Una leyenda entre el olvido y el silencio

Fermín Cabanillas
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Carmen Sevilla cumple 90 años como el gran mito vivo de la copla y el cine español, mientras continúa luchando para que su memoria no se difumine a causa del alzhéimer que padece

Carmen Sevilla posa en su domicilio madrileño en una foto de 1958. - Foto: EFE

El 16 de octubre de 1930, la barriada de Heliópolis de Sevilla veía nacer a una niña llamada María del Carmen García Galisteo, que hoy cumple 90 años y que, conocida artísticamente como Carmen Sevilla, continúa siendo el gran mito vivo de la copla y el cine español del pasado siglo.

Con una salud más que delicada en los últimos años, la intérprete es parte de la memoria colectiva de miles de españoles, que aunque el alzhéimer que padece desde 2009 esté borrando sus recuerdos, los que la rodean y sus seguidores se niegan a que su memoria se difumine con el paso de los años.

Eso, incluso luchando contra la muerte virtual de las redes sociales, que el pasado domingo provocaron que su hijo Augusto tuviese que desmentir su fallecimiento, cuando Twitter lo difundió a la misma velocidad que ella fue copando las pantallas de televisión y cine en esa España que intentaba reponerse de la guerra y comprarse una televisión y un 600.

Puede que una buena parte del éxito de la niña que cantaba y bailaba se basara en lo pronto que su familia se trasladó a Madrid, donde había muchas más oportunidades que en el sur, y en los contactos de su abuelo y de su padre, que entonces escribían canciones para artistas ya consagradas, como Concha Piquer o Estrellita Castro, pero Carmen no tenía 18 años cuando su carrera ya se estaba lanzando poco a poco.

El público comenzó a enamorarse de ella, tras apariciones esporádicas, en 1948, cuando compartió pantalla con Jorge Negrete en Jalisco canta en Sevilla, y cuatro años más tarde le llegó otro de sus grandes papeles, en Violetas imperiales, con Luis Mariano, con el que la química en pantalla les hizo repetir papeles en El sueño de Andalucía y La bella de Cádiz.

A partir de ahí, la lista de películas, canciones e intervenciones en la pequeña pantalla es interminable, y la España de las televisiones privadas descubrió la faceta de presentadora para una generación que solo había escuchado hablar de ella, y ahora la veía cada noche coordinando la salida de las bolas millonarias del cupón de la ONCE, con equivocaciones «que hay que hacer como Dios manda», como ella misma bromeó en una ocasión.

Su vida, no obstante, era mucho más tranquila que la de años atrás, y alternaba su presencia nocturna en los estudios de Telecinco con la cría de ovejas en una explotación ganadera en Herrera del Duque (Badajoz), con lo que sus «ovejitas» eran comentario recurrente en sus apariciones nocturnas.

el nuevo siglo. La llegada del siglo XXI le dio protagonismo en el sector donde mejor se movía, el cine español, y los sábados se ponía al frente de Cine de Barrio en TVE para dar paso a la película de la tarde y la entrevista posterior.

Pero el destino en forma de enfermedad se cruzó en su vida sin esperarlo, y en 2010, un año después de que le fuese diagnosticado alzhéimer, dejó la pequeña pantalla y toda su actividad pública, pasando a ser una paciente cuidada en una residencia especializada en la localidad madrileña de Aravaca.

Allí llega hoy a los 90 años la mujer que enamoró a Charlton Heston, que pasó dos veces por el altar, con Augusto Algueró (1961) y Vicente Patuel (1985), y que vio cómo su madre moría a los 100 años el mismo día de 2004 en el que ella se convirtió en abuela. La niña de la barriada sevillana que nació para que nadie se olvidara de ella, por mucho que sus recuerdos ahora estén confinados en una residencia.