros, bomberos, sanitarios... mantienen el pulso de la sociedad

Trabajar en toque de queda - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez

Desde hace ya cuatro semanas Soria ‘duerme’ entre las diez de la noche y las seis de la mañana. Por imperativo legal. 

La ciudad calla y se impone el silencio. La soledad. El vacío. La nada. El nadie. Es el efecto del toque de queda que impuso el Gobierno autonómico el 24 de octubre y amparó el Gobierno central horas después al aprobar un nuevo Estado de Alarma. 

Nunca antes en la etapa democrática se había proclamado un toque de queda, salvando aquel 23-F que, no obstante, tuvo sus peculiaridades. Porque entonces fue únicamente en Valencia, la noche en la que los tanques salieron a la calle y el alto cargo militar decidió promulgar un bando que prohibía la circulación de más de dos personas por la vía pública desde las nueve de la noche hasta las seis de la mañana. Ahora, es un minúsculo virus, el SARS-CoV-2 quien atemoriza al mundo y obliga a adoptar medidas drásticas. 

Trabajar en toque de quedaTrabajar en toque de quedaDesde las diez de la noche y hasta que el sol asoma, confinados en casa. Confinados de nuevo. 

Paramnesia. Vuelta atrás. Alteración de la memoria... El calendario nos devuelve de alguna manera hasta aquel marzo negro en que estalló todo, pero ahora los tiempos de aislamiento se recortan. 

El toque de queda ha cerrado el ocio nocturno [aunque también el diurno]. Ha bajado la persiana a la vida social de social. Ha arrasado con los cañas de después del trabajo. Ylos turistas... ya ni se asoman a esta ciudad perimetralmente cerrada. 

Trabajar en toque de quedaTrabajar en toque de quedaY, en este escenario extraño, triste, vacío... El Día de Soria sale a las calles para vivir, desde dentro, en el toque de queda. La ciudad calla. El silencio se impone. Pero no estamos solos... En las cocinas de los restaurantes que mantienen su servicio a domicilio, en los hoteles, en la farmacia de guardia, en comisaría, en el parque de bomberos, en los centros de salud, en los hospitales, en las fábricas que tienen horario nocturno, en la cárcel... decenas de personas se mantienen despiertas para sostener el pulso de una ciudad dormida. 

Y, en las calles, se escucha de fondo el sonido de alguna moto [que reparte comida a domicilio], de los últimos autobuses urbanos terminando ruta, de los camiones de recogida de residuos recorriendo la ciudad, de los escasos taxis que atienden la llamada de urgencia... Es el silencio roto de una ciudad dormida. Es el ritmo que da oxígeno a una ciudad que se apaga. Son los trabajadores que, cada día, asumen su labor en una Soria en toque de queda. A las seis... la vida volverá de nuevo (aunque nunca fue tan poca vida).

1.Farmacéuticos

«Ahora la gente respeta mucho más la urgencia nocturna y vienen con receta, no por olvidos»

maría josé lópez, julio revilla y josé luis criado reciben a El Día de Soria en la farmacia de la calle Jorge Manrique, en el barrio del Calaverón. Es miércoles y tienen servicio de guardia, por lo que les toca atender las urgencias de medicamentos que puedan surgir a lo largo de la noche hasta el relevo de las nueve de la mañana, cuando abrirán ya también el resto de oficinas de la ciudad. 

En unas circunstancias normales, la puerta principal permanecería abierta hasta pasadas las 23.00 horas, pero desde que llegó el toque de queda la persiana se baja a las 22.00 horas y se atiende desde la ventana de guardia, ubicada en un lateral. «Ahora, a partir de las 22.00 horas la clientela cae de forma notable porque no hay gente en la calle. Lo que más hemos notado es que ahora la gente respeta más la urgencia propiamente dicha, y ya no vienen por olvidos, por cosas de última hora... Vienen con receta de urgencia y, generalmente, directamente del médico a aquí», apunta la farmacéutica titular, quien reconoce que «no ha cambiado el perfil» pero sí la cantidad de trabajo. Ahora, las ventas nocturnas son limitadas y, además, más escasas entre semana que cuando la guardia toca en fin de semana. «Soria está desierto», justifica.

Trabajar en toque de quedaTrabajar en toque de quedaAl ser un servicio esencial, no han apreciado grandes cambios en la clientela habitual, pero sí algunas ausencias de pacientes que se llevó la COVID-19. Y, en este sentido, hacen una clara diferencia entre cómo se afrontó la primera ola y esta: «En la primera, la gente aprovechaba que estaba permitido venir a la farmacia y acudía varias veces sin realmente necesitarlo, para salir a la calle utilizando este servicio como excusa. Algunos cogieron el virus y han fallecido. Ahora, se respeta mucho más», apunta Revilla, quien reconoce, como soriano, que «es un poco desolador» este nuevo escenario de la ciudad vacía tan temprano. «Aquí somos muy de alternar y hacer vida social y ahora es desesperanzador, con todo cerrado. Hay negocios que han cerrado y  muchos no van a volver a abrir, y es una pena», asume. Por ello, coinciden en pedir a la gente concienciación y responsabilidad, porque, «si lo hacemos bien, podemos ganar más que si vamos poniendo parches». 

«La gente está preocupada, por la incertidumbre de no saber cuándo va a acabar todo esto», apuntan. Y ahora también «hay mucha preocupación por la Navidad», añade López. 

2. Recepcionista

«Da sensación de un déjà vu, un regreso a marzo. Ver las calles vacías es angustioso, incómodo»

Ángel Mayor atiende la recepción del hotel Alfonso VIII, uno de los hoteles de referencia de la ciudad que cuenta con 88 habitaciones. Fue uno de los establecimientos más comprometidos durante el pico de la pandemia, llegando a ofrecer sus instalaciones a las autoridades sanitarias, y lo sigue siendo ahora, que mantiene la actividad con los mismos estándares de calidad a pesar de las dificultades. Apenas pasan unos minutos de las 22.00 horas y Mayor sigue contestando el teléfono mientras que atiende a los clientes hospedados, que salen del comedor y se dirigen a sus habitaciones. Su turno concluirá a las 23.30 horas, por lo que vive el toque de queda desde su puesto de trabajo pero, también, como ciudadano, regresando a casa por unas «calles vacías». «Es una situación un tanto extraña porque está todo cerrado, no hay gente por la calle, no hay la vida que te gusta ver cuando estás de cara a los clientes… La situación y el estado de ánimo de la gente es más bajo y se nota muchísimo y, la verdad, da bastante pena», admite. «A las diez ahora da la sensación como si fuera ya de madrugada», añade.

En el establecimiento no han hecho grandes cambios tras la llegada del toque de queda, salvo el cierre de la puerta exterior [en caso de que llegue un cliente debe llamar al timbre] y el adelanto del horario de cenas a las 20.00 horas para facilitar el servicio a los clientes. «Debido a las circunstancias que estamos viviendo y dado que está todo cerrado, es un servicio extra que agradece el cliente», apunta. El resto de servicios se mantienen con normalidad y, de hecho, ni siquiera se han modificado los horarios. «Hemos mantenido, sobre todo el horario de recepción, porque somos un hotel de cuatro estrellas y consideramos que es importante tener una atención las 24 horas del día», justifica. Esta nueva situación no ha variado tampoco sus clientes habituales vinculados al sector empresarial pero sí ha hecho desaparecer los «grupos del Imserso, de turistas...». 

Trabajar en toque de quedaTrabajar en toque de quedaComo soriano, y con el justificante que por trabajo le permite transitar las calles de Soria a partir de las 22.00 horas, reconoce que ha descubierto una estampa de la ciudad única, pero no especialmente agradable:«Cuando sales la verdad que da la sensación de un déjà vu, un regreso a marzo. Ver todas las calles vacías es una sensación un tanto angustiosa, es incómodo ver cómo está Soria actualmente», asume, confiando en que «la recuperación llegue cuanto antes». 

3.Cocinero

«Es todo un poco singular y   raro pero no queda otra que adaptarse a las circunstancias»

jaime y mario lapeña llevan toda la vida detrás de un  mostrador y entre fogones pero jamás pensaron vivir una situación como la actual que, admite Jaime, en algunos momentos  «supera». Física pero, sobre todo, psicológicamente. Porque son ya demasiados meses de incertidumbre y, sobre todo, porque no se ven visos de mejoría en un sector acorralado por el virus. El cierre de la hostelería impuesto por la Junta les ha obligado a bajar la persiana en el Templo, centralizando su actividad en el Garoa, desde donde ofrecen sus servicios en ventanilla o a domicilio. Las cuentas hace tiempo que no salen pero han decidido seguir por «compromiso» con sus clientes. «Nos debemos a ellos. Económicamente no sale rentable mantener la actividad en estas condiciones y nos saldría mejor ir todos a ERTE pero, al final, la conciencia nos dice que, si durante todos los años anteriores hemos estado con ellos, tenemos que estar ahora también ahí al pie del cañón. No nos parecía correcto dejar a nuestros clientes tirados ahora», justifica Jaime mientras atiende a El Día de Soria al otro lado de la ventanilla. El reloj ha cruzado ya la línea de las diez de la noche y, con la ciudad vacía, se han acabado las entregas en ventanilla, así que todo su trabajo a partir de ahora se centra en la entrega a domicilio, que asumen los repartidores con los que contaban antes y, también, los camareros de siempre, que han tenido que ‘adaptar’ su trabajo a las nuevas circunstancias. Porque si algo tienen claro los hermanos Lapeña es que sus 15 trabajadores son parte de su familia y, por tanto, saldrán juntos de esto. 

«Es todo un poco singular y un poco raro pero no queda otra que acostumbrarte a las circunstancias que tenemos», asume Jaime al ser preguntado por cómo es trabajar en toque de queda. La noche es «tranquila», admite. La mañana, se trabaja «algo más». 

Su jornada acabará hoy a las 23.30 horas, cuando salgan los últimos pedidos nocturnos que, entre semana, son «escasos». Volverá entonces a casa por calles fantasmas. «Duele» la estampa pero, reconoce Lapeña, «no tiene nada que ver con la primera ola;entonces fue terrible», rememora. «No veías a nadie, solo ambulancias y policía. Ibas a casas donde había gente en cuarentena y tenías miedo de caer malo, pero teníamos clientes fijos que habían confiado en nuestro servicio de menú a domicilio y tocaba tirar para adelante». Y ahí siguen, restando días negros, tirando para adelante...

4. Repartidor

«Hay poco trafico y para nosotros es bueno, pero da casi miedo porque no hay nadie en la calle»

PEDRO LABANDA acaba de hacer una entrega en un piso de la calle Mesta. Son cerca de las 23.00 horas de la noche y es la única persona que hay en esos momentos en la calle. No hay nadie más en toda la manzana. Aunque el tránsito de personas está prohibido desde las 22.00 horas por el toque de queda, él tiene un ‘salvoconducto’ que le permite circular por trabajo, ya que es repartidor de Telepizza y, por tanto, puede desplazarse para entregar comida a domicilio. «Desde las diez de la noche hay muy poco tráfico y, para nosotros los repartidores, eso es bueno porque nos permite hacer los repartos mejor. Pero, por lo demás, es todo muy extraño y da casi hasta miedo salir a la calle porque prácticamente eres el único que está por ahí»,  apunta cuando es cuestionado sobre cómo es trabajar en toque de queda. No obstante, tiene claras sus prioridades y, a pesar de esos reparos, afirma: «Hay que ayudar a la gente que no puede salir, para que todo el mundo pueda tener su pedido en casa a partir de las diez y todo el mundo pueda tener su cena en la mesa». Su jornada se extiende siempre que le toca en horario de tarde-noche hasta las 23.00 o 23.30 horas, si bien admite que «se ha notado que hay menos trabajo, seguramente por la situación económica de la gente». De hecho, apunta, «estamos menos repartidores porque ha bajado el trabajo». 

Se notó ya un descenso de la actividad con los primeros recortes y se ha notado aún más con el toque de queda. «Los primeros días sí se notaba que a  las 21.15 horas había muchos pedidos, cuando la gente se iba a casa, pero ahora ha bajado todo bastante», reseña. Los fines de semana, apunta,  se anima el negocio. La pandemia no ha cambiado el perfil de sus clientes y se sigue encontrando «todo tipo de gente». Eso sí, reconoce, algunos son un poco irrespetuosos con su trabajo: «A veces te encuentras con gente que no se pone la mascarilla y da cosa», admite. De hecho, reconoce, «hay compañeros que les ha tocado subir la pizza a gente que es positiva en COVID y... da respeto». 

Como soriano ha conocido la ciudad prácticamente de todas las formas, pero nunca como ahora. «Es un poco como cuando el confinamiento, salías a echar un cigarro y no veías a nadie, solo a la Policía, y se veía que algo no iba bien», admite. A él le han parado varias veces los agentes para pedirle el justificante que le permite estar en la calle en toque de queda, algo que «comprende».