«La vida es un milagro que hay que celebrar»

S.A.
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El poeta soriano presenta su nuevo poemario 'En la tierra desolada'

«La vida es un milagro que hay que celebrar» - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez. Eugenio Gutiérrez Mar

En los taludes desbrozados salvajemente de esa autovía de Soria a Valladolid «que nunca llega», la A-11, en la naturaleza abriéndose paso ajena a todo, floreciendo «hasta en los lugares más inhóspitos», encontró el poeta soriano Fermín Herrero (Ausejo de la Sierra, 1963) la imagen final, con sabor optimista, de En la tierra desolada, la última parte de su nuevo poemario. Los tiempos son, sin duda, complejos, deshumanizados, pero la poesía es capaz de captar la belleza hasta en las situaciones más terribles, señala.
El nuevo poemario del autor de Echarse al monte o Sin ir más lejos (presentación el viernes 16 de julio a las 20.15 horas en el Casino Círculo Amistad Numancia) es un viaje poético que comienza en el desamparo, en la angustia que ahoga la existencia del hombre contemporáneo, que vira ligeramente para contemplar en el horizonte algo que el autor nunca ha perdido de vista, la despoblación, «la desolación de nuestra tierra», apostilla, y que concluye con la sensación de que «la vida es un milagro que hay que celebrar».

Podría ser una radiografía del último año y medio, del azote de la pandemia de COVID-19. Pero no. En realidad, confiesa el poeta, el coronavirus sólo ha sacado a la superficie aspectos que «estaban latentes», que ya comenzaban a verse. Sería halagador que «en la realidad se cumpla lo que se piensa de antemano», pero las cosas no funcionan así y menos en poesía, sostiene. «Ésta es un poco lo que te viene», destaca Herrero.

De hecho, cuando hace ya años emprendió el viaje poético de En la tierra desolada la posibilidad de una pandemia de estas magnitud era impensable. Quizá desde ese desconocimiento ha sido más fácil anticipar ese mundo de miedos, desolación y desamparo que el COVID-19 ha ‘desenterrado’ y ha sumido a la Humanidad. Cuando irrumpió la pandemia, el proceso literario de esta obra estaba ya muy avanzado, declara el autor y, finalmente, acabó incorporándola pero con «referencias escasísimas. Dos o tres palabras» confiesa.

Lo que sí tiene claro es que el libro, «que ya existía», encontró sin duda su afinación perfecta en esos tiempos tan duros, «en ese ambiente que se correspondía» mucho con lo que sus versos reflejaban. Era el momento de maduración ideal En la tierra desolada. El tiempo, asegura Herrero, siempre es el mejor aliado y a la vez el crítico más feroz de la poesía, la justa medida que indica si lo que se ha escrito años atrás, «Horacio decía que mínimo había que esperar ocho años», comenta con sentido del humor, vale o no la pena.

En la tierra desolada es uno de sus poemarios más alegóricos y, a la vez, esperanzado. Pero a diferencia de la novela, en la poesía, sostiene, nunca hay una intencionalidad. En su caso, quizá sí una historia. «Porque yo, en general, escribo libros. Obras que tienen una atmósfera, un tono continuo» explica. Por ello En la tierra desolada, aunque dividida en cuatro partes diferenciadas, La ceguera («la más pesimista» o si se prefiere, «la más cercana a la realidad»), Desprendimientos, Contagio y Cómo repoblar los taludes, (donde ese desamparo del hombre se torna esperanza) presenta una estructura «bastante unitaria».

Si para un poeta el tiempo es su mejor y más segura ‘arma’ para «indicar lo que vale y lo que no», también es el compañero indispensable del lector que le proporciona el sosiego y la lentitud necesarios para poder disfrutarla. Y en este sentido, destaca, el confinamiento y la pandemia han ayudado algo a recobrar esa especial conexión entre lo que dicen «los versos y eso otro que no cuentan y que tiene que poner el lector». De eso, en realidad, asegura Fermín Herrero, «va la poesía» Pero, no hay que llevarse a engaño. La lírica requiere «lectores capacitados», leídos y vividos. El supuesto ‘boom’ de la poesía que se viene detectando desde hace algún tiempo está muy bien, siempre y cuando no se confunda con ese tipo de textos que abundan «en Instagram e internet».

«La literatura es una cosa de poso», reitera Herrero. Ese talud sobre el que vuelve a brotar la vegetación salvajemente arrebatada, ese viaje por una autovía que «nunca llega» siendo consciente de que al mirar por la ventanilla se contempla la desolación y la esperanza.