Una legislatura fugaz

Ángel A. Giménez (EFE)
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El decimotercer período de sesiones de las Cortes ha sido tan efímero que no ha dado tiempo a aprobar ni una sola ley, aunque sí que ha contado con una gran dosis de tensión y bronca

Una legislatura fugaz

La XIII Legislatura llega a su fin tras una andadura fugaz de dos plenos ordinarios, otro extraordinario, una comparecencia del presidente y cuatro de ministros. Tan corto recorrido no ha permitido aprobar una sola ley, pero sí ha deparado altos niveles de tensión política y algunos sobresaltos, como el de una investidura que fracasó en el último instante.

Esta sesión que acaba será recordara por haber estado a punto de propiciar el primer Gobierno de coalición nacional de la democracia. La bipolar relación entre el PSOE y Unidas Podemos y la desconfianza entre sus líderes, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, han condicionado todo el curso parlamentario, que culmina hoy con el decreto que convocará las elecciones para el próximo 10 de noviembre y disolverá las Cortes.

Los cuatro meses transcurridos de la aún vigente legislatura se parecen en varios aspectos a los cuatro meses de la XI: hubo una investidura fallida, también fue de Pedro Sánchez, y luego no se produjeron más intentos debido a la ausencia de mayoría parlamentaria.

Sin embargo, el precedente de hace tres años, el único de la situación actual que ha habido en democracia, alberga la convalidación de un real decreto-ley.

Ocurrió unos días antes de la disolución de las Cortes y de la convocatoria de elecciones para el 26 de junio de 2016. En el último pleno, a finales de abril, el Congreso convalidó la ampliación del programa de activación de empleo. Pero ahora ni eso.

La legislatura que acaba cuenta en su haber con dos plenos ordinarios, ambos este mes, un exiguo margen que únicamente ha permitido la toma en consideración de la reforma del Estatuto de Murcia, de la proposición de ley para la eutanasia, del PSOE; de la proposición de Podemos sobre la Ley de Enjuiciamiento Criminal; y de la petición de reforma del reglamento del Congreso que promovió el PNV.

La Mesa, que desde el 21 de mayo preside Meritxell Batet, ha publicado 49 proposiciones de ley (si se incluyen las iniciativas de las comunidades la cifra sube a 60), pero el viaje parlamentario que han seguido es un abrir y cerrar de ojos, a excepción de las citadas, que al menos llegaron al Pleno.

Decaerán las propuestas de los grupos en cuanto se disuelva el Congreso, como decaerán las más de 30 comisiones creadas, de las que solo cuatro han celebrado más de una sesión; en concreto, dos.

Hay comisiones que ni siquiera han visto la luz, por ejemplo la de despoblación, pues los partidos estaban de acuerdo en alumbrarla, pero no han conseguido hacerla realidad. La de RTVE recibió el parabién de la Cámara y ahí se detuvo.

La cadencia de plenos ordinarios, dos, y sesiones de control, otras dos, e incluso la comparecencia de Pedro Sánchez para explicar los acuerdos de los consejos europeos, se ha roto por la falta de pactos en la investidura.

Un sobresalto tras otro 

Sin embargo, lo que sí ha habido es tensión. Sobresaltos no han faltado, incluso desde antes de arrancar la legislatura.

El 20 de mayo, víspera de la constitución del Congreso y del Senado, el Tribunal Supremo permitió que Oriol Junqueras, Jordi Sànchez, Josep Rull, Jordi Turull y Raül Romeva se personaran en las Cámaras para entregar sus credenciales como diputados electos.

Al día siguiente, en el Pleno de constitución de las Cortes, los cinco tomaron posesión del escaño con polémicas fórmulas de acatamiento, lo que encendió tanto los ánimos que la sesión fue una algarada. Jornadas después, tras un tira y afloja entre letrados de las Cortes y magistrados del Supremo, se suspendieron sus derechos y deberes.

Junio avanzó en compás de espera. Había que ver cómo se constituían los ayuntamientos y qué acuerdos se producían en los Gobiernos autonómicos después de los comicios del 26 de mayo, y también había que esperar a la ronda de consultas del Rey.

Dos meses después de empezar a andar, el Congreso acogía el debate de investidura de Pedro Sánchez. Su oferta de coalición a Unidas Podemos, hecha en el día que media entre la primera y segunda votaciones, podría haber desembocado en un nuevo Gobierno, pero el grupo de Pablo Iglesias la rechazó. Y esa tensión continúa. Las heridas están más abiertas que nunca.