¿A un paso de la guerra?

M.R.Y. (SPC)
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El asesinato del general Soleimani ha elevado la tensión entre Irán y EEUU, donde Trump analiza los beneficios y los perjuicios que un conflicto bélico podría suponer en su carrera por la reelección

Una mujer clama venganza tras el ataque que acabó con la vida del estratega persa - Foto: ESSAM AL SUDANI

«Era un monstruo que estaba planeando un ataque muy grande, muy malo para nosotros y otras personas, y le detuvimos. No creo que nadie pueda quejarse por ello». Con estas palabras, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, justificaba esta semana el ataque que el pasado 3 de enero acabó con la vida del general iraní Qasem Soleimani y que elevó aún más las tensas relaciones entre Washington y Teherán. Y es que sí hubo quien se quejó de ello: una república islámica que clama «venganza» por el asesinato del que era el principal estratega de la Inteligencia persa y considerado arquitecto de la política expansionista de la nación en Oriente Próximo.

La ofensiva contra Soleimani cogió por sorpresa a propios y extraños. Y es que la decisión fue tomada apenas unas horas antes de llevarse a cabo, mientras Trump disfrutaba de unos días de vacaciones en Florida. Oficialmente, la Casa Blanca apuntó que el objetivo del bombardeo con drones en el aeropuerto de Bagdad fue para «impedir un ataque inminente» que Soleimani estaba preparando para acabar con cientos de militares y diplomáticos norteamericanos en la región. Eso sí, Washington no ha ofrecido pruebas sobre ello.

La rivalidad entre EEUU e Irán viene de lejos y sus enfrentamientos han puesto en alerta al planeta de manera intermitente. Uno de los momentos clave celebró su 40 aniversario recientemente: la toma de la embajada estadounidense en Teherán en 1979, cuando secuestraron durante más de 400 días a personal y ciudadanos norteamericanos. Aquel suceso provocó que Washington rompiera relaciones diplomáticas con la república persa y comenzaran décadas de imposiciones de sanciones económicas y tensión entre ambas partes. Una enemistad que se vio incrementada en 2018, poco después de la llegada al poder de Trump, quien decidió acabar con todo el trabajo de acercamiento llevado a cabo por su predecesor, Barack Obama, y romper, de manera unilateral, el acuerdo nuclear pactado en 2015, que implicó levantar las multas durante apenas tres años.

Desde entonces, las amenazas entre sendos países han sido continuas. Y 2020 ha empezado con un importante golpe de efecto.

El temor a que las partes se declaren la guerra de una vez por todas es continuo, pero el asesinato de Soleimani y la primera respuesta de Teherán, que bombardeó el pasado miércoles una base militar estadounidense en Irak y avisó de que ese era «solo el primer paso» de la venganza, han puesto en alerta a la comunidad internacional.

La fragilidad en Oriente Próximo y los intereses petrolíferos en la región pueden dejar en bandeja a un siempre imprevisible Trump la posibilidad de lanzar una ofensiva contra Irán con la que mostrar su fortaleza. 

Sin embargo, el magnate neoyorquino se encuentra ante una encrucijada. Por un lado, los enfrentamientos con la república asiática son la excusa perfecta para que el juicio político en su contra, que se iniciará en unas semanas, quede en un segundo plano. Por el otro, 2020 es un año electoral y el mandatario debe decidir si entrar en un conflicto bélico puede beneficiarle o hundirle en los comicios de noviembre.

En el primer caso, lo ha logrado sobradamente. El impeachment parece olvidado y la oposición demócrata centra ahora sus esfuerzos en limitar los poderes que actualmente tiene el presidente para declarar la guerra a Irán.

En el segundo es donde se encuentran las principales dudas. Según un sondeo publicado el pasado miércoles, el 65 por ciento del electorado del líder republicano apoya una intervención sobre la nación persa. Además, el hecho de llevar a cabo un ataque tan agresivo sin consultar a otras potencias extranjeras le ha hecho demostrar, según varios analistas, una constatación de fuerza ante el resto del mundo y, sobre todo, una justificación de que hará cualquier cosa por defender a Estados Unidos.

Un efecto impredecible

Antes que Trump, George W. Bush y Obama conocían el paradero de Soleimani, pero ningún jefe de la Casa Blanca se había atrevido a atentar contra la vida del general, ya que su precio podría ser demasiado alto y las consecuencias, impredecibles.

Y es que Irán ha visto en esta ofensiva un «complot ilegítimo», no solo contra el país, sino contra toda la región. Por eso, no ha dudado en responder con una ofensiva militar contra intereses norteamericanos en Oriente Próximo y ha advertido de que habrá «represalias» si EEUU no retira sus tropas de la zona.

Expertos en la materia aseguran que el líder supremo persa, el ayatola Jamenei, no quiere una guerra con Estados Unidos, sino que prefiere enfrentamientos indirectos, como ataques en bases norteamericanas e instalaciones petroleras que eleven el precio del crudo y avergüencen a Trump en plena campaña, dañando su imagen para evitar su reelección. Sin embargo, la calle arde en la nación asiática, con una ciudadanía clamando venganza y «muerte a América».

El dirigente republicano insiste en que Irán «jamás tendrá armas nucleares», descartando así un conflicto atómico que podría endurecer una inminente guerra. Y, aunque acaba de endurecer las sanciones contra Teherán, considera que su enemigo se «ha debilitado». Pero desde el otro lado reiteran que la «venganza» no ha hecho más que empezar.

En manos de Trump y de Jamenei -que tiene más poder que el propio presidente, Hasan Rohani- está el futuro más inmediato. Y, mientras, el mundo espera nuevos pasos con la respiración cortada.