La huella de Blas Taracena en el Numantino

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Su figura fue clave en el proceso de montaje museográfico del Numantino

La huella de Blas Taracena en el Numantino

Blas Taracena Aguirre nació el 1 de diciembre de 1895 en Soria, miembro de una erudita familia entre los que se encontraba Lorenzo Aguirre, su abuelo, y Mariano Granados, su tío. 

Afortunadamente pudimos conocer, gracias a la obra de J.A. Gómez Barrera, la gran figura  que fue Blas Taracena. No nos equivocamos si afirmamos que esta obra biográfica, extraordinaria, es una de las mejores obras españolas dentro del difícil género biográfico. Así, no solo conocimos la trayectoria vital de Taracena sino su gran aportación a la museología y a la arqueología que nacía y se consolidaba a comienzos del s. XX. Y, más aún, lo conocimos en su contexto social, político, cultural, dentro  de la aparente confusión que el inicio de este siglo supuso para Europa: las transformaciones económicas y sociales, la primera guerra mundial y la guerra civil española y la posguerra, las formas culturales de entonces. Un contexto definido en los ejes de su  complejidad pero también en sus matices.

Taracena estudió el bachillerato en el Instituto de Soria, siendo uno de sus profesores Antonio Machado. A los quince años se trasladó a estudiar Filosofía y Letras, sección de Historia, a la Universidad Central de Madrid, carrera que terminó en 1914, obteniendo también, en 1917, la licenciatura en Derecho.

Su tesis doctoral ‘La cerámica ibérica de Numancia’ obtuvo la máxima calificación y el Premio Extraordinario en Ciencias Históricas, concedido por la Universidad Central de Madrid. El 23 de julio de 1915 ingresó por oposición en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos siendo su primer destino el de director del Museo Numantino en que relevó a Eugenio Moreno Ayora, director interino hasta entonces. 

Blas Taracena asumió la dirección del Museo instalado aún en la Diputación Provincial y participó, sin duda, en el proceso de construcción y montaje museográfico del Museo Numantino que se inaugurara en 1919 en el Paseo del Espolón.

Inició, profesionalmente, la gestión administrativa, técnica y divulgativa del Museo y de las colecciones de objetos numantinos conservados en el Museo; igualmente importante fue la creación de una excepcional biblioteca científica, que era comparable entonces en calidad a la biblioteca del Museo Arqueológico Nacional. A través de todo ello configuró la institución en su dimensión técnica y administrativa, política y social.

Una vez inaugurado el museo en 1919, se incorporó a las excavaciones de Numancia entre los años 1920 y 1924. Con posterioridad excavó en Soria y Logroño numerosos yacimientos celtibéricos, castros, poblados y necrópolis; yacimientos romanos, ciudades y villas; así como necrópolis visigodas y hebreas. Esta ingente investigación se tradujo en la necesidad de crear otro museo que albergara las colecciones no numantinas.

Este sería el Museo Celtibérico del que también fue director, instalado en las salas que abandonara el Numantino en la Diputación Provincial. La creación de este Museo, en el que según nos enseñó Gómez-Barrera fue decisiva la opinión de Taracena, fue un proyecto de la Republica que pretendía crear museos monográficos distribuidos en la geografía nacional: el Museo Celtibérico se situó en Soria. Como es sabido la suma de los dos, constituiría la colección del Museo Provincial que manteniendo el nombre de Numantino, se formalizaría años después.

Todo  su trabajo investigador se tradujo en numerosas publicaciones científicas, divulgativas conferencias y cursos impartidos. Tras un siglo en que la arqueología era patrimonio de eruditos y aficionados instruidos, B. Taracena forma parte del reducido grupo de arqueólogos que definieron el inicio de la profesionalización de la arqueología y la dirección de museos estableciendo las bases del que sería su desarrollo futuro.

Con una visión de la historia que analizaba el contexto cultural del hombre, prestó atención al arte y la etnografía de una manera del todo innovadora y decisiva.

No podemos olvidar que ejerció además numerosas responsabilidades: fue vocal de la Comisión de Monumentos de Soria entre 1916 y 1936; en 1921, se encargó de la dirección del Archivo Municipal de Soria; en abril de 1929 fue nombrado secretario de la J’unta Provincial de Turismo; entre 1932 y 1936 fue magistrado del Tribunal de lo Contencioso-Administrativo de Soria; en 1934, tras la marcha a Madrid de José Tudela, asumió la dirección del Archivo de Hacienda, así como de la Biblioteca Provincial; en marzo de 1936, el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes le nombró comisario-director de la Escuela de Artes y Oficios de Soria.

El 28 de Noviembre de 1936 fue apartado de sus funciones mediante una suspensión de empleo y sueldo y un posterior expediente de depuración. Después de un largo proceso de litigio para recuperar, al menos, la dignidad del trabajo prestado en Soria, se le asignó un nuevo destino. Es solo en este proceso cuando se verán reflejados en el papel, eficiente y diligentemente, las contestaciones de B. Taracena a las acusaciones vertidas por los organismos oficiales, y que finalmente se tuvieron que plegar ante las evidencias. Fue destinado lejos de Soria asumiendo la dirección del Museo de Córdoba desde el 15 de Julio de 1937.

Mientras desempeñaba su trabajo en Córdoba propuso y aporto su conocimiento en la Defensa del Tesoro Artístico Nacional, que servirá para dotar de un corpus más cohesionado al reciente Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional, y que marcará el final de su época en Córdoba ocupando el puesto de Agente al Servicio de la Defensa del Patrimonio Artístico Nacional el 10 de Julio de 1938, con el cometido de inspeccionar los Museos Provinciales del Estado Español.

El 22 de Abril de 1939 se publicó en el Boletín Oficial del Estado la designación de B. Taracena como Director del Museo Arqueológico Nacional por la “urgente necesidad de normalizar el funcionamiento del Museo Arqueológico Nacional”. Este museo después de varias reformas, restauraciones, estudios sobre las colecciones y varias apuestas museográficas, fue reabierto solemnemente el 17 de mayo de 1954, tres años después de la muerte de B. Taracena, su principal e incansable impulsor durante once años. En este tiempo  obtuvo  un importante reconocimiento internacional.

B. Taracena, una de las figuras más importantes de la arqueología y la museología españolas,  falleció en Madrid el 1 de febrero de 1951, a los 55 años de edad tras una larga enfermedad. Su cuerpo fue velado en una sala del museo Numantino antes de recibir sepultura.