Jesús Bachiller

Jesús Bachiller


Prepararse para un país con un clima incierto

29/04/2023

Se habla mucho de ella, pero falta todavía mucha conciencia y cuando llueve, aunque sea poco, volvemos a ignorarla. Llevamos una década de descenso sistemático de precipitaciones. Nunca había visto una presencia tan continuada de la masa de aire cálido abarcando nuestra península y gran parte del sur de Europa. Las condiciones del Sáhara parecen extenderse de manera inexorable hacia el norte y debemos prepararnos para una situación de clima semidesértico en amplias zonas del sur peninsular. Lo que eran oscilaciones típicas del tiempo en nuestras latitudes se están convirtiendo en situaciones estructurales, que no paran de batir récords en los distintos indicadores. Se adelanta cada vez más el verano, las temperaturas se disparan, las lluvias escasean y se vuelven más torrenciales, y las sequías se prolongan. En el momento de escribir estas líneas, se prevén para la última semana de abril temperaturas de julio, entre 35 y 40º, en diversos lugares de Andalucía. Con tal precedente, este verano podrían superarse los 50º. El Servicio de Observación por Satélite Europeo Copernicus ha alertado de alarmantes cambios en el clima europeo en su último informe. La Organización Meteorológica Mundial lo tiene claro. La actividad humana está cambiando el clima.
La sequía se ha convertido en el principal problema, por sus innumerables implicaciones en múltiples ámbitos económicos, sociales, medioambientales o territoriales. Y todo gran problema necesita un debate profundo, sosegado y realista, que huya de los intereses partidistas y cortoplacistas, tan frecuentes, por desgracia, en la política española. Y ese debate obligará, seguramente, a replantearse muchas cosas y a tomar decisiones muy difíciles que, si no se adoptan por consenso y con un sentido de estado, pueden acabar degenerando en confrontaciones territoriales y sectoriales. 
España es la segunda potencia agraria de la Unión Europea y una de las mayores del mundo, gracias sobre todo al regadío. El regadío se ha extendido de forma irracional y a veces irregular en las últimas décadas. Es un sector fundamental por su capacidad de arrastre hacia la industria agroalimentaria, el sector de la distribución y el comercio exterior, aparte de su funcionalidad ambiental. Es también un sector estratégico que puede poner en cuestión la soberanía alimentaria de Europa, si en el futuro se extienden las condiciones que viene sufriendo nuestro país. Todo ello pone el énfasis en tres puntos esenciales: la gestión del agua, la mejora de las tierras y, probablemente, un cambio de modelo de la agricultura en un futuro próximo. La gestión del agua significa una mayor eficiencia y eficacia, así como un mayor control de la sostenibilidad de los nuevos proyectos y de otros ya en marcha. La mejora de las tierras requiere un ajuste de las parcelas para el ahorro de agua. Si las condiciones de falta de agua se perpetúan, habría que pensar en un cambio de modelo, que nos llevará a repensar que tipo de cultivo se adecúa mejor a las posibilidades hídricas de cada comarca y también la introducción de variedades nuevas que sean más resistentes a situaciones extremas. Las transiciones son siempre difíciles, y más en el sector agrario. Con el agravante de que no tenemos todavía claro que nuevas condiciones vamos a tener. Pero vivimos en una sociedad de incesantes cambios, donde la gente ha tenido que adatarse continuamente. Uno de ellos es el actual proceso de transición energética, con el desarrollo de las renovables, que ocupan también mucho espacio, en competencia con la agricultura. Un panorama complejo, en definitiva, que plantea un nuevo reto de ordenación del territorio, que debemos resolver de manera integral, tomando las decisiones que mejor se adapten al nuevo escenario.    
Pero el problema se agravará si no hay agua para todos los usos. Entonces sí que habrá que establecer unos criterios y un orden de prioridades a la hora de elegir el destino de ese recurso cada vez más escaso. Un extremo que demandará una política muy fina si tenemos en cuenta la variedad de actividades que la utilizan, las diferentes rentabilidades de las mismas y el debate territorial, que siempre aparece en estos temas tan trascendentes. El desarrollo de la tecnología en un país rodeado de agua parece una solución necesaria. El trasvase de agua desalada a pantanos del interior es una alternativa real frente a la sequía. Otra cuestión son los incendios forestales, que pueden acelerar el proceso de desertificación de nuestro país. Como ya expusimos en un artículo reciente, somos partidarios de una política que trate de mantener un medio rural vivo, como premisa para conservar en buen estado ambiental las masas forestales.