La leyenda de Wembley

Diego Izco
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La 'casa del fútbol', un mito desde 1923, se prepara para coronar a un nuevo campeón

La leyenda de Wembley

La sinopsis de ‘Dios es Redondo’, el evangelio apócrifo de Juan Villoro sobre el fútbol, habla de explorar «las supersticiones, los ritos y mitos que han convertido a los jugadores en apóstoles, a los árbitros en ángeles del infierno investidos del poder de quebrar la esperanza o desatar una vanidosa crueldad… y los estadios en catedrales».

La mística de Wembley, la ‘catedral’ con mayúsculas, nace en la mismísima «Final del caballo blanco», el partido inaugural: un 28 de abril de 1923, en la primera final de la FA Cup que albergó (hoy: sede de la FA, la Carabao y la Community Shield, además de todos los partidos de la selección inglesa), cuenta la leyenda que cerca de 300.000 personas entraron a un estadio con capacidad para 127.000 (hoy: 90.000, todas sentadas) y se produjo una invasión del césped. El policía George Scorey a lomos del caballo ‘Billy’ fue enviando de vuelta a los aficionados hacia el graderío. El Bolton ganó 2-0 al West Ham, pero fue algo casi secundario para la leyenda…

El imponente campo londinense, con aquella mítica estampa de las dos torres victorianas gemelas a ambos lados del lateral norte, fraguó su misticismo en los Juegos Olímpicos de 1948, en el Mundial de fútbol de 1966 con aquella polémica final Inglaterra-Alemania Federal (4-2) y el gol fantasma de Hurst o, claro, con otro tipo de actuaciones no deportivas, como aquellos 20 minutos de Queen sobre el escenario del Live Aid (13 de julio de 1985), considerados por muchos como la mejor actuación en vivo de la historia de la música moderna.

 

El nuevo estadio 

En 2000 se disputa el último encuentro en el viejo templo (una derrota 0-1 de Inglaterra ante Alemania) y en 2002 se procede a su demolición. Son 757 millones de euros y cinco años de obras hasta la inauguración (2007), un estadio completamente renovado con 26 ascensores, 30 escaleras mecánicas, 34 bares y ocho restaurantes. Y en la búsqueda de una imagen aún más icónica que aquellas torres gemelas, un arco (la mayor estructura de techo del mundo) de 315 metros de longitud y 7,4 de diámetro que conecta los dos fondos y le permite alcanzar los 133 metros de altura.

El corazón del viejo Wembley, no obstante, late en una cápsula del tiempo enterrada en 2005 bajo el césped: piezas del antiguo estadio y la camiseta de George Best con la que el United derrotó 4-1 al Benfica en la final de la Copa de Europa de 1968 disputada sobre su pasto.

Conocido como ‘la sede de las leyendas’ o el más prosaico y reconocible ‘la casa del fútbol’, a pesar de la reforma Wembley vive pegado a la idea romántica de que el fútbol es más religión que negocio; como dijo Pelé y después corroboró Beckenbauer, «es la catedral del fútbol, la capital del fútbol y el corazón del fútbol». Y hacia allí camina la gloria de esta Eurocopa: sobre los 107 peldaños (antes 39) que separan el césped del trofeo.