Savia joven en la Ribera del Duero Soriana

Henar Macho
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El joven agricultor José García revitaliza la Ribera soriana con un viñedo de 40 hectáreas en Zayas de Torre. Tras una inversión próxima al millón de euros, la mitad del terreno entrará en producción este año

Savia joven en la Ribera del Duero Soriana - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez.

La Denominación de Origen Ribera de Duero, en su vertiente soriana, comprende 18 municipios. El de San Esteban de Gormaz ha encontrado un nuevo impulso gracias a la apuesta del joven agricultor José García, que decidió hace dos años lanzarse a la producción de vid. Su explotación de tempranillo, en Zayas de Torre, cuenta con 40 hectáreas de terreno, la mitad de las cuales entrarán este año en producción y tiene previsto plantar el resto en mayo de 2021.

Trabajador del campo desde los 18 años, su contacto con los viñedos comenzó cuando ayudaba a su padre en una pequeña plantación. «Veo que tiene salida y ojalá que más agricultores se animen a plantar en este rincón de la Ribera del Duero en Soria».

En una zona tradicionalmente vitícola, hoy los viñedos son pequeños y familiares para el consumo propio. El escaso margen de beneficios, el trabajo a mano, el precio de la uva o la escasez de bodegas acabaron por minar la producción de vid. «Desde los 90 se perdieron muchos viñedos y se pasó al cereal», indica el viticultor.

Savia joven en la Ribera del Duero SorianaSavia joven en la Ribera del Duero Soriana - Foto: Eugenio Gutierrez Martinez.INICIATIVA. La finca Pagos de Valdefradas está dividida por sectores de dos hectáreas, según el tipo de suelo, y se riegan y fertilizan por goteo. «Se realizan las calicatas para facilitar el estudio del terreno y se analizan para poder poner la planta más idónea a cada tipo de suelo», detalla el viticultor. Después hay que decidir el clon, que determinará la calidad de la uva y el patrón de la raíz, que dependerá del suelo. 

En la ribera alta, a 900 metros de altitud, las bodegas buscan suelos más frescos, donde las escalas de temperatura son más amplias entre el día y la noche, lo que provoca un estrés en la planta que luego se ve reflejado en la uva. José García ha apostado por la calidad. Ha escogido clones de no mucha producción pero sí de calidad, porque «la idea es vendimiarlo todo a mano. El consejo regulador solo deja hasta 7.000 kilos por hectárea y las bodegas después tampoco dejan llegar al tope de producción».

Tras colocar los tutores para el guiado de la planta en vertical, llega el turno de la mano de obra para escoger el mejor palo y conformar la estructura completa de la planta. «Es el punto en el que estamos ahora. Y a medida que la planta crece habrá que quitar las hojas para que le dé el sol y madure bien la uva». Debido a la altitud, la zona tiene más problemas con la helada y la poda es más tardía, «desde mediados de abril en adelante para que brote más tarde la planta, porque puede helar en mayo, en San Isidro, y lo destrozaría todo», apunta José García, que también teme al granizo. «Si tienes mala suerte y el año que vas a formar la plantación cae granizo y hiere la planta en verde, tendrías que esperar otro año para formar, porque por esas heridas entran muchas enfermedades», apunta. 

Según explica el viticultor, conviene sembrar cubierta vegetal en las zonas que más vigor tiene la planta, como mecanismo de prevención. Aunque considera que es un trabajo gratificante, José García reconoce que proyectos como el suyo suponen un esfuerzo económico importante, cercano al millón de euros. «Tienes que tener suerte al hacer el sondeo y que salga agua, a lo que hay que sumar la mano de obra para la poda, el despunte, la poda en verde, el deshojado, el vendimiado... Todo es a mano. Y quizá lo que más cuesta de sostener un negocio de este tipo es el estar tres años sin amortizar la inversión inicial», añade.

Los seguros, la instalación de regadío, los productos o el cercar el terreno para evitar que los corzos acudan cuando la viña está verde, incrementan el gasto al año, que puede llegar a los 70.000 euros.

diferenciación.  El futuro pasa por la diferenciación de parcelas, «como ya se hace en Francia y en muchos países. Se trata de que, a la vez que se compra una marca de vino, se refleje de qué parecela concreta procede». Él comenzó por diseñar un marco de plantación más junto de lo normal, a un metro de distancia, para equilibrar el suelo con las plantas. «Al haber más plantas puedes dejar menos cantidad de uva en cada planta y sacar mejor producción. Tengo unas 3.300 plantas por hectárea», detalla. La formación de la planta será al estilo gallego: «Voy a formar a un solo cordón, a un eje solo horizontal».

El promotor de esta idea ha incorporado las tecnologías digitales a su plantación y controla la sala de riego y fertiriego con su móvil. «Es un sistema automatizado que controlo a través de una aplicación en mi teléfono movil, Agrotronic, y que refleja el riego realizado, dónde, cuándo, la cantidad, y detecta cualquier incidencia. Salvo en las bodegas, no se suele utilizar aún en viñedos particulares», destaca.

Evitar los herbicidas es otra de sus señas de identidad. «Hay bodegas que tienen en cuenta las viñas ecológicas», aunque también tiene ciertas particularidades. «Es ir por delante y hay que invertir en más mano de obra todavía. La mala hierba la quitamos con hazadilla y máquina, en cambio con el herbicida se echa antes de que salga. 

Las plantas no dejan de ser seres vivos y adquieren los productos químicos y se ve reflejado en el producto», matiza. El viticultor espera que iniciativas como la suya contribuyan a la creación de bodegas en Soria, algo que «facilitaría mucho las cosas».